18/11/16

"La dejaron tener en la celda a nuestra hermana pequeña, que tenía meses, pero enseguida se la quitaron. Y se ve que la guaja extrañó a la madre y enfermó. Ya no dejó de llorar hasta que murió"

"(...) Quiere que Agustín Alonso le cuente su primer trabajo: "Pues eso, que yo tenía ocho años, si los tenía. Nos obligaron a los tres guajes que quedábamos en el pueblo, Prudencio, Lucinio y yo, a que enterráramos bien los cuerpos de unos fusilados que los lobos habían vuelto a sacar a la superficie. 

Eran 10 ó 12, pero no se me olvidará uno de ellos: vestía un chaleco nuevo de pana y pantalones a juego; reloj y sombrero. Nunca he dejado de preguntarme quién sería aquel hombre". Quiere Rotilio que Desiderio y Laurentino Rodríguez, de pie sobre la tierra que suponen guarda los restos de su padre, le hablen del día que se llevaron a su madre a la prisión de San Marcos, en León:

 "La dejaron tener en la celda a nuestra hermana pequeña, que tenía meses, pero enseguida se la quitaron", dice Desiderio. "Y se ve que la guaja", añade Laurentino, "extrañó a la madre y enfermó. Ya no dejó de llorar hasta que murió". "Se llamaba Fermina", apunta un hermano. "Se llamaba nada", corrige el otro, "porque no estaba bautizada y el cura la enterró en un rincón del cementerio".

  El tiempo fue pasando, pero el silencio seguía envolviéndolo todo. La represión franquista en el Ayuntamiento de Villamanín había sido tan brutal que una de sus consecuencias más duraderas fue el miedo. "Todo el mundo sabía cosas", explica, "pero nadie las quería contar. Incluso familias que tenían muertos preferían callar. 

Decían: bueno, ya no vamos a revolver más el asunto. Ésa era la frase. Mataron a muchísimos. A mi padre le mataron hermanos, le mataron cuñados; a mi madre le mataron al padre. Pero cuando intentabas sacar la conversación, se retenían, no te contaban. A mí el que más me contó sobre la guerra fue aquel tío mío que estuvo por el monte".

El tío de Rotilio se llamaba Armando Bayón. Su historia se merecería mucho más, pero en resumidas cuentas se puede decir que estuvo escondido de 1937 a 1950. "Él y otros muchos", explica su sobrino, "hasta que los fueron matando a todos. Sólo quedaron vivos él y otro más. 

En el invierno de 1945, bajó al pueblo de Busdongo. Allí lo escondieron en casa de María, una mujer de izquierdas, viuda y con un hijo. Pero, como mi tío no aparecía ni vivo ni muerto, los guardias civiles redoblaron los registros. 

Si lo encontraban escondido en una casa, lo matarían a él y a su protector. Así que tuvo que volver al monte, pero en el invierno de 1947 el frío le arrancó las uñas de los pies. Bajó de nuevo al pueblo y lo metimos en casa. Mi padre le hizo un escondite en un armario, detrás de la ropa. Un día llegaron los guardias. Mi tío se metió en el armario con la pistola que siempre llevaba encima. Ya nos había dicho que si lo sorprendían, se pegaría un tiro antes de caer preso. 

Un guardia se acercó al armario, lo abrió, apartó la ropa, lo vio allí, de pie, con la pistola en la mano... Y volvió a poner la ropa en su sitio y cerró la puerta. No sabemos por qué lo hizo. Al día siguiente mi padre consiguió arreglar para que mi tío marchara a Vigo. 

Estuvo cerca de un año. A principios de 1951, marchó en un barco para Brasil. Llevaba documentación falsa con el nombre de un muerto. Al parecer, se la proporcionó un oficial de la Guardia Civil que trabajaba para el PCE...  (...)"         (El País, 05/09/04)

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