"(...) En rigor, el exterminio del rival político actuó como una forma de
darwinismo social militarizado, con el objetivo más o menos explícito de
restablecer en el poder en manos del sector reaccionario, formado por
la burguesía, los terratenientes, la Iglesia católica y el Ejército.
Todo ello supo verlo ya en 1938 Antonio Bahamonde. Una vez asegurado
el éxito de Queipo de Llano en la capital de Andalucía, se inició el
avance de los sublevados por los pueblos. En todos ellos se repetía un
mismo patrón.
Columnas armadas salían cada mañana desde Sevilla para
regresar por la noche con camiones cargados de prisioneros atados con
cuerdas. “En las ciudades el dolor, en cierto modo, se diluye.
No se percibe en toda su intensidad.
Para conocer en sus justos términos
la matanza feroz cometida en Andalucía, hay que visitar los pueblos […]
Si en las capitales la represión ha sido tremenda, en los pueblos ha
sido algo trágico, con facetas horribles, de imposible descripción. En
España no habrá paz ni alegría en tres generaciones.”
La represión,
según observa Bahamonde, seguía en todos los casos un mismo orden:
“Los ejecutores van a buscar a un deudo; al no encontrarlo, se llevan
a otro, que no buscaban ni sabían que existiera, fusilándolo en vez del
fugitivo. Si aparece éste corre la misma suerte. Los familiares ya son
autómatas, sin moral, sin voluntad para oponerse a la oleada de sangre
que todo lo invade.
Están dominados por el terror, que es la más
poderosa arma nacionalista. No ha sido un desbordamiento de Falange o de
militares exaltados lo que ha ocasionado tanto crimen, no; no ha sido
eso. Ha sido el crimen organizado desde el poder. Ha sido Queipo, el que
todas las noches, por la radio, amenazaba con arrasar pueblos enteros”. (...)" (Miguel de Lucas, CTXT, 22/12/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario