"DOCTOR GRAY:
Es la naturaleza humana, lo ves en jóvenes a los
que les encanta romper ventanas para oír el tintineo de los cristales, pero hay
muchos soldados que sienten un gran placer destruyendo personas, arrasando
cosas y que matarían más allá de lo necesario. Disfrutan disparando a todo lo
que se mueva.
Creo que este aspecto de la naturaleza humana no se ha tratado
suficiente-mente, y creo que es una de las causas de la guerra. No sé cuáles
son los lí-mites, pero conozco a ciertos soldados, exterminadores, que son muy
dife-rentes de los soldados normales, que sólo matan cuando es necesario, y que
nunca se vuelven exterminadores.
Supongo que no es muy diferente del placer que
sienten los cazadores que matan antílopes o ciervos. Lo he estu-diado como uno
de los atractivos del combate, además de la concupiscencia del ojo y el
atractivo de la camaradería. Amenaza a toda nuestra civilización y aquí, en
Estados Unidos, tenemos ahora estas cosas en la vida civil. Creo que es un
punto extremo de la naturaleza humana del que no se puede regresar unos
minutos después para lamentarlo.
Llega a gustar con el tiempo. Y si hablamos de
exterminadores experimentados, como eran algunos de las SS, y me temo que
también algunos paracaidistas nuestros, no se puede dar marcha atrás de repente
y arrepentirse. No digo que estos individuos sean incurables ni nada por el
estilo, pero tienden a ser muy siniestros.
Yo los veía en el campamento de
convalecientes: a veces les daba por agredir a los lugareños, tenían mala fama e
incluso sus propios oficiales solían te-nerles miedo. No sé en el caso de los
artilleros y los pilotos.
Los pilotos son individuos que matan a distancia,
pero les gustan mucho los instrumentos, los bombardeos de precisión y todo eso.
Pero cuanto más lejos se está del blanco, menos probable es que se comprenda en
profundidad el daño que se causa con aquella arma.
No somos capaces de imaginar
lo que sentirán las personas que están a doscientos o trescientos metros de
nosotros. Creo que la falta de imaginación es uno de los peores defectos de la
humanidad."
(Richard Holmes: Un mundo en
guerra. Historia oral de la segunda guerra mundial, ed. Crítica, Barcelona,
2008, págs. 546/7)
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