27/2/10

Niños robados

"En el caso de los niños, que eran arrebatados a aquellas madres que habían defendido la República durante la Guerra Civil y entregados a familias afines al movimiento franquista, Garzón da constancia de unos 30.000 infantes que fueron apartados de sus padres y que crecieron y vivieron, algunos incluso murieron, sin llegar a saber cuál era su auténtica procedencia.

En Ciudad Real hay constancia de un caso reconocido. Se trata de Vicenta “Flores” Álvarez Garrido, una mujer que en la actualidad tiene unos 76 años y que ha estado toda su vida luchando por volver a las raíces de sus verdaderos orígenes.
Su padre, el capitán Melecio Álvarez Garrido, comisario principal de la 82 Brigada Mixta del Ejercito republicano, temiendo por su vida, había dejado a la niña Vicenta con Dolores Luzón, una amiga a la que encomendó su guarda.

Vicenta no pudo hacer nada para escapar del destino que los franquistas habían previsto para ella. Fue introducida en un tren, llamado de los niños perdidos, con apenas seis años, y llevada a Madrid, donde unas monjas le cambiaron los apellidos y le suplantaron la identidad.
La ‘nueva’ niña Vicenta, a la que habían rebautizado con los apellidos Flores Ruiz, pasó por cuatro familias de acogida diferentes hasta que, finalmente, encontró cobijo en un matrimonio de labriegos naturales de Herencia.

Ella nunca comprendió porque le habían dado un nuevo nombre, una circunstancia que no entendía ya que sabía muy bien quién era su padre y lo proclamaba con orgullo.
El capitán Álvarez Garrido fue fusilado en Paterna el 24 de octubre de 1940, tras un juicio que fue una auténtica farsa. Tenía 43 años. Vicenta tenía entonces sólo 7 años. Hasta comienzos de la década de los noventa del siglo pasado no supo realmente qué había sido de su padre.

El caso de Vicenta es una muestra del sufrimiento de esos niños que fueron separados de sus padres y que se convirtió en un doble drama: la tragedia de los niños a los que les fue impuesta una nueva identidad y que crecerían sin saber nada de sus verdaderos padres; y la de los padres que vieron cómo les quitaban a sus hijos y no podían hacer nada para volver a reunirse con ellos. Algunas madres llegarían a morir sin saber, casi sesenta años después, qué fue del destino de sus hijos.
Es el caso de Emilia Girón, hermana del guerrillero apodado ‘El León del Bierzo’, Manuel Girón. Unas monjas se llevaron a su hijo con la excusa de bautizarlo. Nunca más supo de él. Emilia murió hace dos años con la misma sensación de desesperanza con la que vivió desde que le arrebataron de sus manos a su segundo hijo. Aún sigue buscándole otro de sus hijos." (Lanza Digital, 29/08/2009)

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