11/6/09

La guerra no es como las películas...

"No resulta difícil apreciar el atractivo de la literatura y el cine bélicos. Todas las cosas, y todas las personas, parecen más nobles y más exóticas en estos relatos que en los enfrentamientos normales. (...)

En la II Guerra Mundial, los combatientes más viriles, con frecuencia, encajaban en cuentos míticos de indios y vaqueros. Hombres como el capitán Arthur Wermuth (conocido como el "ejército de un solo hombre", después de haber matado a más de un centenar de soldados japoneses), que sentía una fuerte identificación con los vaqueros que trabajaban en las tierras de su padre en Dakota del Sur, e insistía en saltar a las trincheras "con un grito vaquero". Un corpus de más de seiscientas películas sobre la guerra de Vietnam nos ofrece innumerables ejemplos de la importancia del motivo indios y vaqueros (...)

En el país indio de Vietnam, John Wayne, o El Duque, como se le apodaba, era el héroe más imitado. (...)

Con estos antecedentes, no resulta sorprendente que los combatientes interpretaran sus experiencias en el campo de batalla a través de la lente de una cámara imaginaria. Por desgracia, con frecuencia, la realidad no estaba a la altura de su representación en la gran pantalla. El oficial Gary McKay, un veinteañero australiano, se sintió ligeramente decepcionado por la forma en que sus víctimas se comportaban al ser alcanzadas por sus balas. "No era lo que uno normalmente esperaría después de haber visto la tele y las películas de guerra. Los heridos no proferían un gran grito de dolor antes de derrumbarse, sino que emitían apenas un débil gruñido y luego caían en tierra sin control", observó malhumorado. (...)

Durante la II Guerra Mundial, William Manchester comprobó con asombro en el Pacífico el modo en que los soldados imitaban a Douglas Fairbanks hijo, Errol Flynn, Victor McLaglen, John Wayne y Gary Cooper. Durante la guerra de Vietnam, el periodista Michael Herr comentó la actuación de los soldados de infantería cuando éstos sabían que había un equipo de filmación cerca: "En sus cabezas se montaban verdaderas películas de guerra, bajo el fuego, agalludos, bailaban un poco de claqué, se sacaban los granos para salir bien en televisión... realizaban números para las cámaras". De hecho, durante la invasión de la isla de Granada en 1983, los soldados estadounidenses entraron en batalla con música de Wagner, a imitación del coronel Kilgore, el oficial interpretado por Robert Duvall en Apocalypse Now (1979).

Como es obvio, tales payasadas con frecuencia eran efímeras. Josh Cruze, que ingresó en los marines a la edad de 17 años y prestó servicio en Vietnam, tenía esto que decir al respecto: "Las pelis de John Wayne. Éramos invencibles. Por tanto, cuando nos llevaron a la guerra, todos llegamos con esta actitud: 'Venga, vamos a erradicarlos. Nada puede pasarnos'. Hasta que vimos cuál era la realidad y no fuimos capaces de lidiar con ella. Esto no debía ocurrir. Esto no estaba en el guión. ¿Qué está pasando? Este tío de verdad está sangrando por todas partes y gritando a todo pulmón".

Y lo que era aún peor, tales fantasías podían hacer que la gente se matara. El ingeniero de combate Harold, Light Bulb (bombilla), Bryant recordaba a un hombre al que apodaban Okie y que padecía el "síndrome de John Wayne". Cuando llegó a Vietnam estaba impaciente por entrar en acción. Durante su primer combate, la unidad a la que pertenecía quedó inmovilizada por las ametralladoras enemigas, y Okie "trató de hacer el numerito de John Wayne" y cargó contra la ametralladora: le mataron en el acto. Las películas, por tanto, proporcionaban guiones muy entretenidos, pero, al mismo tiempo, letales. (...)

En su libro Men under stress (1945), Roy R. Grinker y John P. Spiegel entrevistaron a aviadores que también manifestaron sentirse "entusiasmados" antes de desplazarse al exterior. Estaban tan excitados, que quienes a última hora no podían embarcar estallaban en lágrimas. Semejante entusiasmo revelaba su estrechez de miras respecto de la realidad. "Los hombres", anotaban Grinker y Spiegel, "rara vez tienen nociones reales y concretas sobre cómo es de verdad el combate. Sus mentes están repletas de versiones románticas y hollywoodienses de su actividad futura en el campo de batalla, coloreadas por ideas vagas de convertirse en héroes y ganar galones y condecoraciones".Si se les hubiera contado historias más realistas sobre lo que podían esperar "no se las habrían creído". Las emociones tenían tal intensidad, que, incluso cuando no estaban en combate, los pilotos constantemente actuaban como si en realidad sí lo estuvieran. " (Joanna Bourke, "El síndrome John Wayne", El País, Domingo, 13/07/2008, p. 16/7)

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