"El médico nazi Sigmund Rascher hizo el mismo 
experimento con unas 300 personas. Las sumergía en un tanque de agua con
 hielo, con el presunto objetivo de estudiar los efectos del frío en el 
ser humano.
 “En cuanto la temperatura corporal alcanzaba los 28 grados, 
los sujetos de estudio morían invariablemente, pese a los intentos de 
reanimación”, escribió en su cuaderno un día de agosto de 1942. Sus 
“sujetos de estudio” eran 300 prisioneros del campo de concentración de 
Dachau, cerca de Múnich. Y un centenar de ellos murió en el experimento,
 uno de los más tétricos de la historia.
Un proyecto de la Universidad de Harvard está digitalizando el millón de páginas
 mecanografiadas que custodia de los Juicios de Núremberg, los procesos 
judiciales en los que se determinaron las responsabilidades de los 
dirigentes nazis tras la Segunda Guerra Mundial. Un equipo de 
investigadores de EE UU y Brasil ha analizado ahora los documentos de la
 primera causa, el llamado Juicio de los médicos, para intentar cumplir 
“el deber moral hacia las víctimas del Holocausto al recordar su 
destino”.
El trabajo, publicado en la revista especializada World Neurosurgery,
 ofrece detalles que ponen los pelos de punta. Rascher intentó simular 
las durísimas condiciones climáticas a las que se enfrentaban los 
ejércitos del Tercer Reich en el frente oriental, sobre todo los pilotos
 caídos en aguas gélidas. Muchas de sus cobayas humanas eran prisioneros
 de guerra rusos, a los que consideraba más resistentes al frío. 
“Las 
muertes solo ocurrían cuando el tronco cerebral y la parte posterior de 
la cabeza también se enfriaban. Las autopsias de estos casos letales 
siempre mostraban grandes cantidades de sangre libre, hasta medio litro,
 en la cavidad craneal”, plasmó el médico nazi en uno de sus informes, 
incluido en los Juicios de Núremberg.
“Los experimentos nazis se parecen mucho más a los 
experimentos con torturas de animales que a veces llevan a cabo niños 
estúpidos que a cualquier tipo de experimento científico realizado por 
investigadores serios”, opina Tobias Mattei, neurocirujano de la Universidad de San Luis (EE UU) y principal autor del nuevo estudio.
Sigmund Rascher había nacido en Múnich en 1909. Tenía 32 años cuando el dirigente nazi Heinrich Himmler
 le encargó la coordinación de los experimentos médicos con prisioneros 
en Dachau. En el invierno de 1942, el joven doctor escribió una carta a 
Himmler para ponerle al día de sus avances en la búsqueda de métodos 
para reanimar a personas sometidas al frío extremo.
 “Hasta la fecha, he 
enfriado a unas 30 personas dejándolas desnudas al aire libre entre 9 y 
14 horas, hasta llegar a una temperatura corporal de entre 27 y 29 
grados. Después de un tiempo, correspondiente a un viaje de una hora, he
 dado a estos sujetos un baño caliente. Hasta ahora, todos los pacientes
 se han calentado por completo en una hora como máximo, aunque algunos 
de ellos tenían las manos y los pies blancos y congelados”, resumía 
Rascher.
En 2003, el biólogo Robert Pozos, de la Universidad Estatal de San Diego (EE UU), relató en un libro
 que, en ocasiones, Rascher obligaba a mujeres prisioneras a desnudarse 
junto a los hombres pasmados de frío. “En algunos casos, las respuestas 
de los sujetos con hipotermia se medían mientras mantenían relaciones 
sexuales con mujeres contra su voluntad”, aseguraba Pozos. Sin embargo, 
el equipo de Tobias Mattei no ha encontrado los documentos históricos 
que confirmen la existencia de esos experimentos.
Rascher probó siete métodos diferentes para reanimar a los prisioneros tras sacarlos del agua con hielo. Ya en 1988, Pozos defendía emplear estos resultados
 obtenidos por los nazis para orientar las modernas investigaciones 
sobre la hipotermia y salvar vidas. Al neurocirujano Tobias Mattei, sin 
embargo, le repugna “la mera idea de utilizar datos manchados de 
sangre”. Además, insiste, “la gran mayoría de las investigaciones nazis 
con seres humanos no solo eran escandalosamente inmorales, sino que 
también se basaban en justificaciones científicas muy pobres y 
simplistas”. No hay nada que aprovechar.
En Dachau, el doctor Rascher también llevó a cabo 
experimentos con una cámara de descompresión, con la que simulaba 
alturas de hasta 20 kilómetros. Unos 80 prisioneros, la mayoría de ellos
 clasificados como “criminales judíos profesionales”, murieron dentro de
 la cámara, entre gritos y espasmos. A los supervivientes, si había, se 
los sumergía inmediatamente en agua helada.
“Después de un tiempo, los experimentos de 
congelación se suspendieron pero, sorprendentemente, no por su 
inhumanidad y brutalidad, sino simplemente por su inutilidad”, recuerda 
el equipo de Mattei, que incluye a investigadores de la Universidad del 
Estado de Río de Janeiro y de la Universidad de California.
La documentación de Rascher fue clave en los Juicios 
de Núremberg, pero él no llegó vivo a ellos. El médico nazi presumía de 
que su mujer, Karoline, mayor que él, había tenido tres hijos después de
 cumplir los 48 años. Según pregonaba Rascher, su familia demostraba que
 la población aria se podía multiplicar si se extendía la edad fértil de
 las esposas. Sin embargo, su mujer fue arrestada tras intentar 
secuestrar a un niño. La investigación reveló que sus tres hijos eran 
comprados o robados. El 26 de abril de 1945, dentro del campo de 
concentración de Dachau, Rascher fue ejecutado por un pelotón de 
fusilamiento nazi."                       (Manuel Ansede, El País, 22/01/19)
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