"Siete lugares de barbarie y dignidad
(...) Los refugios antiáreos de Almería
Gloria Sevilla era una niña de apenas
diez durante la Guerra Civil. En su memoria tiene grabado cómo sus
vecinos tropezaban ante las puertas del refugio antiáreo de su Almería
natal. “Con aquellos cañonazos, ¿quién iba a ser capaz de salir a la
calle?”, se pregunta esta mujer en la obra de María Serrano. Su
testimonio sirve para explicar la caída de la última provincia andaluza
fiel a la República: Almería.
A finales de mayo del 37, navíos de guerra alemanes bombardearon la ciudad de Almería, dirigidos por la mano directa de Hitler. Aquel día negro acabó con un balance de 40
muertos, 150 heridos y unos 200 edificios destruidos. "Qué miedo y qué
asfixia daban aquellos refugios. Encima se veía tan poco que no se sabía
ni cuantos éramos. Nos entraba descomposición de cuerpo. Era muy
imponente”, prosigue Gloria Sevilla.
Estos refugios, rehabilitados en el año
2006, se han convertido en un testigo vivo de aquel horror vivido por
los almerienses. El Gobierno republicano mandó construir una red de
refugios a nueve metros de profundidad, extendida por túneles de casi
cinco kilómetros de extensión, gracias a la labor del arquitecto Guillermo Langle,
el ingeniero de canales José Fornieles y el ingeniero de minas Carlos
Fernández. Tenía capacidad para albergar a 34.000 personas.
Los Muros de Puerta de Tierra de Cádiz
Los muros de Cádiz han sido testigos de
infinidad de asesinatos. La ciudad de Cádiz tardaría apenas 48 horas en
caer en manos del ejército sublevado. La historiadora Alicia Domínguez
apunta en su libro El verano que trajo un largo invierno que las
víctimas del fascismo en Cádiz ascendieron a 4.600, aunque los fusilados
en la posterior represión alcanzaría la cifra de 13.845 gaditanos, asesinados en ejecuciones que se convirtieron dentro de la ciudad en puro espectáculo.
Los
asesinatos se justificaban por sus verdugos porque era urgente la
eliminación de enemigos contrarios a la patria. Solo en el primer mes de
control fascista en la ciudad se produjeron 111 víctimas. A partir de 1937 el destacamento militar continúa con la represión por toda la provincia a través de juicios sumarísimos. (...)
Carretera de Víznar a Alfacar (Granada)
“Eran la mayoría africanistas y estaban
acostumbrados a los métodos represivos que practicaron en la guerra de
Marruecos. Los utilizaron en la represión de Granada, con una crueldad inusitada
desde el principio”, señala el investigador. Solo la matanza
indiscriminada en la conocida carretera de la muerte dejó entre los
municipios de Víznar y Alfacar más de 2.500 asesinados del régimen de Franco.
Queipo de Llano, jefe del ejército
franquista en Andalucía, dio el visto bueno a la ejecución de Lorca en
el barranco de Víznar. El 18 de agosto, el poeta sería trasladado junto
al maestro Dióscoro Galindo en un coche hasta la finca de Las Colonias, donde coinciden con los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.
Lorca pasa sus últimas horas encerrado en la planta baja. Los reos son
conducidos a la carretera que une Víznar con Alfacar. Lorca muere
fusilado en la madrugada del 19 de agosto, al pie de un olivo.
La cárcel provincial de Huelva
Desde finales de los 60 y hasta 1978, la dictadura franquista convirtió
la antigua Prisión Provincial de Huelva en un centro de internamiento de
homosexuales, que eran castigados al amparo de la ley denominada de
Vagos y Maleantes. El médico franquista Vallejo-Nájera diagnosticaba los
síntomas de la homosexualidad como “holgazanería, importunidad,
tendencias cleptómanas, agresividad, vagabundeo, etc”.
