16/3/11

SOR JUANA ALONSO: "Preferíamos dar al niño siempre recién nacido. Ninguno se nos hacía mayor"

"Hasta 1950, ocurrió en las cárceles franquistas y en los hogares de maquis o republicanas: les arrebataban a sus hijos como un método más de la represión. A partir de entonces y durante las cuatro décadas siguientes, el robo o apropiación de niños se perpetraron de forma más sutil, en clínicas y casas cuna, la mayoría ligadas a organizaciones religiosas.

Las madres ya no eran presas, rojas o esposas de rojos, sino mujeres en camisón que intimidadas por un médico, aturdidas por el dolor de haber perdido supuestamente al hijo recién nacido, lamentan hoy no haber insistido más para que les enseñaran el cadáver.

Generalmente eran madres solteras, muy jóvenes y con pocos recursos, incapaces de reaccionar frente a la presión de médicos, monjas y funcionarios.

En muchos casos, tales mujeres fueron inducidas o coaccionadas a dar en adopción a sus hijos a redes irregulares, fuera de cualquier control estatal.

"Había un mercado que demandaba niños en adopción y hubo mucha gente que creó un sistema para satisfacer esa demanda", explica con crudeza el sociólogo Francisco González de Tena, que lleva años entrevistando a las víctimas. (...)

En una primera fase, en la posguerra, estas tramas de tráfico de bebés tuvieron no solo una cobertura legal, sino el amparo del psiquiatra de cabecera del franquismo, Nicolás Vallejo-Nájera, quien ideó una suerte de "eugenesia positiva", casi hitleriana, para "multiplicar a los selectos y dejar que perezcan los débiles".

Ese siniestro plan incluía el robo de niños para entregárselos a familias del Régimen.

El sociólogo González de Tena, que redactó para el juez Baltasar Garzón un informe sobre el robo de niños, asegura que tras esa primera etapa en la que los bebés eran sustraídos a puñados en las cárceles (hasta 30.000 según el cálculo del juez), llegó una fase que tuvo como víctimas principales a las madres solteras, las jóvenes o las humildes, herederas de los vencidos de la Guerra Civil, "incapaces de protestar".

Superada la posguerra, el tráfico de niños continuó durante el tardofranquismo y la Transición. El nexo de unión entre un periodo y otro, el telón de fondo común, aunque sin conexión entre sí, son tramas formadas por sacerdotes, monjas, médicos ultracatólicos y probablemente jueces y notarios.

La mayoría de los casos conocidos se produjeron en clínicas o casas cuna controladas por instituciones como las Hijas de la Caridad. (...9

En casi todos los casos, a las madres les dijeron que el bebé al que acababan de dar a luz había muerto y las convencían de que ver el cadáver era un trauma innecesario.

Cuando, al escuchar a otras madres, han dudado si su bebé había fallecido o se lo habían quitado, han acudido a los cementerios y muchas han comprobado que no constan en los registros, lo que indica que las tramas podían tener compinches en cementerios y funerarias.

Las sospechas se han visto reforzadas ahora con el caso de una mujer de Barcelona que ha hallado viva a la hija a la que dio a luz hace 40 años. A ella le dijeron que la chiquilla había muerto al nacer, pero el ADN ha demostrado que aquello fue una gran mentira: fue dada en adopción.

La poetisa Elsa López recuerda: "Yo di a luz a una niña el 5 de febrero de 1981 en la clínica San Ramón.

De repente me dijeron que la niña estaba muy malita, que tenía malformaciones, y me entregaron un envoltorio que parecía un sudario. ¡El bebé estaba helado! Luego me dijeron que había muerto y que no me preocupase porque le habían bautizado y ya era un ángel de Dios".

Elsa se enteró al cabo de los años de que en San Ramón se guardaba el cadáver de un bebé en el congelador y sospecha que ese cadáver fue lo que ella vio. Desde entonces está convencida de que le robaron a una hija. (...)

Otras veces, las menos, las monjas acallaron a jóvenes madres diciéndoles que habían dado a sus hijos a alguien con quien iban a estar "mucho mejor" que con ellas.

