"(...) La política hidráulica se erigió entonces como un
excelente mecanismo para orientar la gestión pública y dar la imagen de
que, pese a todo, Franco solucionaba los problemas de sequías, hambre y
paro que asolaban al país.
Pero muchas de estas obras también estaban
caracterizadas por la represión más cruel y horrible que un régimen
autoritario como el español podría otorgar.
Según datos del Centro Documental de la Memoria Histórica
de Salamanca, entre 367.000 y 500.000 prisioneros pasaron por los
campos de concentración y los batallones de trabajadores. Se trataba de
presos políticos que eran condenados a trabajos forzados en pro de la
"reconstrucción del país", participando en la construcción de
aeropuertos, pantanos, ferrocarriles, minas, puertos, canales y en
auténticos emblemas franquistas como el Valle de los Caídos.
Los trabajos forzados eran justificados por el régimen a través del mecanismo de redención de penas por trabajo. El discurso, que pretendía ser tradicional e innovador al mismo tiempo,
amparaba la dedicación en condiciones de "esclavitud" de los
represaliados justificando el "derecho al trabajo" de los presos.
La
realidad era otra. En 1940, el sistema carcelario español tenía
capacidad para 20.000 reclusos, cuando en realidad había 280.000, que serían utilizados como mano de obra barata. (...)
Según escribió la Dra. Josefa Dolores Ruiz Resa, profesora titular de Filosofía del Derecho de la Universidad de Granada, en Los derechos de los trabajadores en el franquismo,
"el trabajo se utilizó para el control y la reeducación de la
población, siempre bajo vigilancia y sometida a una propaganda
constante".
La explotación económica a la que se vieron sometidos los
represaliados hizo que los fantasmas planearan de nuevo sobre obras
públicas como las presas y los embalses. La alargada sombra de la Guerra
Civil, materializada en las fosas comunes debajo de millones de metros
cúbicos de agua, se extendía en la dictadura a través de los trabajos
forzados, que condenaban a miles de personas por sus ideas políticas.
Más de 400.000 encarcelados, según eldiario.es, sirvieron como mano de obra gratuita para compañías públicas y privadas. Algunas de ellas,
tan conocidas como FENOSA (actual Gas Natural Fenosa), Acciona, Huarte
(actual OHL), Dragados (actual ACS) o Hidroeléctrica España e Iberduero
(actuales Iberdrola).
Los conocidos esclavos españoles, tal y como los describió Jordi Évole en el programa Salvados,
fueron fundamentales en la construcción de muchas obras públicas,
incluidas las que afectaban a presas y embalses.
En el caso del pantano
de Barrios de Luna, cerca de cincuenta "fueron empleados para los
trabajos más duros como la apertura del canal de abastecimiento de la
central hidroeléctrica de Mora de Luna y la construcción del dique de
retención de aguas frente a la presa", según la investigadora Ana María
Villanueva Fernández en su tesis doctoral El Embalse de Luna y las causas de degradación del patrimonio.
"Los presos políticos que participaron en las obras, consecuencia de la
Ley de vagos y maleantes, eran alojados en barracones diferenciados
cercanos a las obras y custodiados por la Guardia Civil. Apenas tenían
contacto con el resto de obreros, pues los trabajos que realizaban eran
los más penosos y siempre separados del resto", añade la historiadora.
En el caso de Arija,
258 presos participaron en la finalización del pantano del Ebro, cuya
construcción comenzó durante la II República. El embalse del Cenajo en
Murcia, según el historiador Víctor Peñalver, se convirtió en una auténtica "tumba". Incluso el diario conservador La Gaceta, que tildó el programa de Évole de "falsedad", admitió la existencia de presos en este tipo de trabajos forzados.
El pantano de la Muedra, el embalse de de Benagéber o el Canal de los Presos emplearon a represaliados por el franquismo como mano de obra barata. Como ha podido confirmar Hipertextual,
según la información consultada en el Archivo de la Fundación Nacional
Francisco Franco, esta última obra, conocida también como Canal del Bajo
Guadalquivir, utilizó presos políticos organizados en las llamadas colonias penitenciarias.
La represión franquista no sólo alcanzó a los obreros. También llegó a
aquellos que dirigían la construcción de pantanos como el de Gabriel y
Galán de Cáceres. El ingeniero Juan Bonilla fue
apartado de esta obra por sus "ideas comunistoides", de acuerdo con los
informes ministeriales a los que este medio ha tenido acceso.
Corría el
año 1.954, pero el fantasma de la Guerra Civil y la dictadura planeaba
con más fuerza que nunca sobre estas construcciones impregnadas de
propaganda. (...)" (Ángela Bernardo, Hipertextual, 18/07/16)
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