"El prolongado estudio de la destrucción de la intelligentsia rusa, una documentación donde abunda la miseria moral, la ambivalencia, la delación, el terror y los asesinatos ha tenido un efecto positivo en el investigador: "Ha sido un trabajo surrealista y fantástico. Yo estaba en esos despachos en los que se interrogó a los grandes escritores rusos del siglo XX, era el primero que abría los archivos y descubría la verdad de lo que habían hecho con ellos, y las paredes se animaban, oía voces, y era una terrible obra de teatro vanguardista.
Me ha cambiado la actitud ante la gente y ante mí mismo. Por ejemplo, comprendí que una persona es mucho mejor y mucho peor de lo que creemos. Que los límites de una sola persona son mucho más amplios. Nosotros en la vida cotidiana no tratamos con personas reales sino con fantasmas... La segunda lección que obtuve fue que entendí que la literatura y la palabra no es solamente un arte de autoexpresión sino también un intento de salvar al hombre en una situación desesperada. Un intento de salir de la tragedia de la historia. Por eso el problema no ha sido sólo entrar en la historia, sino también salir de ella. Este drama sigue existiendo, aún no hemos aceptado y asimilado nuestro pasado". (...)
Algunos casos siniestros bordean también lo grotesco, como el salón literario de Lili Brik, la amante de Maiakovski, un nido de espías donde charlaban y bebían los escritores, y con ellos también Agranov, "el asesino de los poetas, ejecutor del primer marido de Ana Ajmátova y complicado también en el destino de Mandelstam... Lili, cuyo primer marido, Primakov, también había sido ejecutado, lo sabía. Maiakovski y el asesino de poetas eran amigos. Luego también Maiakovski se vio empujado al suicidio.
En fin, estaba la fe, la ilusión de estar contribuyendo a crear un mundo nuevo, estaba el autoengaño... La mayoría no eran angelitos ni sólo víctimas. Vivían en un mundo de Dostoievski. Muchos saludaban esas ejecuciones y se hacían delatores para que no se les tocase, y luego se les encarcelaba y pasaban a ser víctimas". (VITALI SHENTALINSKI: "La popularidad de Stalin crece en Rusia cada día". El País, ed. Galicia, Cultura, 20/01/2009, p. 40)
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