4/6/09

Wolfgang Lötzsch, blanco de los espías de la Stasi, desafió al régimen y lo derrotó en la carretera

"No soy una persona que quiera revancha, sólo quiero que mi historia no se olvide".

La historia de Wolfgang Lötzsch es la del ciclista de la República Democrática Alemana (RDA) con más talento de los años setenta, quien, durante 17 años de carrera contra el viento helador de la Stasi, la policía secreta de la RDA, no recolectó ni honores ni medallas olímpicas, sino informes de su vida cotidiana, transcripciones de escuchas, de seguimientos, de delaciones, que suman 2.000 folios. Lötzsch los ha leído todos. Sabe quién le espió, conoce con nombres y apellidos quién le traicionó. (...)

A finales de 1971, Lötzsch es la gran esperanza del ciclismo alemán del Este (...)

Para cerrar su pase al equipo nacional, los directivos de su club local, el Karl Marx Sport Club, le convocan en otoño. Le acompaña su padre a la reunión. Él tiene 18 años; su padre, 71. El padre es un hombre que ha sobrevivido a dos guerras mundiales, sus ojos han visto desfilar delante de ellos la turbulenta historia de la Alemania del siglo XX, su alma ha crecido inconformista, escéptica e ingenua. Por eso, cuando los jefes del club le sugieren a su hijo la conveniencia de afiliarse al Partido de Unidad Socialista de Alemania, salta disparado como un muelle. Habla. Dice que su hijo sólo quiere hacer deporte, que le dejen tranquilo, y que además en la RDA no hay libertad de opinión ni de prensa. Los funcionarios respondieron al ataque de la forma más brutal, chantajeando a Wolfgang. ¿A quién quieres más, a tu padre o al socialismo? Y el hijo, con la mezcla de valentía, ingenuidad y cabezonería que le distinguiría siempre, respondió: "Estoy de acuerdo con mi padre. No me gustan algunas cosas de este país". (...)

Unos días después, en vísperas de un campo de entrenamiento en Bélgica, Lötzsch es expulsado del club por su "completa inestabilidad política". "Fue como si el mundo se hundiera bajo mis pies", recuerda Lötzsch (...9

El ciclismo es su vida. No puede abandonar. Lötzsch encuentra un hueco en una liguilla de empresas. Su única oportunidad. Corre sin ningún apoyo, con su vieja bicicleta, una pesada Diamant, la marca mítica del Este, fabricada en su propia ciudad. (...)

Mientras el sistema estatal de entrenamientos perfecciona el trabajo sobre los grandes talentos, a los que envía al extranjero, él se entrena solo en las colinas que rodean su ciudad. La furia es el motor que no le deja descansar. Gana todas las carreras de la liga de empresas. Se gana también el derecho a competir en los campeonatos nacionales y en la carrera de un día más importante, la Vuelta a Berlín, disputada sobre el pavés, el Tour de Flandes del Este. Contra todo pronóstico, y por sólo 31 centésimas, se impone en el campeonato nacional de persecución. La afición estalla. Reclama su participación en los Mundiales. "¡Lötzsch a Canadá! ¡Lötzsch a Canadá!", gritan. El régimen, ridiculizado, cambia inmediatamente las reglas. (...)

Lötzsch no irá al Mundial, pero cuantos más obstáculos pone el Estado en su camino, con más fuerza se entrena, con más determinación trabaja. (...)

l régimen se inventa reglas absurdas. Le obligan a salir cinco minutos después del pelotón, pero él alcanza al grupo y sigue ganando. Y lo más increíble: se gana a la afición. Se convierte en un héroe, jaleado, animado con pancartas, con cánticos, con gritos. "Pero el sistema siguió respondiendo de una manera brutal, cobarde", recuerda Lötzsch mientras lleva una mano a la cabeza pelada y pasa los dedos por una amplia cicatriz en su cráneo. En una carrera, en 1975, Lötzsch sufre una caída. Inconsciente, se queda clavado en el asfalto, la cabeza rota, sangrando. Nadie se detiene a ayudarle. El pelotón pasa de largo. Los coches le esquivan. Finalmente, en el último coche, el médico de otro equipo se detiene. Le transporta al hospital, donde permanece en coma varias semanas con el cráneo fracturado. (...)

Cuando despierta, vuelve a entrenarse. Cuando está dispuesto para volver a correr, recibe un golpe más duro: la federación le suspende, no puede participar en ninguna carrera. El asunto Lötzsch ya ha alcanzado por entonces a los más altos niveles del aparato deportivo de la RDA. La Stasi ya ha empezado a trabajar. Hay momentos en que le espían no menos de 50 colaboradores no oficiales, los oídos de la dictadura del proletariado. (...)

Una noche, la Policía Nacional (Volkspolizei) le detiene y le provoca. Él estalla. "Los ciudadanos de la RDA no tenemos derechos". Detenido y condenado por "repetido libelo de Estado", Lötzsch pasa 10 meses en una celda de la Stasi, ocho metros cuadrados, un cubículo sin ventanas. 400 flexiones diarias, 3.000 abdominales le mantienen en forma. Si se hubiera abandonado, si hubiera perdido la forma. Si hubiera renunciado a ser ciclista, habría logrado ser deportado. Pero en las condiciones en las que abandona la reclusión, fuerte como al entrar, la Stasi no se puede permitir que salga de la RDA. (...)

Su gran día le llega finalmente en 1983, a los 30 años. El sol quema. 128 corredores toman parte en la 77ª edición de la Vuelta a Berlín. Los mejores del país, el orgullo del régimen, los ciclistas modelo, Olaf Ludwig, Uwe Ampler, corredores soviéticos, polacos. Y Wolfgang Lötzsch. Solo. Sin equipo. Su única oportunidad es la fuga. Se escapa en el kilómetro 50. Una locura. Quedan 150 por delante. Contra todo pronóstico, como siempre, Lötzsch gana. Llega solo a la meta, aclamado por cientos de personas que han bajado a la carretera al oír de su fuga por la radio, con 8m 30s sobre el pelotón. La Stasi se rinde definitivamente. "Lötzsch nos ha obligado a respetarle", admite el oficial que con más saña le persiguió.

Wolfgang Lötzsch quería que se conociera su historia, y Sascha Hilpert la ha convertido en una película documental, Sportsfreund Lötzsch (Amigo deportista Lötzsch), que tuvo una gran resonancia el verano pasado en Alemania." (El País, Domingo, 23/11/2008, p. 8/9)

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