Con esta tesis se justificaba el electroshock y la esterilización forzosa
para impedir la “propagación” de este colectivo. La persecución
comenzaría desde el inicio de la Guerra Civil, y es que ya en 1936
Queipo de Llano radiaba ante los micrófonos de Radio Sevilla esta
proclama: “Todo afeminado o invertido que lance alguna infamia sobre
este Movimiento, os digo que lo matéis como a un perro”. (...)
La antigua cárcel de mujeres de Málaga
La cárcel vieja de Málaga sirvió de prisión y hacinamiento para más de 4.000 presas republicanas que
pasaron hambre, miseria y penurias desde la ocupación de la capital por
las tropas franquistas en febrero de 1937. El conocido Caserón de la
Goleta, en pleno centro de la ciudad, sería la sede principal de la
antigua cárcel de mujeres de Málaga. En ella se llegaron a albergar en
el frío invierno de aquel año
a más de 400 mujeres en habitáculos en las que apenas había cabida para un centenar. Más del 60% eran de la provincia y el resto procedía de la capital o de otras ciudades.
a más de 400 mujeres en habitáculos en las que apenas había cabida para un centenar. Más del 60% eran de la provincia y el resto procedía de la capital o de otras ciudades.
La mayor parte de las malagueñas encarceladas
eran jóvenes entre 21 y 40 años, aunque la represión se extendió a
todos los grupos de edad. La violencia no entendía de edades sino de
actitudes ideológicas. Las que procedían de la provincia, en su inmensa
mayoría, y un tercio de las residentes en la capital, firmaban con el
dedo.
Prácticamente todas aceptaban el defensor que le asignaban y
ninguna recurría a profesionales para su defensa en los consejos de
guerra y en los juicios sumarísimos, sino a pliegos de firmas de los
vecinos o avales, resultando estos una interesante línea de
investigación que demostraría ese aspecto de guerra de clases y de
miserias humanas tan propia de esta etapa negra de la historia.
Su vida cotidiana estaba marcada por un
fuerte ejercicio de limpieza psicológica por parte de las autoridades
franquistas, ya que eran calificadas como seres inferiores y perversos.
Así lo destacaba en los informes de aquella cárcel Antonio Vallejo-Nájera,
jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares del aparato franquista.
De su experimento con reclusas arrojaba que eran “libertarias
congénitas, revolucionaras natas que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas constitucionales desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja masculina”.
La Comisaría de Investigación de Jesús del Gran Poder
En pleno corazón de Sevilla, en la actual calle Jesús del Gran Poder,
se encontraba lo que fue durante los primeros meses de la guerra en uno
de los principales centros de terror y detención creados por el
ejército franquista. El lugar había sido durante la II República sede de
la Escuela Nacional de Magisterio.
Antonio
Bahamonde, delegado de propaganda del general golpista Queipo de Llano,
tras su exilio, y el actor Edmundo Barbero, dejaron escrito en sus
memorias cómo las aulas fueron transformadas en salas de tortura. Bahamonde y Barbero
narran detalles cómo en la antigua clase de Fisiología de esta escuela
“había un piano y un cencerro muy grande, la misión era que no se oyeran
los interrogatorios”, mientras que “las vitrinas estaban llenas de varas de acebuche y de vergajos” para las palizas que allí se cometían.
La última parada para los presos, la mayoría de ellos “condenados a muerte”,
era el patio número tres, decorado con vidrieras. “Siempre estaba lleno
de gente, puesto que los que entraban por la mañana habían de ser
fusilados por la noche”. El sonido sobrecogedor de las torturas y
palizas hacían que aquella calle no fuera apenas transitada por nadie
durante la guerra.
El centro como tal duró apenas seis meses.
La Comisaría de Investigación y Vigilancia desarrolló su actividad entre
el 25 de julio y el 12 de noviembre de 1936 al mando del capitán Manuel
Díaz Criado, que dirigía la organización de todo el aparato represivo
en Sevilla. La mayoría de los condenados a muerte salían de allí en
dirección a las tapias del cementerio de San Fernando." (Público, 06/05/17)
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