14/10/15

OHL, Acciona, ACS, El Corte Inglés crecieron gracias al trabajo esclavo de los presos en el franquismo

"(...) A las diversas condenas, ejecuciones, torturas, junto con las tareas depuradoras morales, sociales e ideológicas, se sumó la imposición de los trabajos forzados a los reclusos. Fue esta última, la modalidad violenta y punitiva más beneficiosa para el régimen franquista. 

En primer lugar, porque sirvió para disminuir el colapso penitenciario y reducir los costes de manutención de los reos: el sistema carcelario ordinario de enero de 1940, tenía capacidad para 20.000 reclusos cuando en España había 280.000[1], una cantidad de mano de obra en potencia que iba a ser traslada de la cárcel a los distintos y diferentes campos de trabajo. 

Durante la guerra, la tecnología represiva para los trabajos forzados, por excelencia fue el campo de concentración[2]. Tras 1939, el Destacamento Penal fue el principal hasta 1970, aunque coexistió con otras modalidades como las Colonias Militarizadas, los Batallones de Soldados Trabajadores (BST), Batallones de Trabajadores (BBTT) o los Talleres Penitenciarios, sobre los que existe una amplia y variada producción historiográfica[3]. El papel de los reclusos estaba premeditado y calculado (...)

La “ganga” de los reclusos trabajadores fue utilizada para obras dirigidas por instituciones estatales, Falange o la Iglesia y, por supuesto, por las empresas privadas, junto con el Estado las grandes beneficiadas esta represión. Las corporaciones empresariales privadas punteras, esenciales para el posterior desarrollismo económico, surgen, en gran parte, de su afinidad al franquismo y de la explotación de los trabajos forzados. 

Las infraestructuras construidas, pilares esenciales de la modernización del país, van desde carreteras, explotaciones mineras, obras hidráulicas –como el Canal del Bajo Guadalquivir[5] o el Embalse de Alberche[6]- o líneas ferroviarias –como la que unía Madrid y Burgos[7]- que dinamizaron los tres sectores de la economía en su totalidad. Las empresas que dirigieron estas obras –hoy día forman parte del IBEX 35- son reconocibles por todos: Huarte y Laín (OHL),  Entrecanales y Távora (Acciona) o Dragados (ACS), entre otras. 

Los trabajos forzados al servicio de las empresas continuaron, de manera oficial, hasta la década de 1970 aunque éstos pervivieron hasta los primeros años de la democracia, como demuestra el documental Els internats de la por[8], con los trabajos textiles en los talleres penitenciarios femeninos para El Corte Inglés. El mapa de los trabajos de los presos del franquismo, al servicio del Estado y del sector privado, quedaría configurado así:


Algunas investigaciones, como la del periodista Isaías Lafuente, se atreven a cuantificar en 780 millones de euros el beneficio/ahorro económico del binomio Estado-Empresas, producido por el trabajo de presos políticos y comunes durante el franquismo[9]. Hablamos de cantidades orientativas ya que todavía faltan muchos estudios monográficos sobre cada una de las obras en las que se destinó a trabajadores forzados.

 Esta falta de información es síndrome de la inaccesibilidad a los archivos de dichas empresas y del ocultamiento premeditado de los fondos del Tribunal de Cuentas, organismo que llevaba un control exhaustivo de los gastos de todas las obras que se hicieron durante la dictadura. 

Obtener una cifra exacta del rédito producido, por el uso de reos trabajadores, continúa siendo un objetivo a alcanzar pero podemos hacernos una idea con el siguiente ejemplo. En mi investigación sobre la construcción del embalse del Cenajo (Moratalla, Murcia)[10], en la que se instaló un Destacamento Penal para aportar presos a la obra, la empresa Construcciones Civiles (actual OHL) pagaba un jornal diario de 7 pesetas, en 1955, por doce horas de trabajo.

 Esta cantidad contrasta con la que recibía un jornalero agrícola en plena posguerra, entre 9 y 14 pesetas diarias[11]. Observamos una diferencia de en torno a un 50% entre ambos salarios separados por un espacio cronológico de quince años. Este análisis comparativo, entre trabajadores libres y reclusos, hace que no sea equívoco utilizar el concepto esclavitud para referirnos a estos últimos.

Los cimientos esenciales del desarrollismo económico de los años sesenta tuvieron, gran parte de su origen, en las políticas represivas ejercidas por el franquismo. La culminación de este proceso necesitó de las infraestructuras y las capitalizaciones del Estado y del sector privado producidas por los trabajos forzados. No se puede entender la bonanza económica, el aumento del nivel de vida, de la natalidad o de las importaciones, sin mencionar los consensuados factores como lo son el fin de la autarquía, los Planes de Desarrollo, el gobierno tecnócrata e incluso el contexto internacional de la Guerra Fría. 

A todas estas causas del desarrollismo español, debemos sumar los efectos producidos por esa violencia política para su completo análisis, que no deben faltar en la divulgación histórica y económica del proceso."                (Víctor Penalver Guirao ,   , en La Marea, 13/10/2015)

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