27/10/09

La violación es la mejor tortura para conseguir la impunidad de los verdugos



"Volvieron a simular que me ejecutaban y protesté; les pregunté por qué lo hacían y entonces fue cuando... me violaron", relata Ibrahim Sharifi, uno de los miles de detenidos en las protestas que siguieron a las últimas elecciones iraníes. Sus palabras respaldan la denuncia del dirigente opositor Mehdi Karrubí, a quien los ultraconservadores quieren juzgar por libelo. "Cuando te pegan, te ofenden, simulan ejecutarte y tú resistes, utilizan ese método como último recurso para humillarte y destruirte", explica Sharifi, la única víctima que ha aceptado hablar en público de su caso. (...)

Hasta el 23 de junio. Ese mismo día, 11 después de los comicios, le detuvieron cerca de su casa, en Shahrak Naft, una ciudad dormitorio del noroeste de Teherán. "No me notificaron el motivo. Pero delante de los otros detenidos decían: 'A éste lo vamos a ejecutar'. Creo que intentaban intimidarnos" (...)

"El trato era brutal para todos. Nos pegaban. Simulaban ejecuciones. Nos hacían pasar hambre", recuerda antes de hacer un alto y tomar aire para poder relatar lo que en la conservadora sociedad iraní se considera innombrable, tabú. Fue un castigo por rebelarse contra el enésimo simulacro de ejecución. "Empecé a protestar, les pregunté por qué lo estaban haciendo y fue a raíz de eso cuando... me llevaron a otra habitación y me violaron".

Varias veces durante la conversación Sharifi sustituye el verbo violar por "me hicieron eso, usted ya sabe". "Eso" fue atarle las manos y los pies a unos grilletes que había en la pared, bajarle la ropa interior y sodomizarle.

Para entonces, el joven ya estaba vomitando sangre como resultado de las patadas que le habían propinado en el vientre. Se desmayó. Llamaron a un médico y cuando empezaba a recuperar el conocimiento pudo oír que sus torturadores se preguntaban: "¿Se muere o lo rematamos?". "El médico les dijo que no lo hicieran porque eso les causaría un problema, como con los otros dos anteriores, y les propuso que me dejaran en la calle porque pensaba que no sobreviviría. Entonces me sacaron de la cárcel y me abandonaron en la cuneta de una autopista", rememora. (...)

En contra de lo previsto por el médico del penal, Sharifi no murió. Alguien lo encontró, lo llevó a un hospital, lo atendieron y volvió a casa. Incluso presentó una denuncia por insultos y agresiones ante un tribunal de Teherán. Pero no dijo nada de la violación. Ni siquiera a su familia, a la que describe como religiosa y partidaria del sistema (su padre es un general retirado de la policía). Era demasiado doloroso. Trataba de borrarlo. "Incluso pensé en suicidarme", admite. (...)

"Hizo salir a todos y cuando nos quedamos a solas me dijo que había oído hablar de violaciones y me preguntó si a mí me había pasado"."Me resultó difícil contestar, pero al final empecé a llorar y le confesé lo ocurrido", recuerda Sharifi como si aquello le hubiera quitado un peso de encima. Aceptó volver para que grabaran su declaración en vídeo, e incluso se reunió con un representante del fiscal general (...)

"Un día, al salir de la oficina de Karrubí, se me acercó un tipo que se presentó como conocido de mi padre. Subí a su coche y en cuanto estuvimos en una zona menos concurrida me advirtió: 'Si hablas con cualquier miembro de la comisión parlamentaria, tu familia perderá la vida en un accidente de tráfico, y sabes que podemos hacerlo".

Sharifi asegura que no temía por sí mismo puesto que había acudido ante el juez dispuesto a todo, pero aquello era demasiado. Decidió poner tierra de por medio y buscó refugio en Turquía, como muchos otros iraníes. (...)

"Durante los últimos 20 años, el sistema ha logrado muy buenos resultados con las violaciones porque así arruinaban moralmente a sus opositores, ya que sabían que no iban a denunciarlas", concluye." (El País, ed. Galicia, Internacional, 16/10/2009, p. 2)

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