"(...) Esperanza Martínez, conocida como “Sole” o “Conchita” en la
clandestinidad, nació y creció en una aldea, Atalalla de Villar del Sar
de Arcas en Cuenca, en las finca de un terrateniente en la que trabajaba
toda la familia.
Así, el trabajo y la muerte inundaban los días de su
infancia, sufriendo la pérdida de su madre cuando ésta tan sólo contaba
con 38 años. En el ambiente familiar celebró la victoria del Frente
Popular en el 36 cuyo recuerdo aún evoca con alegría a pesar de que sólo
contaba con 9 años cuando tuvo lugar.
De la guerra sólo recuerda el sonido de las bombas y la incertidumbre
por el futuro. Será tras la victoria franquista cuando su familia se
sitúe en el punto de mira de los falangistas. A pesar de ello, su padre
Nicolás se convirtió, secretamente para Esperanza, en punto de apoyo de
la guerrilla.
Ella y sus hermanas descubrieron la labor comprometida de
su padre tras comprobar que a veces en la almohada de la cama paterna
había un “hoyo” de más y que faltaba comida. Será entonces cuando
Esperanza le espete a Nicolás: “Déjate de tapaderas. Nos ponemos
[refiriéndose a ella y sus hermanas] al servicio de lo que haga falta”.
Fue así como Amancia, Amadora, Prudencia, Angelita y ella misma se
convirtieron en enlaces de la guerrilla antifranquista. A partir de
entonces, Esperanza se empodera y comienza a vivir una vida cargada de
compromiso político. Sin embargo, el acoso que sufrían por parte de la
guardia civil obliga a toda la familia a escapar uniéndose a la
Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón en 1949.
Uno de los relatos
más nítidos que me trasladó Esperanza narraba la vida cotidiana en el
monte: “Dormíamos de día. Leíamos, discutíamos, estudiábamos. Aprendimos
una formación política. (…) Algunas veces era estar días bajo una
tienda sin comida ni bebida y sin poder salir por los trastos al haber
nieve. Recuerdo los montes con cariño y respeto. (…)
Hubo traidores que
nos delataron, que se entregaron a la guardia civil. A partir de aquella
época se castigó a los puntos de apoyo y sobre todo eran mujeres. Los
castigos fueron horrorosos y las mujeres han sido las más perdedoras. Es
lamentable el olvido de la mujer como protagonista de la resistencia
antifranquista”.
En 1950 “Sole” se exilió a Francia a través de la organización del
PCE y se instaló en un pueblo cercano a París en el que pasaría muy poco
tiempo, ya que dos años después decide aceptar la misión de evacuar a
los guerrilleros que continúan en España. Será entonces durante un viaje
en tren a Salamanca, cuando la detengan a causa de una delación. A
partir de ese momento, Esperanza comienza a relatar las torturas físicas
en la comisaría: “Allí empezó la fiesta. (…)
Me devolvían ya negra, con
la camiseta pegada al cuerpo de lo que se me reventaba de los coágulos
de sangre. Pero no me han violado”. Esta última afirmación evidencia la
cuestión de la violencia sexual hacia las mujeres en la represión
franquista y la necesidad de Esperanza de constatar que,
afortunadamente, ella no corrió la misma suerte que muchas otras
compañeras.
Entre los insultos que recibía constantemente, destacaba por
la sobrada carga simbólica, el de “Puta Pasionaria”. Calificativo que
demuestra cómo no solamente era castigada por su oposición al régimen
sino también por traicionar el sumiso rol de género que, según la
concepción franquista, le correspondía.
A partir de entonces comenzaría un itinerario carcelario que la
llevaría de Burgos a Madrid y Valencia y que duraría 15 años. Fue en
1967 cuando Esperanza recuperaría su libertad. Durante su época como
presa política aprovechó para boicotear al régimen en la medida de sus
posibilidades como modista: “Si podía sacar 4 trajes, sacaba 2”.
Pero
también se obligó a mantener su dignidad y a seguir superándose
reivindicando su derecho a estudiar. No obstante, el objetivo que le
daba las fuerzas necesarias para resistir era claro: “Siempre tuve la
moral alta, mi problema era mi dignidad. Mi problema era salir con
dignidad de la cárcel. (…)
Entre la máquina [de coser], la lectura y las
labores que planteabas, tenías que intentar vivir. Por mucho que me
condenaran yo sabía que saldría con ganas de luchar y mantener mi vida
política”. Y así fue.(...)" (Esther López Barceló, Cuarto Poder, 19/05/16)
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