"Julián Grimau fue llevado al paredón la madrugada del 20 de abril de
1963. Tenía 52 años. En un plan vertiginoso del régimen fue condenado
por un delito de “rebelión militar continuada” y fusilado en menos de 72
horas. Jueves por la mañana, Consejo de Guerra; viernes, Consejo de
Ministros y no-conmutación; sábado en la madrugada, ejecución.
“Fue
ejecutado a las cinco de la madrugada, ante los faros de unas
camionetas. Los reclutas del pelotón de fusilamiento estaban muy
nerviosos. Dispararon 27 balas, pero el oficial al mando tuvo que
rematarle con tres tiros de gracia. Nunca lo olvidaré", explicó el
abogado defensor de Grimau Alejandro Rebollo. (...)
Pero, ¿quién fue Grimau? ¿Por qué fue asesinado sin
piedad por el régimen de Franco? ¿Por qué la dictadura, en pleno proceso
de apertura, ignoró los más de 800.000 telegramas que llegaron a Madrid
pidiendo clemencia, entre ellos los del papa Juan XXIII, J.F. Kennedy,
Willy Brandt, Harold Wilson, Aldo Moro, Jean Paul Sartre o Nikita
Jruschov?
Las acusaciones del régimen nunca fueron probadas. "Fue
una burla a la verdad", dijo su abogado defensorEl día de su ejecución,
el 20 de abril de 1953, ABC publicó su supuesto expediente policial.
Grimau, según el régimen, había sido jefe de una checa situada en el
número 1 de la Plaza de Berenguer el Grande, de Barcelona, donde se
había procedido a la detención y tortura de diversas personas.
“Fraga
diseñó una campaña de propaganda bestial para convencer a los españoles.
De hecho, se entregaba un folleto explicativo sobre las acusaciones de
Grimau a todas las personas que entraban y salían de España”, asegura
Antonio Ortiz, historiador.
(...) Su juicio, según las palabras de su abogado defensor
Alejandro Rebollo, fue una “burla a la verdad” que “vulneró hasta las
propias leyes ilegales del franquismo”. “Grimau fue asesinado porque era
un alto dirigente del PCE y el régimen quería dar un golpe sobre la
mesa. Eran tiempos revueltos. Acaban de producirse las huelgas mineras
en Asturias y CCOO comenzaba a tener peso en las fábricas de Madrid.
El
asesinato de Grimau era un aviso a la oposición al régimen: No tenemos
problema en volver a coger las armas”, asegura Victor Díaz-Cardiel, dirigente del PCE y compañero y amigo de Grimau.
Díaz-Cardiel fue la última persona que vio a Grimau en
libertad. Fue el 7 de noviembre de 1962. Grimau, Díaz Cardiel y Valentín
Andrés Álvarez, escritor de la Generación del 27 acudieron a una
reunión junto a otro “camarada”. Tras finalizar el encuentro, Grimau y
Díaz-Cardiel caminaron juntos hasta la calle Ibiza [en Madrid].
“Nos despedimos como cada día y él tiró hacia su casa,
primero, y me dijo que luego iba a reunirse con algún contacto que le
iban a facilitar papel y una máquina para hacer octavillas. En el
autobús lo detuvieron”, relata Díaz-Cardiel a Público. Grimau
fue detenido en un autobús de Madrid en el que sólo viajaban él y dos
hombres más (dos agentes de la Brigada Político-Social). Después, se
supo que le había delatado su contacto, Francisco Lara, quien poco antes
había estado en prisión. “Nunca más supimos de Lara”, afirma
Díaz-Cardiel.
La noticia de la detención tardó en llegar a la cúpula
del PCE varios días. Grimau había desaparecido, literalmente, de la faz
de la tierra. Durante los interrogatorios a los que fue sometido llegó a
ser lanzado por la ventana del primer piso de la Dirección General de
Seguridad en la Puerta del Sol (hoy sede del Gobierno de Madrid) por sus
torturadores.(...)
