22/1/14

"La Policía me dijo que tenía carta blanca para hacerme lo que quisiera"

"Raúl Herrero (Aranda de Duero, 1948) es uno de esos hombres que agotó la fuerza de su juventud plantando cara al franquismo, y perdiendo esa batalla. Hoy, invierte el impulso de su veteranía en clamar por una justicia que repare el daño de las víctimas que dejó la dictadura y les retire el velo de olvido que les impuso la transición. (...)

Herrero militó en el Partido Comunista Internacional [PCI], organización clandestina con la que realizaba acciones concretas para convencer a las clases trabajadoras de la necesidad de un cambio revolucionario. Como estudiante de Ciencias Políticas, también participó en iniciativas de agitación universitaria, como huelgas, manifestaciones y asambleas. (...)

Con 20 años ingresó en el PCI y simultaneó estudios con su trabajo de albañil en diferentes obras en Madrid para, desde dentro, agitar la conciencia de los trabajadores. "Entrabas en la obra o en la fábrica como un obrero más. Teníamos presencia en fábricas como la Estándar Eléctrica, la Seat de Barcelona, la Talbot.

 Vivíamos la vida del obrero a la vez que organizábamos el partido", explica. "También había gente integrada en otros ámbitos como la sanidad o la educación". "Pensábamos que la clase obrera era el sujeto más firme y con mayor voluntad para hacer una transformación de la realidad", añade. Lo mismo se hacía en los barrios, y esta era la tendencia que también seguían otras organizaciones clandestinas. (...)

En el curso de una redada que buscaba desarticular la organización del PCI, el 16 de junio de 1970, Herrero fue detenido por un grupo de policías de la Brigada Político Social, poniendo fin así a dos años de vida clandestina.

"Con el edifico rodeado por un exagerado despliegue policial con las armas desenfundadas, los golpes comenzaron nada más entrar en la habitación donde me encontraba junto con mi compañero de vivienda", ha detallado Herrero en el testimonio remitido a la jueza argentina que instruye el caso, María Servini.

El juez del Tribunal de Orden Público [TOP] dictaminó su ingreso en prisión por asociación ilícita, y Herrero comenzó su periplo penitenciario en Carabanchel. A los 15 días, y debido a las secuelas que le dejó la paliza recibida durante el interrogatorio en la DGS, fue trasladado al hospital penitenciario de Yeserías.

 "Tenía dolores espantosos en todas las articulaciones e hinchazones que me impedían los movimientos más elementales", subraya. Herrero, que gozaba de muy buena salud hasta su detención, sitúa en las torturas recibidas en la DGS el comienzo de su deterioro. "Para trabajar en un andamio, como hacía yo, hace falta tener buena forma física", puntualiza.

"Uno de los jefes de la brigada, Saturnino Yagüe, observaba mientras me estaban interrogando y golpeando. Era un hombre grande y dijo al pasar por mi lado, ‘así que este es Raúl, ¿no?, contigo tenemos carta blanca, podemos hacer lo que queramos'", recuerda.

En la cárcel de Yeserías permaneció ocho meses y, todavía enfermo, volvió a Carabanchel. "Los males continuaban, no se había resuelto la raíz del problema. Y proseguía la negativa del Tribunal a concederme la libertad provisional y a facilitarme el cuidado médico bajo vigilancia policial en hospitales de Madrid que se habían ofrecido para acogerme".

Un año más tarde, su abogada Dolores González Ruiz -superviviente de la matanza de Atocha en 1977- logró que le visitara un cardiólogo cuyo diagnóstico fue clave para que le concedieran la libertad provisional semanas más tarde. "Pedro Zarco [el médico] certificó que si yo seguía en esas condiciones corría el serio riesgo de quedar inválido", aclara. (...)"                (Público, 19/01/2014)

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