El trabajo estaba repartido. Había captadores de padres y captadores de niños. Mujeres con contactos y dinero, adeptas al Régimen, monjas y curas que se intercambiaban información sobre los respectivos "compromisos" adquiridos con las familias adoptivas.

Las madres eran llevadas, en algunos casos, a una especie de "pisos patera", como los define González de Tena, donde culminaban el embarazo, y en otros, a las mismas instituciones religiosas donde luego iban a dar a luz. A muchas las coaccionaron durante ese periodo para que entregaran a su hijo, sin darles la oportunidad de rectificar (la ley les concedía un plazo para hacerlo).

Alguna arrepentida que intentó recuperar a su bebé luchó en vano durante años hasta estrellarse contra un férreo muro formado por padres adoptivos ricos o poderosos, asesorados por buenos abogados.

El Teléfono de la Esperanza fue uno de los canales a través de los que fueron captadas muchas embarazadas, que acabaron cediendo a sus hijos en adopción, obligadas por una sociedad dominada por un fuerte nacional-catolicismo. En no pocos casos, tales procesos estuvieron rodeados de presiones, amenazas, engaños e irregularidades.

El Teléfono de la Esperanza fue creado en 1971 por fray Serafín Madrid, quien un año después murió en accidente de tráfico. Ligada a la Iglesia, esta institución pretendía "prestar soluciones de emergencia ante los nuevos problemas sociales y psicosociales" surgidos en España.

Los padres adoptivos pagaban, en concepto de gastos de hospitalización de la parturienta, entre 50.000 pesetas y 150.000 (esta última cantidad equivaldría a unos 18.000 euros de hoy). Enrique Vila, abogado de la Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares asegura que el precio de los niños iba de las 50.000 pesetas al millón.

Los demandantes podían escoger si querían niño o niña. Y en el caso de las casas cuna, incluso qué niño o qué niña, pues las monjas organizaban con frecuencia desfiles de candidatos, que eran escrutados a conciencia (pelo, dientes, arqueo de las piernas) antes de elegir.

Hasta la promulgación de la ley de 1970, los padres adoptivos podían inscribir a los niños como hijos propios, lo que conllevaba eliminar de un plumazo a la madre biológica y hacer que la madre adoptiva figurase en todos los papeles como la mujer que lo había engendrado en su vientre. Esos son los llamados niños apropiados.

En muchos de estos casos intervinieron personas ligadas a la Asociación Española para la Protección de la Adopción (AEPA), una entidad fundada en 1969 por Gregorio Guijarro Contreras, padre adoptivo de dos gemelas y ex fiscal del Tribunal Supremo, con el respaldo del Consejo Superior de Protección de Menores y Cáritas Española." (El País, Domingo, 06/03/2011, p. 2/3)


"Entre 1951 y 1970 fue la monja superiora de la casa cuna de Tenerife, un lugar que algunos niños que vivieron allí describen como "la casa de los horrores".

Hoy, a sus 96 años, sor Juana Alonso recuerda aquella etapa "con mucha ilusión y mucho cariño".

"Mientras estuve en Tenerife di a muchos niños en adopción, con todas las de la ley y todo el cariño que Dios nos ha puesto en el alma. ¿Está claro?".

Antes de que se le pregunte por el supuesto robo de niños que algunos de los acogidos en aquella casa cuna han denunciado, sor Juana responde: "¿Que vendíamos niños? Allí no cobrábamos nada. Yo pagaba hasta las partidas de nacimiento que había que sacarles luego.

Pero de vender o traficar con niños nada de nada. No cobrábamos nada, si acaso nos daban unos pastelitos de regalo. ¡Lo demás son cuentos!". (...)

Sor Juana, hermana de la Caridad, admite que tenía un acuerdo con la vasca Mercedes Herrán de Gras, fallecida en 2002, a la que varias mujeres acusan del robo de sus hijos. "Lo teníamos muy bien organizado. Yo he ido más de una vez a Bilbao -donde Herrán de Gras tenía lo que las afectadas llaman pisos patera para madres solteras- a recoger a algún niño.

