El comandante de Regulares Eduardo Sáenz de Buruaga
"A propósito de esa “nueva cruzada ideológica” impulsada por la
alcaldesa Carmena consistente en “buscar en el callejero de Madrid
calles dedicadas a perversos franquistas”, el periodista Ernesto Sáenz
de Buruaga defendía en su columna del diario El Mundo del pasado día 11
la trayectoria sus antepasados vinculados al franquismo, de quienes
decía sentirse tan orgulloso que “si tuvieran una calle me parecería un
acierto”.
En su artículo apuntaba el periodista que “los
militares Sáenz de Buruaga fueron honestos, leales, patriotas, buena
gente y combatían en el bando de los que ganaron la Guerra Civil”.
¿Fueron tan honestos, leales y buena gente los distinguidos militares
de la saga de los Sáenz de Buruaga? Historiadores que han investigado a
fondo el desenvolvimiento de la Guerra Civil en Andalucía, como
Arcángel Bedmar o Paul Preston, considerarían que la afirmación del
periodista no encaja del todo con los hechos históricos. No al menos,
por ejemplo, en el caso del comandante de Regulares Eduardo Sáenz de
Buruaga, apodado ‘El Rubio’.
Contrariamente a algunas informaciones que aseguran que el comandante
Sáenz de Buruaga era el abuelo del periodista, el propio Ernesto Sáenz
de Buruaga confirmaba a este periódico que se trataba, en efecto, de un
familiar suyo aunque “no directo”. Su abuelo de la rama Sáenz de
Buruagase llamaba Francisco y era veterinario.
Eduardo Sáenz de Burruaga aparece en las investigaciones de Paul
Preston como una figura clave en el inicio del alzamiento militar en
Marruecos el 17 de julio de 1936. Tras su llegada a la Península como
comandante de las fuerzas de Regulares integradas por tropas de moros
mercenarios, dirigió una represión implacable y sistemática en distintos pueblos andaluces, donde
dejó un reguero de víctimas civiles cuyos familiares difícilmente
estarían de acuerdo en encuadrar al militar africanista como ‘buena
gente’.
1936: SANGRE Y FUEGO EN BAENA
Baena fue uno de los primeros pueblos a los que llegaron las tropas
de Sáez de Buruaga en el verano del 1936, concretamente el 28 de julio
de 1936. El historiador Arcángel Bedmar relata en su libro ‘Baena roja y
negra. Guerra Civil y represión (1936-1943)’ que en esta localidad de
poco más de 21.000 habitantes, “donde se atrincheraban grupos de
anarquistas frente al acoso de los golpistas”, los militares iban
“asesinando o arrastrando consigo a las personas que se encontraban a su
paso”.
Las primeras víctimas fueron cinco mujeres que estaban en ese momento lavando ropa,
en una plaza conocida como El Pilancón. El historiador relata a
Andalucesdiario.es que fue “una matanza indiscriminada y las tropas
moras robaron y arrasaron todo a su paso”.
Según los cálculos de Bedmar, al menos 365 baenenses (una cifra
mínima sujeta a futuras revisiones) cayeron fusilados en el pueblo
durante los tres años de guerra. Por el momento, Baena, con al menos 445
muertos, es el cuarto municipio de la provincia de Córdoba en víctimas
mortales causadas por el franquismo.
28 de julio de 1936: instantánea de una calle de Baena con varios cadáveres
"La táctica de las tropas de Sáenz de Buruaga para ocupar Baena
resultó similar a la que los legionarios españoles habían utilizado en
el Rif marroquí en los años veinte: llevar a cabo una brutal
operación de limpieza del territorio eliminando a de todos los enemigos.
“Asesinaban indiscriminadamente a la población civil, asustada e
indefensa, y rapiñaban todo lo que podían”, escribe Bedmar.
MÉTODOS DESPIADADOS
Las tropas franquistas entraron en el pueblo a la una de la tarde
aproximadamente. Según se recoge en las páginas de ‘Baena roja y negra’,
la columna que conquistó el pueblo “estaba integrada por unos efectivos
enormes: Infantería del Regimiento de Lepanto de Granada, Guardia de
Asalto de Córdoba y Huelva, Guardia Civil, dos baterías de Artillería,
ametralladoras, y dos secciones de la Legión y tropas de Regulares en
vanguardia (una compañía y un escuadrón pie a tierra)”.
Arcángel Bedmar destaca los métodos despiadados de las tropas moras a
las órdenes del comandante español: “Además de dedicarse a asesinar,
las fuerzas de Buruaga avanzaron por el pueblo apresando a muchos
vecinos, a los que arrastraron por las calles, andando o en camiones
para darles el paseo”.
Ya en la plaza, los militares obligaban a los
paisanos a salir con un pañuelo blanco en el brazo: “El que tenía suerte y era identificado por algún derechista se libraba del tiro. A los que les quitaban el pañuelo, se les declaraba culpables y era asesinados en la plaza a plena luz del día”.
El TESTIMONIO DE ROSA Y REMEDIOS
Rosa Peña tenía 17 cuando las tropas de regulares entraron en su
casa, en la calle Herrador número 17. En su testimonio relataría que
“encontrándose en casa de su tía, donde llegó un moro tirando tiros, una
bomba alcanzó su pierna derecha”. En la misma vivienda matarían a dos o
tres hombres y otra mujer fue herida.
Remedios Portero, por su parte, tenía 20 años cuando ocurrió todo
aquello. En su declaración señala que “llegaron a su casa tirando tiros
hiriéndola en ambas piernas, matando a su hermano, a su cuñado y a otras
dos mujeres de la calle que se encontraban en la casa”. Al terminar la
refriega sin encontrar resistencia, los regulares se llevaron todo lo
que había en la casa “incluso el pan y todo el dinero”.
EL DESCANSO DEL GUERRERO
Bedmar también señala que la mayoría de testimonios orales recopilados apuntan que el coronel Sáenz de Buruaga se encontraban en una taberna de la plaza tomando cerveza
mientras “sus tropas asesinaban de forma indiscriminada muy cerca”.
Bedmar apunta que “está claro que la matanza de la plaza se produjo con
el consentimiento del coronel Sáenz de Buruaga, quien con absoluta
frialdad bebía cerveza en el casino, agasajado por unas jóvenes
derechistas baenenses, mientras se perpetraban los asesinatos a escasos
metros de él”. (...)" (María Serrano , Público, 18 jul 2015)
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