15/12/09

Treblinka... 'El tercer día vi allí a mi mujer y mi hija. Deposité a mi mujer en la fosa y pedí que me mataran'


Fotograma del filme Shoah de Claude Lanzmann en el que se ve al maquinista polaco que conducía el tren con las víctimas hasta la estación del campo

"El filme describe con desnudez el proceso de producción de la muerte en masa, desde los primeros momentos, en los que se utilizan artesanalmente los camiones como cámaras de gas usando los tubos de escape (anhídrido carbónico), hasta el gas zyclón, que mataba a las víctimas en 10 o 15 minutos como máximo. A Treblinka, por ejemplo, llegaban los trenes en convoyes con 40 o 50 vagones de gente hacinada; las ventanillas tenían alambre de púas para que no pudiesen escapar. En el techo se situaban los "perros de sangre", como llamaban a los ucranios o letones. Estos últimos eran los peores, según los testimonios filmados. Al llegar los prisioneros se los desnudaba y se les quitaban los anillos, y en dos horas todo había terminado. Las mujeres y los niños eran los últimos, y esperaban al raso a unas temperaturas de entre 10 y 20 grados bajo cero. La secuencia era la siguiente: primero, el tren; luego, el desfiladero (que llaman "el camino del cielo") donde se tenían que desnudar y esperar a que acabasen con los anteriores; a continuación, la cámara de gas; más allá, el horno crematorio y por último, en algunos lugares como Auschwitz-Birkenau, "el lago de las cenizas", donde las arrojaban tras la cremación. Para los viejos y enfermos, la última estancia no era la cámara de gas, sino el "hospital", una fosa en la que se les daba un tiro en la nuca.

Uno de los nazis que entrevista Lanzmann, filmado con cámara oculta, eleva el tono con indignación cuando dice que a los hombres se les pegaban culatazos y latigazos para que entrasen en las cámaras de gas donde presuntamente se les iba a despiojar, pero "nunca a las mujeres y a los niños". Entonces, el director le pregunta: "¿Por qué tanta humanidad?".

Los nazis disimulaban durante todo este proceso, para que no se desbordase el pánico y el desorden, y no se perdiese tiempo de modo que la solución final lo fuese en el tiempo planificado. Lanzmann entrevista a alrededor de dos docenas de personas, víctimas, testigos y nazis. A dos de estos últimos los grabó sin que ellos lo supiesen y con el compromiso (roto) de que no desvelase su identidad.

Si hubiese que elegir secuencias más acongojantes que el resto -lo que presenta mucha dificultad- se podrían señalar dos. En la primera, que dura más de veinte minutos, un antiguo peluquero polaco, Abraham Bomba, cuenta cómo debía cortar el pelo (que se enviaba luego a Alemania) a las mujeres, desnudas, antes de entrar en la cámara de gas. Muchas de ellas eran de su mismo pueblo. Eran 16 peluqueros, uno de los cuales cortó el pelo a su mujer e hija antes de verlas por última vez, intentando que su último minuto no fuese insufrible y, por tanto, sin decirles adónde iban.

La segunda secuencia, agudísimamente dramática, ocurre cuando uno de los entrevistados cuenta que su labor era sacar a los gaseados de los camiones para enterrarlos, y vio que entre ellos estaban su mujer y su hija. "¿Qué le pasó la primera vez que descargó cadáveres, cuando abrió las puertas del primer camión de gas?", le preguntan. Y Michael Podchlebnik, uno de los dos únicos supervivientes del campo de Chelmno, responde: "¿Qué podría hacer? Lloraba... El tercer día vi allí a mi mujer y mi hija. Deposité a mi mujer en la fosa y pedí que me mataran. Los alemanes me dijeron que todavía tenía fuerzas para trabajar, que no me matarían por el momento".

No hay comentarios: