18/5/10

'¡No le digáis a nadie quiénes son vuestros padres!'

"En el País Vasco hay centenares de niños obligados a no decir quiénes son sus padres. Así pasaba también con algunos huérfanos de atentados de ETA. Niños mutilados en su palabra y en la expresión del duelo por el familiar asesinado o el familiar amenazado de muerte. En muchos de ellos ha dejado huellas de soledad interior y de un dolor moral seco y profundo.

El profesor Cyrulnik, neuropsiquiatra, hablaba de los niños obligados a no decir quiénes eran para intentar evitar su muerte y la de sus familiares. Así había pasado por ejemplo entre los judíos en la Francia ocupada, en Camboya, en Ruanda, en tantos lugares de Latinoamérica bajo persecución dictatorial. Como niños escondidos, una parte de su personalidad debía seguir en la sombra en buena parte de la vida cotidiana. Cuando estos niños sobreviven, el final de la guerra o de la persecución no lo es de sus problemas.

Cyrulnik hablaba de los niños obligados a reconciliaciones nacionales. De los que por decreto no fueron escuchados tampoco después. Y de su necesidad de hablar. Y de la necesidad de que los demás no sean ciegos, ni sordos, ni mudos con ellos para superar la memoria de la persecución y del silencio.

En el País Vasco, ahora mismo, hay centenares de niños obligados a no decir quiénes son sus padres. Así pasaba también con algunos huérfanos de atentados de ETA. Algunas viudas incluso cambiaron de pueblo para ocultarlo eficazmente. Si no sabían, no traslucirían lo que les convertiría en parias. Niños mutilados en su palabra y en la expresión del duelo por el familiar asesinado o la angustia por el familiar amenazado de muerte. Obligados, muchas veces ambientalmente a no sentir, y por eso, en muchos de ellos ha dejado huellas en forma de soledad interior y de un dolor moral seco y profundo.

Una mujer me llamó por teléfono hace algo más de un mes. Fue después de la publicación del libro 'Vidas Rotas. Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA'. Su padre, guardia civil, había sido asesinado en un pueblo de Gipuzkoa cuando ella era casi una niña. Sabía lo que había sido procurar no decir quién era para intentar salvar su muerte y la de sus familiares. Esconder los datos, las rutinas de su padre, no siempre fue posible. La mujer se reventó y por las costuras de la niña que llevaba dentro afloró una de las vejaciones emocionales que debió soportar entre nosotros. Un día su madre la envió a comprar un electrodoméstico a una tienda del pueblo. Lo encargó, entregó el dinero y cuando la persona que le atendió le preguntó dónde debían llevarlo tuvo que indicar la dirección del cuartel. Con frialdad, sin mirarle a la cara, le devolvió el dinero. No vender a los españoles. Algunos políticos de los que frivolizan con consignas parecidas a ésta, deberían saber del dolor que no se ha extinguido todavía, de los silencios de tantos niños, de la persecución de sus padres.

No vender a los españoles. Matar a los españoles. Aquella niña seguía llorando." (Fundación para la Libertad, citando a Maite Pagazaurtundua, EL DIARIO VASCO, 17/5/2010)


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