17/5/13

A mi madre la mataron... le dispararon como a todos los judíos de la fosa

"AVRAHAM AVIEL Polaco judío, superviviente de la matanza del gueto de Radun, Polonia, el 7 de mayo de 1942; testigo en el juicio contra Adolf Eichmann en 1961.

 Nos llevaron a todos cerca del cementerio, a unos ochenta o cien metros de una fosa larga y profunda. Una vez más nos hicieron arrodillarnos a todos. No había posibilidad de levantar la cabeza. Yo estaba más o menos en medio de la gente de la ciudad. Miraba delante de mí y veía la fosa, luego grupos de quizá veinte o treinta, conducidos hasta el borde, desvestidos, probablemente para que no pudieran llevarse objetos de valor. 

Los conducían al borde de la fosa, les disparaban y caían al fondo, unos encima de otros. Al mismo tiempo, vi a los que habían cavado la fosa, unos cien o menos, los llevaron lejos, en dirección a la carretera, a la ciudad. 

A lo lejos distinguí la figura de mi hermano mayor y entonces, como si una fuerte cuerda me atara a mi hermano, corrí hacia él. Apenas tuve la oportunidad de despedirme de mi madre. Ya no me tenía de la mano, ya nunca intentaría impedir que me fuera.

Comencé a saltar sobre las cabezas de los que estaban en la fosa. Saltaba y caía, saltaba y caía. No me importaba; no sé cómo, por algún milagro, no me vieron. Conseguí llegar al borde de la fosa. Me tiré al suelo, con miedo de levantar por si me veían. A mi lado, en aquel momento, estaba ... del pueblo. Era un trabajador hábil y trabajaba para los alemanes. Tenía un certificado especial que estipulaba que vivo, él y su familia. 

En total había diez hombres que tenían certificados como aquél en esa época. El llevaba el certificado en la mano y quería sacar de allí a su familia, a la que había visto en el gran grupo que iba a la muerte. En aquel momento, un alemán se acercó a él y le puso un revólver en el cuello. Oí un disparo. Zelig se puso negro y repitió: «Tengo un certificado». 

El alemán le disparó otra vez y Zelig cayó a mi lado, a medio metro de distan-cia. Esperé un poco y seguí arrastrándome hacia el camino. Conseguí alcan-zar al grupo de los que cavaban los pozos. En aquel momento se acercó un alemán y me preguntó: «¿Quién eres, qué estás haciendo aquí?». 

Yo tenía un certificado que decía que era una especie de cerrajero. Le dije: «Soy un buen cerrajero, soy herrero». Yo me quedé allí, tendido. Luego me acerqué a mi hermano y me uní a su grupo. A mi madre la mataron... le dispararon como a todos los judíos de la fosa. Hasta más tarde no supe que había sido el único que había podido escapar. 

Llegarnos a la conclusión de que ya no teníamos nada que hacer en el gueto. Ya no podíamos mirar a la cara a los que habían disparado a nuestros seres queridos. No podíamos mirar los caminos empapados en sangre, y decidimos escapar del gueto. 

Esperábamos que padre estuviera vivo todavía. No sabíamos si había conseguido escapar. Deambulamos solos por el bosque durante unos días, y conseguimos entrar en contacto y supimos que padre estaba vivo, y nos reunimos con el.

 Había conseguido huir con los cavadores, que se habían rebelado; les dispararon y él consiguió escapar. Unas diecisiete personas que se habían rebelado, y habían conseguido escapar, se salvaron, fuimos a establecer un primer contacto con los guerrilleros, que comenzaban a organizarse por entonces. 

La primera operación que llevaron a cabo los guerrilleros judíos contra la Gestapo fue unas dos semanas después de la matanza, una operación ejecutada por judíos jóvenes. Salieron y, a corta distancia del pozo, tendieron una emboscada a la dotación del cuartelillo del pueblo, al jefe de la Gestapo del pueblo, que, si no me equivoco, se llamaba Kopke; consiguieron herir y matar a algunos."

 (Richard Holmes: Un mundo en guerra. Historia oral de la segunda guerra mundial, ed. Crítica, Barcelona, 2008, págs. 283/4; 285/6; 287)

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