"(...) ¿Qué recuerdos tienes de la posguerra y del régimen franquista?
Cuando se acabó la guerra los falangistas mataban incluso a más
gente. Sólo por ser ellos más que nadie. La posguerra no duró como dicen
hasta el 41, no, no, el hambre y las fatigas las pasamos hasta bien
entrados los 50. Pasamos hambre y llevábamos las zapatillas y la ropa rotas.
Yo
he trabajado en la mina y haciendo carbón en el monte. Tu abuela
trabajaba limpiando y vendiendo pan. Andábamos muchos kilómetros todos
los días por el bosque. Recuerdo varios sitios donde había piedras con
cruces blancas pintadas con cal. Y los más mayores contaban que “esas
cruces que veis ahí son porque ésos no llegaron ni al cementerio”.
También recuerdo cómo cuando se pasaba junto a una formación de
falangistas había que “saludar la bandera”. Tengo una escena que no se
me borra de la memoria. Un hombre venía con la leche cargada en una
burra y unos falangistas le gritaron: “Oiga, ¿usted no ha visto la
bandera? Venga, hombre, salude usted la bandera, parece mentira, ¡arriba
España!”. Y el hombre respondió amedrentado: “¡Arriba España!”.
¿De qué forma te afectaron personalmente las injusticias del régimen franquista?
De muchas formas, pero sobre todo lo que más destacaría sería mi
encarcelación. Antes los sábados también se trabajaba, porque si no, no
teníamos ni para comer. Hubo un sábado que tres hombres del barrio
fuimos a hacer carbón. Uno de nosotros era un soldado que acababa de
llegar y tenía el día libre. Sin quitarse siquiera el uniforme, se vino
con nosotros.
Era verano y cuando veníamos de vuelta con el saco de
carbón cargado a la espalda, nos entró una sed terrible pero no teníamos
más agua. Así que entramos en un huerto y cogimos un racimo de uvas,
con tan mala suerte que el dueño del huerto nos encontró y nos dijo que
iba a denunciarnos a la Guardia Civil.
Esa misma tarde, la Guardia Civil se presentó efectivamente en
nuestras casas y nos llevaron detenidos. Dos semanas nos pasamos en la
cárcel sin saber qué iban a hacer con nosotros hasta que un día nos
dijeron... que nos trasladaban a otra cárcel. No lo podíamos creer.
Por
un racimo de uvas. Allí pasamos otras dos semanas de hambre y miseria
hasta que por fin nos dejaron libres. A todos, menos al soldado, al que
acusaron dios sabe de qué. No nos explicaron nunca de qué se nos
acusaba.
¿Hay algo que te gustaría hacer con estos horribles recuerdos? ¿Te gustaría ser indemnizado?
Hoy por fin puedo decir que ya no me da miedo hablar, porque la vida
que me queda ya es muy corta. Una indemnización tiene que ser muy
complicado porque yo no tengo papeles de mi abuela y los testigos que
había están todos muertos. Pero sí hay algo que me gustaría.
Aquí en el
pueblo van cada año los comunistas a una fosa común donde están
enterrados no sólo comunistas, sino trabajadores que tal vez tuvieron
una mala conversación con un falangista. Ellos van allí y ponen flores.
Me gustaría ir la próxima vez y contar la historia de mi abuela, la
Calderona. (...)" (CARMELA NEGRETE , Diagonal (Nerva, Huelva), 04/09/15)
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