27/3/18

El médico militar jubilado fue apaleado brutalmente, con cada golpe le recordaban los mítines en los que intervino, las consultas que dispensaba sin gastos a la gente humilde, su prestigio social... su consulta y su casa fueron saqueadas y muebles, libros, joyas y objetos de todo tipo, repartidos como botín entre la Falange local

"(...) La jornada más dramática, aciaga y triste de la historia de Huesca fue el 23 de agosto de 1936. No menos de 95 de Republicanos fueron fusilados en la tapia oeste del cementerio de la carretera de Zaragoza. Ese día la aviación republicana bombardeó la ciudad, provocando 2 muertos y 7 heridos. 

Algunos ultraderechistas implicados en la represión desde sus inicios, los hermanos Ena Mallada, el funcionario Salvador Cañiz, el concejal Agustín Soler Chías, el abogado del Estado Cirilo Martín Retortillo, pidieron a Luis Soláns Lavedán, gobernador militar de la plaza represalias sobre los Republicanos detenidos. Soláns accedió de inmediato. (...)

Las denuncias y delaciones llenaron las cárceles de presos políticos en las primeras semanas de terror caliente. Al carnicero anarquista Miguel Jalle Vivas, lo denunciaron para quitar del mercado a un competidor.

 El comerciante José Blanch Pujadó fue detenido por haber prosperado demasiado según otros empresarios. El vendedor Ramiro el Monje denunció a la frutera Eugenia Funes Tornes, que ingresó en prisión el 21 de agosto acusada de no se sabe qué.  (...)

(...) el médico militar jubilado y convencido azañista Alfonso Gaspar y Soler, valenciano de 50 años, afincado en Huesca desde 1918, que había combatido con el capitán Francisco Franco en África, en la batalla de El Biutz, lugar próximo a Ceuta, donde el futuro caudillo resultó gravemente herido y salvado, precisamente, por el cirujano Gaspar. Cuando lo detuvieron, su esposa, Rosalía Auría pidió clemencia al antiguo compañero, pero éste la disuadió, Franco había demostrado su falta absoluta de compasión y no le hubiera salvado. 

Apaleado brutalmente, con cada golpe le recordaban los mítines en los que intervino, las consultas que dispensaba sin gastos a la gente humilde, su prestigio social, la militancia política, las dañinas amistades izquierdistas. Incluso después de muerto fue pateado al pie de la tapia donde cayó. Su consulta y su casa, como la de otros muchos detenidos, fueron saqueadas y muebles, libros, joyas y objetos de todo tipo, repartidos como botín de guerra por los señoritos de la Falange local.
 
Mataron a mujeres como Concha Monrás, viuda de Ramón Acín, las hermanas Barrabés Asún, Victoria y Rafaela, de 20 y 21 años respectivamente, apresadas al no encontrar en casa a sus hermanos, a los que perseguía la policía del nuevo régimen; A la activista María Sacramento Bernués Estallo, de 43 años, que ya había sido arrestada con anterioridad y en cuyo expediente carcelario se anota “no muestra ningún arrepentimiento”; A Francisca Mallén Pardo, detenida el 18 de agosto por ser novia del anarquista José Espuis Buisán, también fusilado el mismo día.

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