Mercedes Núñez Targa
"(...) Hace un año llegó a mis manos
la copia escaneada de una carta de Mercedes Núñez Targa fechada en Vigo el
14 de diciembre de 1982.(...)
A lo largo de seis
páginas Mercedes narra los episodios vividos desde que es detenida por los
nazis en Carcassonne en mayo de 1944 hasta la liberación del campo de
Ravensbrück en abril de 1945.
El periódico Faro de Vigo publica hoy la historia de esta carta.
El periódico Faro de Vigo publica hoy la historia de esta carta.
Vigo, 14 de diciembre de 1982
Querido amigo:
Apenas convaleciente de una gripe feroz
que me ha dejado bastante mal, le ruego que me excuse si lo que le
escriba carece de rigor y de soltura, porque como se dice, el horno no está
para bollos; pero no quiero demorar la respuesta, no sea que vuelva la gripe y
me deje definitivamente fuera de combate...
Detenida en
Carcassonne por participación en la lucha contra el
ocupante nazi, pasé de allí al Fort Romainville (París) y al campo
de Sarrebruck, donde permanecimos ocho días, siempre encerradas y con
sopas de ortigas como único menú.
De Sarrebruck fuimos
transportadas al campo de Ravensbrück. Nos llevaron durante cinco días en
vagones de ganado precintados y con el único ventanuco recubierto de
alambra de espino. En mi vagón, 53 mujeres. Nos habían dado un bocadillo, que
fue lo único que comimos durante los cinco días.
En un ángulo un enorme barril
para orines y excrementos, que permaneció así durante los cinco días hasta
desbordarse. Para beber, habíamos conseguido (sistema D) una botella de 1/2 l.
que una compañera pasaba en cada estación por entre los alambres de espino
pidiendo agua en alemán, procedimiento por el que pudimos obtener un
mínimo de bebida, equitativamente repartida, que nos permitió llegar
vivas.
En Fürstenberg sobre
el Oder (la estación próxima a Ravenbrück) nos
esperaban SS y perros, que bajo la amenaza de los látigos y las
dentelladas nos condujeron hasta el campo de Ravenbrück.
Allí no nos permitieron comer ni
acostarnos. Eran las cinco de la tarde (junio 1944) y durante 12 horas tuvimos
que permanecer en posición de firmes, guardadas por SS y kapos. A las cinco de
la mañana nos introdujeron por grupos en unas duchas y allí nos dejaron,
tal como vinimos al mundo. Nos arrebataron absolutamente todo, incluso
pañuelos, sostenes, paños higiénicos. A las que tenían bellas cabelleras
se las cortaron (hacían tejidos con ellas) y a algunas les obligaron a soportar
examen íntimo.
40 días permanecimos hacinadas en una
barraca, sin salir más que a las extenuantes formaciones (appel)
donde había que formar impecables líneas rectas y el mover la cabeza, una
mano, un pie, etc. o cuchichear lo más mínimo representaba recibir
gran cantidad de salvajes latigazos. Las órdenes nos eran dadas por altavoz y
en alemán y cuando no las entendías, garrotazo. Aprendimos alemán a una
cadencia rapidísima!
Las antiguas del campos nos advirtieron:
no digáis que estáis enfermas. Enfermedad = cámara de gas.
En esos 40 días hicieron la selección: a
un lado las "útiles", jóvenes y sanas que podríamos trabajar. Al
otro, las inútiles que había que eliminar. Exámenes pseudomédicos
determinaron -nosotras totalmente desnudas- quienes eran las enfermas, las
que tenían defectos físicos, las ancianas, las embarazadas. Todas ellas fueron
destinadas al exterminio.
Las otras tuvimos que marchar a
un Kommando situado en las inmediaciones de Leipzig. (HASAG,
complejo metalúrgico). Quisiera aclarar un error
que generalmente se comete. No pasamos a ser algo así como obreras
libres. Seguíamos bajo el régimen del campo de concentración con todo su horror
y demás se nos obligaba a trabajar en esa fábrica de armamento, 12 horas por
día, siempre de pié, comiendo una sopa por día y una pequeña rebanada de un pan
que tenía de todo menos harina.
