Pero el hombre, convertido en héroe contra su voluntad, se empeña en restar importancia a su actuación. Rivera conducía su coche, observó la brutal escena y no lo pensó dos veces. "Saqué una barra de plomo, de las que utilizo para trabajar, y se la arrojé a la cabeza", precisa.
El suceso ocurrió junto al monumento de la Sagrada Familia. A esa hora (las nueve de la mañana) había ya "bastante gente" en la calle. Ante la extremada violencia del agresor, la mayoría de transeúntes huyó a la carrera, o se refugió detrás de algún coche. Rivera no entiende tal actitud. Y menos aún la de "dos guardias que estaban controlando unos aparcamientos y no hicieron nada", rememora.
Antes de que Rivera entrara en escena, un hombre trataba ya de controlar al agresor. "Pero no acababa de decidirse. Le dije que me dejara la barra que llevaba en la mano", relató. Una tercera persona, que también será condecorada con la medalla al mérito policial, se enfrentó al individuo con lo que tenía más a mano: una carpeta de folios que le arrojó. El agresor los hizo trizas y los aprovechó para lavarse las manos ensangrentadas que aún sujetaban un cuchillo de cocina, según fuentes policiales." (El País, ed. Galicia, Sociedad, 22/01/2009, p. 37)
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