15/12/09

150.000 judíos sirvieron en el ejército nazi... como muchos republicanos tuvieron que servir en el ejército franquista...


El general Heinrici, al que Hitler perdonó su familia judía, en presencia del líder nazi


Militares con sangre judía según los nazis: el coronel Walter Hollaender, el subteniente de las paramilitares SA Hans Sander, el general Werner Malzahn y el almirante Rogge

"El soldado Wolfram Günther sirvió en una unidad de Sturmgeschütz (cañón de asalto) de la Wehrmacht en el frente del Este; en un solo día destruyó varios carros de combate rusos y sus valientes acciones de guerra le granjearon la Cruz de Hierro. El capitán Klaus von Schmeling-Diringshofen, al mando de la 1ª Compañía del 73º Regimiento de Infantería, cayó heroicamente en combate al frente de sus hombres en Polonia, tuvo derecho a un elogio fúnebre radiofónico y fue enterrado en un féretro cubierto por una bandera con la cruz gamada. El as de caza Sigfried Simsch logró 95 derribos y la Cruz de Caballero. Bernahrd Rogge fue uno de los más osados capitanes de navío de superficie alemanes: al mando de su famoso crucero auxiliar, el legendario buque corsario Atlantis, hundió o capturó 22 navíos aliados y tuvo en jaque a toda la flota británica (la película Bajo diez banderas narra sus hazañas). Esos cuatro militares que lucharon por el III Reich durante la II Guerra Mundial presentan una sorprendente característica común: ¡tenían orígenes judíos! (...)

Su peripecia no es en absoluto excepcional. El historiador estadounidense Bryan Mark Rigg, del que se acaba de publicar en español su pormenorizado y monumental estudio La tragedia de los soldados judíos de Hitler (Inédita), ha documentado decenas de miles de casos de personas de origen judío que lucharon en el bando alemán en todas las ramas de las Fuerzas Armadas hitlerianas, sobre todo la Wehrmacht, pero también la Luftwaffe, la Kriegsmarine (hubo almirantes y un comandante de submarino de origen judío, Helmut Schmoenckel, del U-802) e incluso las Waffen SS (hasta un teniente coronel), que, si tienes familia hebrea, ya es rizar el rizo.

Rigg calcula que fueron como mínimo 150.000 (la cifra es discutida por estudiosos como Cesarini y Bartov). Aunque muchos fueron discriminados y expulsados, algunos de esos hombres alcanzaron las más altas graduaciones -uno, Milch, llegó a mariscal de campo- y recibieron las condecoraciones más importantes. Cómo el ejército de un régimen antisemita que diabolizó y exterminó a los judíos tuvo en sus filas a millares de los que consideraba sus peores enemigos, y cómo personas a las que se juzgaba racialmente inferiores y a eliminar aceptaron luchar -y morir- por sus potenciales asesinos en contra de sus salvadores; cómo, en resumen, pudo alguien recitar, aunque fuera por lo bajinis, el Kadish en la Wehrmacht, son las alucinantes cuestiones a las que trata de responder este libro. (...)

Muchas de las personas de origen judío que lucharon bajo las banderas del Reich lo hicieron porque no tenían otra alternativa, porque consideraron que eso les daba más posibilidades de supervivencia en el régimen hitleriano, a ellos y a sus familias, y porque los obligaron. "Sabía que todo lo que hacía iba contra mis intereses y los de los míos, pero qué iba a hacer", explicó el cabo Richard Riess. Otros muchos, y esto es más sorprendente, lo hicieron porque se consideraban plenamente alemanes y creían su deber combatir por su patria; pensaban incluso -ingenuamente- que luchar, y hacerlo bien, con valor, les devolvería la estima de las autoridades y de sus compatriotas. Hay que resaltar que la inmensa mayoría de los soldados de origen judío, según ha constatado Rigg, ignoraban el alcance de la persecución nazi y el horror de los campos de exterminio. También hubo casos de personas que escondieron su identidad y se camuflaron bajo el uniforme: el lugar más seguro podía ser la boca del lobo. Y un puñado de malvados -los hay siempre- a los que no les importó subirse al carro de los verdugos. (...)

la eliminación de algunos militares de origen judío podía esperar o incluso aplazarse definitivamente en función de los méritos de éstos que al cabo ayudaban a ganar la guerra. Es célebre la frase de Goering, que tenía bastante manga ancha en la Luftwaffe: "Wer Jude ist, bestimme ich!" ("¡Yo decido quién es judío!"). Hitler, que siempre tenía en realidad la última palabra, personalmente autorizó que determinados militares permanecieran en el ejército pese a sus orígenes, y hasta permitió que ascendieran y que ocuparan puestos relevantes como generales, pilotos de caza o comandantes de navíos de guerra. Un caso es el del célebre general Fritz Bayerlein, mano derecha de Rommel, que fue forzado a retirarse en 1934 por poco ario (una cuarta parte de sangre judía) y al que el Führer concedió una dispensa para seguir sirviendo: acabó la guerra con la Cruz de Caballero con espadas y hojas de roble y al mando de la división acorazada de élite Panzer Lehr. (...)

Ellos mismos tampoco se consideraban en muchos casos judíos. Gran cantidad de Mischlinge sólo descubrieron sus orígenes judíos gracias a los nazis. A alguno que era miembro de la SA o las SS le proporcionó el natural disgusto." (El País, ed. Galicia, cultura, 27/11/2009, p. 43)

1 comentario:

Nano dijo...

Creo haber leído que Reinhard Heydrich también tenia sangre judía