27/7/17

"Avisa en casa que me llevan detenido y me van a fusilar".

"Celso Fernández García era alcalde de Langreo, de Izquierda Republicana, y tenía un comercio. Dicen los que le conocieron que era un "negociador nato", cualidad que combinaba con un carácter conciliador. Fue apresado el 22 de octubre de 1937. Fusilado el 6 de enero de 1938. Estaba acusado de haber detenido durante unas horas a dos religiosos que incumplieron la Constitución Republicana. 

No se despidió de su familia, sólo pudo informar a un vecino: "Avisa en casa que me llevan detenido y me van a fusilar". Nadie lo volvió a ver. Esta es una de las 6.200 historias de la represión en Langreo durante la posguerra, memoria perdida que está recopilando el historiador Manuel Fernández Trillo. Estima que aún le quedan, al menos, otras tantas biografías por recoger.  (...)

Y ya ha documentado a 6.200 personas que sufrieron la represión. No sólo fusilados o encarcelados, también las multas, las incautaciones: niños que tenían que pagar cinco pesetas por recoger castañas en caminos públicos o amonestaciones de 200 pesetas, cuando los sueldos rondaban (en el mejor de los casos) las 300 pesetas. También los que sufrieron aislamiento, a los que se les negó el derecho a trabajar y a la beneficencia.

La represión social fue especialmente dura con las mujeres. "Yo viví gracias a mis vecinas", le dijo a Fernández Trillo una de las entrevistadas en la zona rural. Y así, cientos de langreanas. Las mujeres suponen, por el momento, el catorce por ciento de las biografías recopiladas. "En el Alto Nalón, la represión entre las mujeres fue aún más brutal", afirma el historiador. En Aller llamaba la atención el alto índice de asesinatos: de 4.500 personas que votaron al Frente Popular, 800 fueron asesinadas. En Langreo, añade el historiador, "había un claro objetivo de terminar con los obreros".

Que nadie se movilizara, que los "agitadores" estuvieran aislados. "El ochenta por ciento de los casos que encontramos eran personas dedicadas al trabajo manual, mineros, albañiles o del sector de la metalurgia", señala Fernández Trillo.

Quisieron terminar con "los faberos", aquellos trabajadores que tenían una huerta o varias cabezas de ganado. "Si tenías algo más que tu trabajo, podías sobrevivir a una huelga", matiza el historiador. Se popularizó entonces la contratación de personas que llegaban desde Galicia y Extremadura, los que no tenían nada salvo el tajo.

Los maestros también estaban en el punto de mira. Dice Fernández Trillo que la represión fue "brutal" con ellos, incluso con los docentes que apenas ejercieron: "Unos meses antes de la sublevación militar hubo unas oposiciones. Los que aprobaron nunca consiguieron una plaza, pero aparecen 'marcados' en los documentos", explica. También los sanitarios y los comerciantes, como Celso Fernández García. (...)"              ( 17.07.2017)

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