5/5/10

Las maltratadas aprenden a pegar



"Un rodillazo en los testículos no es lo más eficaz, porque entre el momento del impacto y el bloqueo general que sufre el golpeado pasan ocho segundos "en los que da tiempo a que sucedan muchas cosas". Además, los hombres "ya se conocen el cuento" y tienden a estar alerta, a defenderse las partes al mínimo ademán de la mujer. "Aquí vamos a trabajar una técnica más noble", anuncia a sus alumnas compostelanas el policía nacional Alejandro Gómez, único monitor para toda Galicia de los cursos de defensa para maltratadas que se celebran este mes, sufragados por la Xunta y organizados por el Sindicato Unificado de Policía.

"Vamos a apuntar al ombligo, porque el bloqueo, con un golpe en el estómago, es instantáneo", explica en el segundo día de un curso de 12 horas en Santiago. El propósito no es hacer daño, sino desconcertar. Si no funcionan las palabras, si no se logra aplacar al agresor con la "psicología verbal" y éste se acerca peligrosamente, la mujer debe buscar la forma de huir, y una técnica que funciona es la de pegar previamente para dejar al maltratador sin capacidad de reacción.

"Pocas técnicas pero bien trabajadas", les propone el policía a sus alumnas, en chándal, descalzas y con guantes de boxeo. "En estos años se han desplegado toda una serie de barreras para impedir que el agresor se acerque a su víctima, pero si él quiere llegar estad seguras de que llegará. Así que debéis estar preparadas, implicaros en vuestra propia defensa". El monitor se mimetiza con las mujeres y habla siempre en femenino: "Ellos usan la violencia para dominar, y nosotras, para que no nos dominen". Hoy están practicando la "guardia en cuña", y a cada paso le piden perdón al maestro por los golpes que recibe en el entrenamiento.

Si el hombre no se tranquiliza y entra en el perímetro de su víctima, la chica debe avanzar hacia él de frente, corriendo, usando todo el peso de su cuerpo y no la fuerza de sus bíceps, porque el maltratador es mucho más fuerte y voluminoso que ella. Antes de escapar, unos cuantos puñetazos, siempre con los codos hacia abajo, y un buen rodillazo que venga impelido por la fuerza de la cadera. Porque la cadera es la parte más poderosa del cuerpo, y en ella se basan todos los movimientos que ensayarán estos días 120 mujeres en Santiago, A Coruña, Ferrol, Vigo y Ourense. Esta última localidad es la que tiene más mujeres apuntadas, 45, frente a las siete de Santiago o las 15 de A Coruña.

"Tenéis que evitar que os agarre, porque si os agarra estáis perdidas. Pero si llega a hacerlo, entonces evitad que os tumbe, y si os tumba, no dejéis que se ponga encima", les aconseja el instructor. En el peor de los casos, de todas formas, también existen técnicas para zafarse. Y hoy, aquí, las mujeres las ensayan en parejas. Una hace de hombre violento que atenaza contra el suelo a la otra, y la otra prueba a escabullirse. El truco parece que funciona. Luego aprenden a esquivar los golpes, desviando la mano del maltratador, y a proteger a los menores del modo más inteligente. Al final de la clase practican un movimiento que las librará del hombre si las tiene contra la pared e intenta estrangularlas. En próximas lecciones, aprenderán a reaccionar si el enemigo las amenaza con un arma.

Lo fundamental, dice el monitor, es que "sintáis que sois capaces, y que el agresor note esa seguridad en vuestra mirada". "Sí, eso es importante, porque en realidad todos los maltratadores son unos cobardes", salta M., una alumna que se ha divorciado y ha puesto tierra de por medio después de 16 años de torturas.

M. no sabe explicar por qué sufrió la violencia machista tanto tiempo sin rechistar. "Quizás porque nos educan para querer, y para aguantar", dice. Su marido empezó escondiéndole la ropa y la comida, y más adelante se lió a zurrarle. Cuando más le pegaba era cuando estaba embarazada. En Urgencias, las enfermeras le preguntaban cómo se había hecho esos golpes, pero no tenían la delicadeza de pedir a su marido que saliese de la consulta, y en su presencia ella callaba.

"Era celoso, pero muy infiel". Estando ella embarazada de la niña, en el sexto mes de gestación, él se fue de viaje con otra, a la que también había preñado, para que le practicasen un aborto. Cuando ella amenazaba con marcharse, él la chantajeaba asegurando que se quemaría a lo bonzo si se iba. Vivían en Andalucía, la tierra de él, y ella, de Santiago, estaba inmensamente sola. La familia de él no era ningún consuelo: "Tienes que comprenderlo", le decían, "el pobre tuvo una infancia muy difícil".

En esta clase de defensa personal, en Santiago, sobran las historias escabrosas. Hay una alumna jovencísima que sufrió desde la más temprana adolescencia la violencia machista. Durante diez años calló, y cuando al fin habló su agresor se suicidó en la cárcel. Al menos ella ya no tendrá que poner en práctica la técnica del rodillazo antes de echar a correr." (El País, ed. Galicia, Galicia, 20/03/2010, p. 8)

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