Los magnates de la industria alemana habían
decidido así aprovechar hasta el fin nuestra mísera fuerza de trabajo y habían
hecho estudios científicos según los cuales en las condiciones que nos eran
impuestas teníamos una esperanza de vida de 9 meses. la enfermedad, un
accidente era el "transport", es decir una expedición que terminaba
en el crematorio, pasando por la cámara de gas. (...)
Éramos allí 6000 mujeres
de Ravensbrück, más 1000 deportado hombres que estaban en campo aparte.
Otros cuantos miles de prisioneros de guerra, que estaban en
un stalag y un pequeño puñado de obreros alemanes especialistas
(técnicos, rectificadores, etc.) más, evidentemente, los
jefes nazis de la fábrica y los SS que paseaban por allí
anotando cuanto hacíamos las presas para luego, en el campo, imponernos
salvajes castigos.
Todo ese horario inhumano, no nos eximía
del "appel", las grandes formaciones diarias en posición de firmes,
no menos de dos horas diarias, pero casi siempre más, puesto que la más mínima
falta era sancionada colectivamente, con largos suplementos de appel, bajo
el frío, la lluvia, nevando, etc.
Nuestra actitud consistió siempre en
rechazar la condición de víctimas y considerarnos combatientes.
Hubo entre las presas la más estrecha solidaridad. A pesar del hambre se
renunciaba a una pequeña porción de comida para ayudar a las que se encontraban
peor.
La fábrica HASAG producía obuses. Considerábamos, pues, el
sabotaje como un deber primordial y la verdad es que los obuses y máquinas
quedaban inutilizados con gozosa frecuencia.
Puesto que los castigos (palizas, etc.)
jamás nos los imponían en la fábrica sino más tarde en el campo,
decidimos arriesgarnos a una acción de cara a reivindicar nuestra
condición de presas políticas frente a los obreros alemanes, a quienes habían
dicho que éramos ladronas, prostitutas, etc., a las que reeducaban por el
trabajo y con las que no debían hablar en absoluto, cosa tampoco fácil a causa
del idioma.
La ocasión nos la dieron los
propios nazis. A fin de hacer creer a los obreros alemanes que éramos
gente libre, pretendieron pagarnos en la fábrica, no con marcos, claro, sino
con unos bonos de cantina.
Al saberlo ocurrió algo extraordinario: 6000 presas,
de todas las nacionalidades de Europa, hablando idiomas distintos, de
diferentes ideologías, conseguimos ponernos de acuerdo,
rechazaríamos el bono, proclamando nuestra condición de presas políticas:
"No somos obreras libres, somos presas políticas, no queremos dinero
de Hitler", fue más o menos, la frasecita que, en
principio, había que decir en alemán como pudiéramos.
En realidad creo que se dijeron, en
medio de la emoción, las cosas más distintas. No le podría decir a Ud. si
yo lo dije en alemán, en catalán o en castellano o si dije siquiera algo. lo
esencial es que todas, absolutamente todas, las 6000 mujeres rechazábamos el
bono y que los obreros alemanes entendieron perfectamente el sentido
de la acción y, es más, que mereció su general simpatía.
Perdiendo el control,
los SS aquella vez repartieron a granel bofetadas y latigazos entre
las "obreras libres", lo que motivó una protesta de los obreros al
director, diciendo que algunas "obreras" habían sido apaleadas en
plena fábrica.
La cosa fue un éxito tan masivo que no
hubo siquiera represalias. Evidentemente, no podían ahorcarnos a todas y
cerrar la fábrica.
El campo
del Kommando Hasag fue abandonado por los nazis el 13
de abril de 1945, ante el avance de las tropas, por un lado americanas, por el
otro soviéticas, que coparon la ciudad de Leipzig. Obligaron a evacuar a
todas las prisioneras la noche del 13, excepto aquellas que por su desastroso
estado físico no podían andar -entre las que me encontraba- a las que tenían la
intención de destruir (volar el campo) pero que ante la premura de la huida
dejaron con vida, muy a pesar suyo.
Agregaré que en el campo central
de Ravenbrück mi número de matrícula era, por ejemplo, el 53.225 (en
junio de 1944) lo que da idea del volumen de la deportación femenina.
Y que en el Kommando de Hasag, éramos 8 españolas, que
permanecimos, entrañablemente unidas. (...)" (Búscame en el ciclo de la vida, 15/05/16)
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