8/2/19

Historias de torturas en las cárceles de Israel: Tenía 16 años cuando fue detenida... Me torturaron durante años... Me colgaban del techo y me golpeaban. Me ponían una bolsa negra en la cabeza mientras me golpeaban y me interrogaban horas y horas durante días. Soltaban perros y ratas en mi celda. Pasaba días enteros sin dormir. Me desnudaban y me dejaban así durante días. No me permitían reunirme con un abogado ni recibir visitas de la Media Luna Roja...

"A principios de este mes, el ministro de Seguridad Pública de Israel, Gilad Erdan, anunció nuevos planes para “empeorar” las ya terribles condiciones de los presos y presas palestinas en las cárceles israelíes. 

Según Adamir, organización de apoyo a los presos, hay casi 5.500 prisioneros palestinos en las cárceles israelíes, entre ellos 230 menores y 54 mujeres. De ellos, 481 están detenidos sin juicio ni cargo en aplicación de una práctica ilegal conocida como “detención administrativa”.

El 2 de enero Erdan reveló ante los periodistas algunos aspectos de su plan pero obvió el ya siniestro contexto penitenciario israelí. El ministro anunció que a los prisioneros se les negará el “derecho a cocinar” sin mencionar que a muchos prisioneros, especialmente durante la primera etapa de su detención, se les niega totalmente la comida como una forma de tortura. 

“El plan también incluye impedir que los miembros del Knesset visiten a los detenidos palestinos”, añadió Erdan, sin referirse a que son centenares los presos palestinos a los que se les niega el acceso a abogados y las visitas familiares de manera regular.

No hay razón para dudar de las palabras del ministro israelí cuando promete empeorar las condiciones de los prisioneros palestinos. Sin embargo, las horribles condiciones en las que miles de palestinos están detenidos en las cárceles israelíes –que constituyen por sí mismas una violación de la Cuarta Convención de Ginebra– están ya en una fase que sólo puede calificarse de inhumana porque incumplen las normas mínimas establecidas por el derecho internacional y el derecho humanitario.

Nadie está tan autorizado para describir las condiciones de las cárceles israelíes como los propios presos y presas que vienen sufriendo todo tipo de torturas físicas y psicológicas, y que han pasado años, a veces décadas, defendiendo a diario su humanidad.

Hablamos con seis presos liberados, entre ellos dos mujeres y un menor, que han compartido sus historias con nosotros con la esperanza de que sus testimonios ayuden a comprender el verdadero contexto del último plan de Erdan.

Wafa Samir Ibrahim al Bis: “Mataron a mi gato”

Wafa' Samir Ibrahim al Bis nació en el campo de refugiados de Yablaiya, en Gaza. Tenía 16 años cuando fue detenida el 20 de mayo de 2005. Fue sentenciada a 12 años de prisión tras haber sido condenada por intentar llevar a cabo una misión suicida contra soldados israelíes. Fue excarcelada en 2011 en un intercambio de prisioneros entre la Resistencia Palestina e Israel.

“Tenía sólo 16 años cuando decidí colocarme un cinturón explosivo para volarme entre los soldados de ocupación israelíes. Era lo único que podía hacer para vengar a Muhamad al Durrah, el niño palestino de 12 años que fue brutalmente asesinado por soldados israelíes ante las cámaras de televisión en septiembre de 2000. 

Cuando vi las imágenes de Muhamad acurrucado al lado de su padre mientras los soldados los bañaban a ambos a tiros, me sentí impotente. Pobre niño. Pero me detuvieron y los que me ayudaron a entrenarme para mi misión fueron asesinados tres meses después de mi detención.

Me torturaron durante años dentro de la infame Celda 9 de la prisión de Ramleh, una cámara de tortura en la que metían a gente como yo. Me colgaban del techo y me golpeaban. Me ponían una bolsa negra en la cabeza mientras me golpeaban y me interrogaban horas y horas durante días. 

Soltaban perros y ratas en mi celda. Pasaba días enteros sin dormir. Me desnudaban y me dejaban así durante días. No me permitían reunirme con un abogado ni recibir visitas de la Media Luna Roja.

Me hacían dormir en un colchón viejo y sucio que era tan duro como un clavo. Estuve en aislamiento en la Celda 9 durante dos años. Sentía que me habían enterrado viva. Una vez me colgaron durante tres días seguidos. Gritaba tan fuerte como podía pero nadie me desató.

Cuando estaba en prisión me sentía muy sola. Un día vi un gatito caminando entre las habitaciones y le empecé a tirar comida para que se hiciera mi amigo. De repente empezó a entrar en mi celda y se quedaba conmigo durante horas. Cuando los guardias descubrieron que me hacía compañía le cortaron el cuello delante de mí. Lloré más por él que por mi.

Unos días después, le pedí a la guardia una taza de té. Volvió y me dijo: “extiende la mano para coger la taza”. Lo hice, pero en vez de eso me echó agua hirviendo en la mano causándome quemaduras de tercer grado. Sigo teniendo las cicatrices por este incidente y sigo necesitando cuidados médicos para curarme la mano.

Lloro por Israa' Ya'abis, cuyo cuerpo quemaron por completo y sin embargo aún sigue en una cárcel israelí. Pienso a menudo en todas las mujeres prisioneras que dejé atrás. (...)"         (Ramzy Barud y Abdelá Alyamal , Al Jazeera, en Rebelión, 31/01/19)

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