Armando López Salinas formaba parte de la comité central del PCE durante
aquellos años, junto a otros históricos dirigentes como Javier Pradera,
Manolo López o Romero Marín, líder del partido en el interior. “Tres o
cuatro días antes de su detención estuvo en mi casa. Le conocí en aquel
tiempo. Complicado y difícil. Se acababa de producir la crisis de los
misiles de Cuba. Había habido huelgas en la construcción y en las
cuencas mineras. Todo indicaba que iban a por la dirección del PCE”,
recuerda López Salinas. (...)
“Hay una anécdota -explica Díaz-Cardiel- que define la
personalidad de Grimau. Una tarde, en plena crisis de los misiles de
Cuba, yo paseaba con Julián por la calle de Atocha de Madrid. Entonces,
vimos una cola enorme de gente en la entrada del cine Monumental. Julián
me pregunto que de qué hablaría la gente un día como hoy y se puso en
la cola para escuchar las conversaciones de los demás. Charlaba con
mucha afabilidad con todo el mundo”.
Tras cinco meses detenido, el 18 de abril de 1963 llegó
la hora del Consejo de Guerra. Los detalles, cuanto más profundos, más
escabrosos son. El vocal ponente de la acusación, Manuel Fernández
Martín, ni siquierda tenía la titulación en derecho. Como se demostró
más adelante, había falsificado su título universitario durante la
guerra. “Sólo había aprobado tres asignaturas”, asegura Antonio Ortiz.
El Consejo lo condenó a muerte.
“Julián no tenía salvación. Durante los cinco meses que
estuvo detenido los miembros de la dirección del PCE nos reunimos casi
todos los días para mover nuestros contactos e intentar que fuera
liberado. Lo hacíamos en la Clínica de Medicina Preventiva de Armando
Calva, un amigo del Partido”, asegura Armando López Salinas. “Romero
Marín era el más pesimista de todos. Desde el primer día que estuvo
desaparecido sostuvo que Grimau sería asesinado. Nos tenían ganas y a él
es al que pillaron”, prosigue.
El día después del Consejo de Guerra, se celebró un
Consejo de Ministros extraordinario para atender las peticiones de
indulto. Se reunieron 19 ministros más Franco. Entre ellos, Manuel
Fraga, un recién llegado al Gobierno que se había encargado de vender a
la sociedad española la verdad del régimen sobre Grimau. Todos votaron
en contra de conceder el indulto. Como se pudo saber con el paso de los
años, Fraga también.
Manuel Fraga no se opuso a la condena a muerte de
Grimau “La única oposición interior que tuvo el régimen fue la del
ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, que ya estaba
trabajando por la integración europea y, posiblemente, los ministros
del Opus encargados de los planes de desarrollo, que veían también como
este asesinato ponía piedras en el camino”, asegura Ortiz, que asevera
que Fraga no alzó la voz para evitar la condena. “Muy al contrario,
trató de mantenerse a favor para ganar puntos como un adepto al
régimen”, agrega.
No hubo nada que hacer. La sentencia de muerte de
Grimau estaba escrita antes de ser juzgado, torturado e incluso
interrogado. "Me enteré de su muerte por la radio y me sumí en un llanto
enorme. Era un año clave, la dictadura tenía miedo. El fusilamiento de
Grimau quería amedrentarnos, pero no lo consiguió", recuerda
Díaz-Cardiel.
López Salinas se enteró del fusilamiento de la boca de
José Antonio Novais, corresponal de 'Le Monde' en Madrid, cuando paseaba
por el Paseo de la Castellana junto a Romero Marín. “Planteamos a
Grimau, semanas antes de su detención, que debía abandonar el país por
su seguridad. Él se negó en rotundo. Se veía a sí mismo como el capitán
que no debía abandonar el barco cuando este estaba en peligro de
hundimiento”, asegura López Salinas.
En los archivos de la justicia española Grimau sigue apareciendo como un delincuente. Un asesino. Por contra, Manuel
Fraga, uno de sus verdugos, recibió este lunes un homenaje en el
Senado, donde fue inaugurado un busto que honra la memoria del ministro
de Franco y posterior fundador de Alianza Popular. “No puede ser considerado un demócrata alguien que no luchó contra la dictadura de Franco”, sentencia Díaz-Cardiel." (Alejandro Torrús, 19/01/2013)
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