29/1/10

La catástrofe de Haití

"Decenas de miles de familias, o lo que queda de ellas, se disputan un lugar bajo el sol, un trozo de tierra entre la basura y los orines, las migajas de la ayuda internacional. Detrás del palacio presidencial, apenas tres días después de la tragedia, cuando aún son visibles muchos cadáveres pudriéndose al sol, se empieza a desatar una guerra. Las ruinas de las principales calles comerciales de la ciudad no sólo encierran muerte. También encierran los zapatos y los cosméticos que muchos hubieran querido comprar y nunca se lo pudieron permitir en un país en el que, ya antes de esta tragedia, el 80% de la población se las arreglaba para subsistir con menos de dos dólares al día. Ahora es el momento de arañarle una recompensa a la desgracia.

Algo con lo que trapichear, un par de zapatos que cambiar por dos litros de leche para los críos, aunque sea caducada. Primero tímidamente y luego de forma descarada, cientos de personas, algunas por libre y otras organizadas en grupos que se enfrentan entre sí, se lanzan sobre los edificios como alimañas. En las cámaras de los fotógrafos quedan registrados los forcejeos entre quienes aspiran a llevarse una lavadora, un saco de arroz o de harina, una botella de aceite o, simplemente, un paquete de patatas fritas. (...)

Mientras tanto, los bandidos han intentado liberar a sus compinches en la prisión de Carrefour. Ese centro se ha reforzado con policías y, de momento, resiste. Pero los bandidos van armados con machetes y pistolas. Roban en los comercios del centro y, después de tantos años en la cárcel, están violando a muchas mujeres. Me consta que se está matando a algunos de ellos después de atarlos con las manos a las espaldas. Mis hombres no lo han hecho, pero sé que se hace. Si las asociaciones de derechos humanos tienen algo que decir, que se lo intenten decir a los propios bandidos". (...)

Aprovechando el desgobierno, han penetrado en Puerto Príncipe siniestros tratantes de niños que se acercan a los hospitales de campaña para olfatear sus presas. Unicef denuncia el tráfico de niños. La Unión Europea se moviliza para atajarlo. El calor, la basura, los escombros, el tufo a muerte que se escapa de los edificios hundidos, los ladrones de niños... A Puerto Príncipe no le falta ningún ingrediente para ser el infierno. Se ha convertido en una ratonera de la que, en autobús o en barcos oxidados, tratan de escapar miles de personas rumbo a los pueblos de los que sus padres partieron." (El País, ed. Galicia, internacional, 24/01/2010, p. 2/3)

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