26/3/09

La tortura y el dilema ideales-seguridad

" (George Bush) A partir de una vergonzosa redefinición de la tortura, se autorizaron una serie de formas agresivas de interrogatorio, radicalmente prohibidas por los convenios internacionales. (...)

Desde la adopción de tales medidas, el rendimiento de los interrogatorios experimentó lo que se llamó "una mejora sustancial". Con ello, el flagrante dilema quedaba definido en términos así de brutales: o más información con tortura, o renuncia a la tortura en detrimento de la información. Ambas posturas se hicieron claramente visibles. Por una parte, uno de los asesores presidenciales resumió cínicamente la cuestión: "Si renunciamos a estos métodos eficaces de interrogatorio obtendremos el aplauso de nuestros aliados europeos, pero nos quedaremos sin la necesaria información".

En sentido opuesto, el prestigioso capitán paracaidista Ian Fishback, combatiente en Irak y Afganistán, dirigió en 2005 su famosa carta al senador McCain, en la que, horrorizado por los hechos de Guantánamo y Abu Ghraib, decía al senador: "Si abandonamos nuestros ideales ante la adversidad y la agresión, significa que tales ideales nunca fueron nuestros. Prefiero morir combatiendo antes que ceder ni un ápice de los ideales fundacionales de nuestra nación".

McCain, apoyando la posición del capitán y haciendo valer sus propias convicciones contrarias a la tortura, presentó en el Senado una enmienda mediante la cual se prohibía a todo funcionario estadounidense, tanto civil como militar, infligir a nadie tratos crueles, inhumanos o degradantes. Tal enmienda fue aprobada en el Senado por la contundente votación de 90-9. Pero Bush ejerció su prerrogativa de veto para cortar el paso a esta normativa, con el argumento de que "así lo exigía la seguridad nacional". (...)

En otras palabras, la seguridad no procede de torturar más para averiguar mejor, sino de esa fuerza que otorga una conducta justa y la capacidad de dar ese ejemplo y ejercer esa contención. Contención que debe prevalecer sin ejercer la tortura ni siquiera cuando hay que afrontar grandes peligros. Tal como señala el nuevo presidente: "Nuestros Padres Fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, elaboraron una carta que garantizase el imperio de la ley y los derechos humanos".

La posición de aquellos ilustres próceres no consistió en reservarse el derecho de actuar al margen de la ley y atropellar los derechos humanos invocando aquellos grandes peligros que les amenazaban. Lejos de tal claudicación, su postura consistió en afrontar aquellos riesgos imponiéndose fuertes límites morales y obligándose a actuar según la ley y la moral. Pues bien, aquella postura de contención y rectitud es la que Obama hace suya con loable rotundidad y convicción." (PRUDENCIO GARCÍA: El arduo dilema ideales-seguridad. El País, ed. Galicia, Opinión, 07/03/2009, p. 27 )

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