"Raúl Herrero (Aranda de Duero, 1948) es uno de esos hombres que agotó
la fuerza de su juventud plantando cara al franquismo, y perdiendo esa
batalla. Hoy, invierte el impulso de su veteranía en clamar por una justicia que repare el daño de las víctimas que dejó la dictadura y les retire el velo de olvido que les impuso la transición. (...)
Herrero militó en el Partido Comunista Internacional
[PCI], organización clandestina con la que realizaba acciones concretas
para convencer a las clases trabajadoras de la necesidad de un cambio
revolucionario. Como estudiante de Ciencias Políticas, también participó
en iniciativas de agitación universitaria, como huelgas,
manifestaciones y asambleas. (...)
Con 20 años ingresó en el PCI y simultaneó estudios con su trabajo de
albañil en diferentes obras en Madrid para, desde dentro, agitar la
conciencia de los trabajadores. "Entrabas en la obra o en la fábrica
como un obrero más. Teníamos presencia en fábricas como la Estándar
Eléctrica, la Seat de Barcelona, la Talbot.
Vivíamos la vida del obrero
a la vez que organizábamos el partido", explica. "También había gente
integrada en otros ámbitos como la sanidad o la educación". "Pensábamos
que la clase obrera era el sujeto más firme y con mayor voluntad para
hacer una transformación de la realidad", añade. Lo mismo se hacía en
los barrios, y esta era la tendencia que también seguían otras
organizaciones clandestinas. (...)
En el curso de una redada que buscaba desarticular la organización
del PCI, el 16 de junio de 1970, Herrero fue detenido por un grupo de
policías de la Brigada Político Social, poniendo fin así a dos años de
vida clandestina.
"Con el edifico rodeado por un exagerado despliegue policial
con las armas desenfundadas, los golpes comenzaron nada más entrar en
la habitación donde me encontraba junto con mi compañero de vivienda",
ha detallado Herrero en el testimonio remitido a la jueza argentina que
instruye el caso, María Servini.
El juez del Tribunal de Orden
Público [TOP] dictaminó su ingreso en prisión por asociación ilícita, y
Herrero comenzó su periplo penitenciario en Carabanchel. A los 15 días, y
debido a las secuelas que le dejó la paliza recibida durante el
interrogatorio en la DGS, fue trasladado al hospital penitenciario de
Yeserías.
"Tenía dolores espantosos
en todas las articulaciones e hinchazones que me impedían los
movimientos más elementales", subraya. Herrero, que gozaba de muy buena
salud hasta su detención, sitúa en las torturas recibidas en la DGS el
comienzo de su deterioro. "Para trabajar en un andamio, como hacía yo,
hace falta tener buena forma física", puntualiza.
"Uno de los jefes de la brigada, Saturnino Yagüe, observaba mientras me estaban interrogando y golpeando. Era un hombre grande y dijo al pasar por mi lado, ‘así que este es Raúl, ¿no?, contigo tenemos carta blanca, podemos hacer lo que queramos'", recuerda.
En la cárcel de Yeserías permaneció ocho meses y, todavía enfermo, volvió a Carabanchel. "Los males continuaban, no se había resuelto la raíz del problema. Y proseguía la negativa del Tribunal a concederme la libertad provisional y a facilitarme el cuidado médico bajo vigilancia policial en hospitales de Madrid que se habían ofrecido para acogerme".
"Uno de los jefes de la brigada, Saturnino Yagüe, observaba mientras me estaban interrogando y golpeando. Era un hombre grande y dijo al pasar por mi lado, ‘así que este es Raúl, ¿no?, contigo tenemos carta blanca, podemos hacer lo que queramos'", recuerda.
En la cárcel de Yeserías permaneció ocho meses y, todavía enfermo, volvió a Carabanchel. "Los males continuaban, no se había resuelto la raíz del problema. Y proseguía la negativa del Tribunal a concederme la libertad provisional y a facilitarme el cuidado médico bajo vigilancia policial en hospitales de Madrid que se habían ofrecido para acogerme".
Un
año más tarde, su abogada Dolores González Ruiz -superviviente de la
matanza de Atocha en 1977- logró que le visitara un cardiólogo cuyo
diagnóstico fue clave para que le concedieran la libertad provisional
semanas más tarde. "Pedro Zarco [el médico] certificó que si yo seguía
en esas condiciones corría el serio riesgo de quedar inválido", aclara. (...)" (Público, 19/01/2014)
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