16/2/09

¡Dad los niños a los viejos!

""Llegamos de día, bajamos de los vagones, nos gritaban, hicieron la selección, nos separaron. Papá Abraham y mamá Rebeca se fueron por un lado, a las cámaras de gas. Mis tres hermanas, Rosa, Juana y Matilde, pasaron la selección, pero al desnudarlas y pelarlas juzgaron que estaban más débiles de lo que parecía y decidieron enviarlas también a las cámaras". Galante habla despacio, casi con dulzura, toda la emoción concentrada en las manos gesticulantes y en unos ojos muy oscuros que parecen fijos en la lejanía. Ha sufrido lo que todos los supervivientes: miedo, vergüenza y culpa.

Galante nació en Rodas en 1925. Con toda la judería de la isla griega fue enviado a Auschwitz, adonde llegó el 16 de agosto de 1944. Tenía 18 años y lo enviaron, al equivocarse con la edad, a unas instalaciones sorprendentemente acogedoras: era el centro de experimentos humanos de Mengele. De los 1.600 judíos de Rodas que fueron con él, 1.200 fueron directos a las cámaras de gas. Recuerda el atroz consejo que les lanzaban los veteranos del campo: "¡Dad los niños a los viejos!". Única forma de que al menos se salvaran los padres y madres jóvenes...

En el campo le tocó el peor sector, Auschwitz II, Birkenau, donde se aplicaba el exterminio. Se presentaba voluntario para limpiar letrinas: el camino pasaba cerca de las cocinas y a veces le arrojaban algo: "Una patata era un día más de vida"; también porque el hedor "ocultaba un rato el omnipresente olor a carne quemada".

Todos tenemos la sensación -el cine, las lecturas- de conocer bien aquello. ¿Es esa imagen falsa? "Sí, por suerte para ustedes", sonríe. Él vio de verdad las chimeneas y los fuegos. Le dieron una paliza que casi lo mata. "Me salvó un amigo, Pierre, que cayó en la siguiente selección". Parece a punto de hundirse, pero se sobrepone. Traga saliva, da un sorbo de vino. "Son episodios del campo". En otra ocasión lo empujaron a una hoguera. "Vivíamos al día", explica con un temblor en el fondo de la voz. "La muerte te pasaba alrededor todo el tiempo, se trataba de esquivarla".

Lo explica todo en un libro inolvidable que ha escrito su ahijado Martín Hazan, Un día más de vida (Inédita). Cuando los rusos liberaron el campo, pesaba 38 kilos. Se fue a Argentina. ¿Ha podido ser feliz? "Sí, sí; me pude casar, tener hijos". ¿Sueña con aquello? "No, pero mi mujer dice que a veces gritaba dormido". Explicarlo "me ha ayudado, para ir sacando ese veneno". La sanación tiene sus límites. "Todavía hoy", señala con su dulce sonrisa, "no me puedo duchar con la puerta cerrada". (DAVID GALANTE: "En Auschwitz una patata era un día más de vida". El País, ed. Galicia, Ültima, 02/02/2009)

1 comentario:

VONESAD dijo...

ES ASOMBROZO Y A LA VEZ TERRORIFICO EL HABER PASADO TODO ESTE TRAUMA...