Campos de concentración y trabajo forzado en Andalucía (1936-1956) / RMHSA (CGT).
"Al apuntar el término 'campo de concentración', el
imaginario colectivo aterriza en los centros nazis de exterminio. Pero
existe una parada preliminar: el uso del esclavo como pilar fundacional y
vertebrador del franquismo.
En suelo andaluz, unos 100.000 reclusos
pasaron por alguno de los 55 recintos que sortearon la aniquilación
física del adversario, como finalidad única, para convertirlos en mano
de obra gratuita al servicio de empresas privadas e instituciones
públicas.
Caso, paradigmático, del Ayuntamiento de
Sevilla por los campos de concentración de El Colector, ubicado en la
barriada de Heliópolis, y el de Las Arenas, en la cercana población de
La Algaba. En el primero se tiró de trabajo forzado para una obra
pública, y será señalizado para honrar la memoria de aquellos esclavos
del franquismo. El segundo es una excepción: fue un centro de exterminio
donde murió la mitad de su población reclusa.
Las cifras en España quedan, según las investigaciones realizadas, lejos del Holocausto provocado por la Alemania nazi y sus fábricas de la muerte.
Aún así, el incipiente régimen franquista y la jerarquía circundante
acumuló –sin contar los batallones de soldados– medio millón de personas
en 180 campos de reclusión.
Desde el mismo verano de 1936 se fundó un
sistema esclavista, perfeccionado hasta alcanzar su máxima expresión con
la creación del Patronato Nacional para la Redención de Penas por el
Trabajo (PRPT).
Bien o mal, aquellos enjutos cuerpos
apresados servirían incluso para obras faraónicas. Pero no sólo. También
llevaron a cabo arreglo de calles, construcción de viviendas, recogida
de cosechas o labores domésticas las mujeres, en situaciones no exentas
de acoso sexual. Era, apuntan historiadores como José María García
Márquez, la explotación planificada de los vencidos.
En estos campos de trabajo, explica García Márquez, "no murieron muchos
presos ni tampoco en los batallones de trabajo, es más, murieron muy
pocos". "La alimentación evitó esas muertes masivas", una "gran
mortalidad" –especifica– que sí se dio en "prisiones, penales, cárceles y
en campos de indigentes y mendigos".
Como en Las
Arenas. Allí se recogían, cuenta, a "indigentes, mendigos,
indocumentados o pobres, en general, que retiraban de las calles de
Sevilla". Unos 300 reclusos (en 1941 y 1942) a los que, "sencillamente,
los fueron dejando morir de hambre, uno tras otro sin que nadie moviera
un dedo". La "escalofriante" cifra de muertos: 144. Un "porcentaje
altísimo". Hoy, aquel edificio permanece aislado, en ruinas, cerca de un
polígono industrial con el mismo nombre.
De El Colector, sin embargo, no queda ni rastro. Más de 500 esclavos
del franquismo construyeron el desagüe municipal de Heliópolis desde
unas instalaciones que ocuparon terrenos propiedad de la Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) y la Autoridad Portuaria de Sevilla
(APS), y están cedidos al Consistorio sevillano. Prisioneros que hoy
estarían a la sombra del puente del Quinto Centenario y cerca de la
dársena del Puerto Este.
Hace años, el movimiento
memorialista lanzó una petición –nace del grupo de trabajo de CGT-A–
para colocar "una inscripción junto a un pequeño monumento" y honrar a
aquellos "presos políticos". Un homenaje que, según fuentes consultadas
por eldiario.es/andalucia,
ha recibido el visto bueno de Autoridad Portuaria y Ayuntamiento de
Sevilla y se materializará una vez finalicen las obras del parque en
construcción sobre el antiguo cauce del río Guadaíra.
¿Se construyó el régimen franquista sobre la fuerza del trabajo esclavo?
"Es indudable", responde García Márquez. Partiendo del objetivo
primario "de recluir a todas las milicias republicanas en campos de
prisioneros", desde donde eran "clasificados", llegó al "uso masivo de
trabajadores a unos costes ínfimos". El sueldo eran 2 pesetas al día y
el sistema carcelario descontaba 1,5 en concepto de manutención y
vestimenta.
Para el investigador José Luis Gutiérrez Molina, el
franquismo tenía tres pilares fundamentales.
Uno: el ejército, que como
"característica especial del fascismo español" controlaba "todo, desde
la justicia hasta la economía". Dos: la corrupción, se trató de "un
régimen absolutamente corrupto, desde la altura hasta la base". Y tres:
el trabajo esclavo, que beneficia "al Estado franquista y a empresas
privadas", convirtiéndose en "elemento vertebrador".
En Andalucía, se dan los primeros campos de concentración y trabajo
forzado en zonas donde ya no hay operaciones militares. Hubo trece
instalaciones en Granada, once en Córdoba y Sevilla, ocho en Jaén,
cuatro en Cádiz y Málaga, tres en Huelva y uno en Almería. Alguno, como
el de Los Merinales, con diferentes usos hasta 1956, dos décadas después
de iniciada la guerra civil.
Una "empresa", en suma,
con fundamento económico y de reeducación mental, al servicio "de lo
público y lo privado" y, en palabras de Gutiérrez Molina, muy presente
en la "primera orientación autárquica del régimen franquista", un
proyecto "concentracionario" –aunque alejado de la "política de
exterminio" presente en la denominada por Francisco Espinosa "matanza
fundacional"–, sin el que el franquismo "no sería comprensible". Como
dice un personaje en la obra Por el río abajo de Alfonso Grosso y Armando López Salinas: "¡Así aprenderán los rojillos a no insultar a los señores!". (Juan Miguel Baquero
, eldiario.es, 06/12/2013)
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