22/10/10

El odio en la guerra civil de los Balcanes

"Lo que más impresionó al entonces coronel Francisco Javier Zorzo, cuando llegó a Bosnia-Herzegovina en el otoño de 1992, fue la visión de cientos de esqueletos de edificios desmochados. Le explicaron cómo: se abría la espita del gas y se arrojaba una cerilla. Era la forma más barata de destruirlos. Sus dueños habían huido y los vecinos, en vez de ocupar las casas, preferían borrarlas del mapa. Para que nunca pudieran regresar. Para que no quedase huella de su paso por esa tierra.

Ni siquiera en la Guerra Civil española se alcanzó el nivel de odio genocida que encontró en los Balcanes el primer contingente español con bandera de Naciones Unidas. No era una guerra étnica -pues serbios, croatas y bosnios son todos eslavos- ni religiosa -ya que muchos musulmanes no pensaban que lo eran hasta que los mataron por serlo-; era un choque feroz de nacionalismos envenenados por las luchas de poder y el miedo. (...)

En la primavera de 1993, musulmanes y croatas, hasta entonces aliados, rompieron hostilidades y los soldados españoles se vieron de pronto en plena línea de fuego. Pasaron de escoltar convoyes con ayuda humanitaria a interponerse entre dos bandos impacientes por matarse.

El 25 de abril, el teniente coronel José Luis Monterde se topó en la carretera con 230 croatas que huían de una aldea recién tomada por los musulmanes. Intentaba convencerles de que le franqueasen el paso cuando se vio rodeado. Más de un centenar de milicianos con fusiles, ametralladoras y lanzagranadas frente a 35 cascos azules españoles. El jefe de los perseguidores encañonó a Monterde y le conminó a entregarle a los croatas en cinco minutos. "Son nuestros prisioneros.

Esto no va con vosotros", le dijo, mientras le apuntaba a la cabeza. Entre los que huían había soldados, pero también ancianos, mujeres y niños. Pasaron los cinco minutos. Y luego otros cinco. Y 10 más. Así hasta siete horas. Tiempo suficiente para que llegasen delegados de la ONU y se hicieran cargo de los civiles. La paciencia y la sangre fría se impusieron en una guerra de nervios." (El País, España, 18/10/2010, p. 12)

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