Ella tenía madres que iban a dar a luz y de vez en cuando nos llamaba y nos decía 'id preparando a los padres para que vayan a verlo'. Yo iba a Bilbao, los metía en el capazo y los traía a Tenerife, de avión en avión. ¡Qué trajín! Doña Mercedes también me llamaba cuando tenía algún compromiso y nos pedía un niño, y a veces también le decíamos: 'Mujer, déjanos alguno', porque nosotras teníamos también otra petición.

Era una gran señora, muy buena cristiana, que trabajaba en la casa cuna de Bilbao. Ella misma había adoptado a su hijo. Lo había cogido de una mujer que le abandonó. Bueno, abandonar no se puede decir, pero mejor que abortarlo... Pero vamos, una gran señora. Los Herrán de Gras son muy famosos en Bilbao, en España y en todas partes". (...)

"Preferíamos dar al niño siempre recién nacido. Si las madres no venían, como mucho a los pocos meses se daba el niño. Y como teníamos fama de darlos bien, ningún niño se hacía mayor en nuestro centro. Se lo llevaban antes".

Sor Juana explica entusiasmada el proceso. "Llamábamos a los padres adoptivos y les decíamos: 'Miren, tenemos un recién nacido, si os interesa podéis venir a verlo'. Y ellos venían con los brazos abiertos y el capazo... Podían escoger niño o niña.

Generalmente eran personas muy educadas y muy buenas, y decían: 'Nos da igual que sea niño o niña, porque si a mí me lo diera Dios, yo aceptaría lo que fuera'.

Solo recuerdo a un matrimonio que cuando le saqué a una niña de mesecitos, que era bastante morenita, el marido me dijo: 'Yo la quería rubia'. Y le respondí: '¡Pues váyase a un bazar y cómprese una muñeca!".

Sor Juana asegura que las religiosas examinaban a conciencia a los padres adoptivos. "Les exigíamos muchos requisitos. Mirábamos que lo pudieran educar bien, que fueran buenos cristianos... Nos lo pedía nuestra conciencia.

Y cuando un niño no estaba en condiciones, tampoco lo dábamos. Recuerdo una mongólica que no la queríamos dar a nadie. Había una señora de Las Palmas, solterona, que la quería y nosotras le decíamos: 'No se la lleve, no se la lleve, que no es normal'.

Pero al final se empeñó tanto que se la dimos. La cría la llevó por la calle de la amargura, pero ella quería a su niña que daba gloria". (...)

Eso sí, sor Juana no pone la mano en el fuego por lo que pasó tras su marcha. "Yo respondo por el tiempo que estuve allí. Pero recuerdo perfectamente que doña Mercedes comentó una vez: 'El jardín [de infancia, la casa cuna de Tenerife] no es el mismo desde que sor Juana y Don Bernardo [Acuña, el administrador del centro] se han marchado'.

Y sé que ella se despidió de allí porque aquello no le convencía. Eso hay que hacerlo con mucho cariño ¿sabe? Y así lo hicimos, sino yo hoy no estaría tranquila". (El País, Domingo, 06/03/2011, p. 3)

1 comentario:

gotasdelluvia dijo...

Sobre la Asociación de la Compañía de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, aclarar que no son orden ni congregación, es solamente una asociación como cualquier otra que ha adoptado un uniforme parecido a los que usan las verdaderas monjas, Sor Juana Alonso Vega así como el resto de integrantes de esta asociación nunca han sido monjas, son solo hermanas, son religiosas en el sentido que todo católico es religioso por su confesión, nada mas. No tienen votos perpetuos, solo votos temporales, cada año los prometen las que consideran que quieren seguir en la Asociación, otras que prefieren marcharse como Mercedes Sanches, pues no los prometen y se van, son votos anuales y NO religiosos.

Mercedes Sanchez García nunca fue monja, por lo tanto no puede ser ex-monja.

En caso que quiera completar el artículo por ustedes confeccionado, les recomiendo un libro que ha salido hace varios meses, "Nos encargamos de todo" de Francisco Gonzalez de Tena, en este libro se explica con claridad meridiana absolutamente todo lo relacionado con las hermanas de la caridad, el papel de sor Juana Alonso V. y otra serie de datos relacionados muy importantes.

Espero haberles sido de ayuda y cualquier aclaración a su disposición.

Saludos cordiales.
gotas