"A mi padre lo sacaron de casa a las cinco de la mañana a punta de
pistola. Le ordenaron cavar una fosa para siete jóvenes que iban a
fusilar. Cuando volvió se metió en la cama helado de frío y lleno de
miedo.
Creyó que le iban a matar a él. No volvió a salir en tres meses".
En noviembre de 1937, una camioneta transportaba a unos presos desde el
cuartel de la Guardia Civil en San Emiliano (León), donde habían
permanecido dos semanas sometidos a torturas y vejaciones por su lealtad
a la República, hasta San Marcos,
el campo de concentración donde se hacinaron más de 7.000 personas.
Un
conocido falangista siguió al camión en moto y le ordenó que parase.
"Hay que fusilarles, son guerrilleros". Les mataron al lado del antiguo
puente de San Lorenzo, que unía los pueblos de Miñera y Mallo, cubierto
hoy por las aguas del embalse de Barrios de Luna.
Pedro, Francisco, José, Porfirio, Luis, Eloy, José. Son los nombres de
los siete jóvenes fusilados aquella noche. Sobre sus restos echaron
primero tierra y después agua. En 1956, el dictador Francisco Franco
inauguró el pantano sobre el río Luna, que puede verse al cruzar la
autopista AP-66 con dirección a Asturias. Ochenta años después del golpe de Estado del 18 de julio contra la II República, sus familias han dado por imposible la localización de los cuerpos para darles un entierro digno. (...)
"Pedro tenía 25 años cuando lo mataron. Él y otros cinco fusilados
procedían de Torrebarrio, del barrio de arriba, que los falangistas
incendiaron varias veces durante la Guerra Civil en
busca de los republicanos. El séptimo era de Villasecino, otra aldea del
municipio de San Emiliano".
Quien habla así es Manuel, el sobrino del
desaparecido, que lleva una década buscando sus restos. Antes, sin
éxito, lo hicieron su padre y su abuelo. La familia sabía que lo habían
"paseado" porque el joven, a la salida del cuartel, pudo entregarle el
reloj que tenía a su hermana. Llevaba las manos atadas con alambre de
espino. "Nos van a matar", le dijo. Nunca más volvieron a verle. (...)
"Utilizaron técnicas bárbaras vistas en las guerras coloniales
en Marruecos", asevera Bedmar. El sumario localizado en Sevilla es,
según el historiador, uno de los pocos casos en los que la justicia
inició una actuación por los excesos cometidos por los derechistas.
Abusos sexuales contra las mujeres, amputaciones de partes del cuerpo y
fusilamientos extrajudiciales son algunas de las técnicas represivas
documentadas por expertos como Bedmar, quien apostilla que se trató de
técnicas "mucho más esporádicas" en la España republicana dado que eran
métodos que se aplicaban en la guerra racial y colonialista en el
continente africano, del que procedían muchos militares que se
levantaron en julio.
El Consejo de Guerra que juzgó a los represores se
abrió por la denuncia del jefe de La Falange de Iznájar. Despechado por
el asesinato de su tío, aunque omitiera este detalle de parentesco en la
propia denuncia, obligó a la justicia franquista a evaluar la represión
de la zona, aunque terminaran por ampararla, según recoge Bedmar en Cuadernos para el Diálogo.
Muchos de los asesinados en aquellos días reposan hoy bajo el embalse
de Iznájar, inaugurado por Franco en 1969. "Se ha perdido también la
orografía del terreno situado bajo el pantano. Es imposible plantearse
un trabajo [de búsqueda y exhumación] así, por eso es importante
rescatar la historia", apunta el investigador a este medio. (...)" (Hipertextual, 18/07/16)
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