"(..) Una conmoción ética se ha producido. El informe del veterano lord
John Chilcot –nueve años de trabajo y doce volúmenes de resultado– es
una de esas singularidades que se producen en Gran Bretaña, junto a los
sombreros de la Reina y la vestimenta más cursi que cualquier paleto
pudiera imaginar.
El documento encargado por el Parlamento sobre la
alucinante invasión de Iraq, el derrocamiento de Sadam y el incremento
del conflicto en la zona ha dado sus resultados.
Los tres
organizadores de la matanza moderna más cruel y de mayores consecuencias
para nuestro futuro son tres irresponsables, según el equilibrio
lingüístico británico, y tres asesinos en masa, conocidos en el lenguaje
posterior a Nuremberg 1945 como criminales de guerra.
Un idiota
(un idiota de catálogo), cuyo acto más significativo fue dejar de beber
para desgracia de la humanidad y dudoso beneficio familiar. El muñidor
Tony Blair, un buscador de fortuna, cuya capacidad de desvergüenza
verbal y física me supera –se convirtió al catolicismo apenas terminado
su periodo criminal–; daría hasta lo que no tengo por saber qué le
pusieron de penitencia, 487 padrenuestros.
Tantos como los muertos que
provocó. Y por último, el atleta político de los 180 abdominales, digno
heredero del más cínico periodista que hubo en España, Manuel Aznar
Zubigaray, donde eran tan habituales como las chinches. El retoño, de
pronto, asumió el papel de estadista circense, con una locución nasal
que provocaba más risas que Harpo, el mudo de los hermanos Marx.
En
el 2012, los que se creen los reyes del universo, Bush y Blair,
acompañadores de un señorito mesetario, que dudo sepa situar Palmira, se
lanzan a la operación militar más importante desde la Segunda Guerra
Mundial.
Nada menos que trasladar el conflicto de la Europa de 1945 al
indescifrable mundo musulmán: invaden Iraq, derriban a Sadam Husein e
inmediatamente se dan cuenta de que la desaparición del dictador
significa el vacío absoluto. Envían a un gringo de granja con botas de
anuncio y aquello es el caos.
Un Estado no es una mezcla de tribus, sino
un sistema aferrado a un dictador que equilibra los poderes. Así era
antes de los ingleses y después de los ingleses; siempre y cuando el
petróleo quedara garantizado.
Aquellos tres arrebatados
occidentales abren la guerra política más compleja del siglo XXI, y con
una irresponsabilidad a prueba de carro de combate alimentan militar y
socialmente a las milicias islamistas. Su inminente enemigo. Es
significativo que nadie quiera contar que los fugitivos de Siria
vivieron en situación de seminormalidad desde el 2012 y que empezaron a
huir en el 2016.
¿Qué pasó entre medio? ¿Eran el poder? ¿Conservaban su
estatus y colaboraban con las milicias islámicas que dominaban el
territorio, armadas por Arabia Saudí y Estados Unidos? Si la guerra
empezó en el 2012, ¿cómo es que aparecen en el 2016 emigrantes afganos,
sirios, iraquíes… Tomando como modelo la guerra civil española sería
incomprensible.
Pero ahí cuentan las religiones, los apoyos
externos, el intento norteamericano de derribar a El Asad de Siria, que
se saldó con la mayor vergüenza militar que uno pueda imaginar. Es como
si antes de salir corriendo de Vietnam los norteamericanos les hubieran
pedido ayuda a los chinos para sobrevivir en aquel berenjenal en el que
voluntariamente se habían metido. En este caso, a los rusos.
Si
siempre se ha dicho que el intento de ocupar Egipto durante el conflicto
del Nilo (1956) fue la última gran operación colonial de Occidente,
ahora podríamos añadir, a falta de muchos datos, que la aventura
afgano-sirio-iraquí –no digamos libia– que se inició en 2012 es una
parodia de aquellas grandezas imperiales que relata Aznar con su acento
nasal de empleado de los señores que hablan un inglés suelto.
Pero
ese criminal de guerra ha pasado por las arenas del desierto,
asesinando niños, mujeres y ancianas –eso que repiten tanto para
conmovernos cuando se trata del malvado adversario–.
Seríamos unos
frívolos irresponsables si no exigiéramos responsabilidades por el más
de medio millón de muertos que ha costado la machada, y si no dejáramos
de admitir que ese chulillo de chiscón siguiera dando lecciones de cosas
de las que no sólo no tiene ni idea sino de las que ha sido
responsable.
¿O sea que Sadam tenía armas de destrucción masiva?
“Bueno, la verdad es que estábamos equivocados”. Una panda de cínicos.
Ni un servicio de información occidental hubiera apostado un penique;
conocían Bagdad y Sadam, porque le daban de comer ellos. ¡Pero tú, José
María Aznar, fuiste el más animoso en llevar una guerra, en la que nada
te iba más que la fatuidad de mediocre con ambiciones, que costó medio
millón de muertos!
¿Y nadie de esos partidos arrogantes y
revolucionarios, entre comedero y comedero para su colocación en el
negocio gubernamental, se atreverá a algo tan político y tan radical
como poner en el banco de madera oscura de un juzgado a un tipo simple,
malévolo, arrogante y sobre todo desdeñoso del ser humano, sea de
Valladolid o de Tikrit, para plantearle que los últimos criminales de
guerra no son los militares, que organizan la batalla, sino los
gobernantes que ordenan la matanza?
Como si los muertos fueran
siempre anónimos y volviéramos a las colonias. ¿Aznar, criminal de
guerra? Pues sí señor, como Bush o el Blair recién confesado. Porque
toda esta oscura historia está repleta de sangre y basura, como los
refugiados. Carne de cañón, que durante años estaban desaparecidos.
Ni
se tuvo noticia de refugiado alguno, y ahora las potencias europas,
empezando por la presión de Estados Unidos, no hay día que no nos
recuerden que ¡es nuestro problema!, que echan sobre la pobre Grecia. (...)
La izquierda, si se ha distinguido en algo en la historia española,
es por reivindicar causas evidentes, aunque fracasara. Hay un banco en
el juzgado, aquí o en La Haya, que le corresponde a José María Aznar,
por criminal de guerra.
¿Eso no forma parte de la ruptura entre la casta política y la clase política?" (Qué hacemos con un criminal de guerra, de Gregorio Morán, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 16/07/16)
No hay comentarios:
Publicar un comentario