29/12/08

El revisionismo del franquismo, y su realidad histórica, la de una represión sin fin,

"El Franquismo contenía, según afirmaban los autores revisionistas, elementos suficientes para su autotransformación en democracia. Esta argumentación que, explicita o implícitamente suscribió la casi totalidad del establishment académico español de finales de los años setenta y primeros años ochenta, tuvo su apoteosis en la publicación por la Editorial Sistema del PSOE de un volumen coordinado por tres prestigiosos politólogos, Félix Tezanos, Ramón Cotarelo y Andrés de Blas, que con sus 957 páginas se convirtió en la versión canónica de lo que su título anunciaba: La Transición democrática española. En ella las omisiones y la censura de los disconformes son tan absolutas y significativas como la defensa de las afirmaciones de los participantes que adoptan sus puntos de vista.

La argumentación básica del revisionismo se basa en pretender que excesos y tropelías, con asesinatos incluidos, se cometieron en los dos bandos y que lo mejor es cubrir ese pasado con un tupido velo. Pero por mucho que se insista, el número mucho mayor de asesinados en el bando franquista que en el republicano y, sobre todo, la personalidad de sus autores y las modalidades de su práctica los hacen muy distintos. En el lado republicano fueron obra de individuos exaltados de tendencia radical, que la ausencia de fuerzas de seguridad hacía imposible controlar y que en diversas ocasiones atentaron incluso contra personalidades republicanas. A mi mismo padre, que era un conocido militante laico y republicano, aunque empresario y responsable patronal, vinieron a buscarle para darle el paseo a nuestra casa de Carcaixent el 20 y el 21 de julio de 1936. Afortunadamente estaba en Finlandia por razones de su negocio y pudo salvar la vida, pero su gran amigo Justo Martínez Amutio, líder de los socialistas valencianos, le aconsejó que no volviera hasta que no se controlara la situación.

En cualquier caso, el desgobierno en la zona republicana, y los crímenes que lo acompañaron, aconteció sólo los primeros meses de la guerra y fue disminuyendo hasta desaparecer casi totalmente.

En el lado franquista, en cambio, los fusilamientos persistieron durante largo tiempo y estuvieron siempre acompañados por el ignominioso espectáculo de la llamada justicia militar.

Disponemos ya de numerosos testimonios en los archivos históricos de la Guerra Civil que nos relatan los bochornosos ejercicios jurídicos que fueron los juicios sumarísimos en los que se condenaba a muerte a honorables y pacíficos ciudadanos por la sola razón de sus convicciones republicanas. El Diario de la guerra civil, editado por el Archivo Histórico de la Universidad de Alicante, del profesor y diputado Eliseo Gómez Serrano, él mismo condenado a muerte y ejecutado sin más causa que su adhesión a la República, nos aporta numerosos ejemplos de la brutalidad de la represión franquista, en la que lo más repugnante es su pretendida asepsia formal. Por ejemplo uno de los mas ilustres valencianos, el gran profesor Joan Peset, rector de la Universidad de Valencia, condenado a muerte en 1940 y fusilado 15 meses después, cuya sentencia fundamenta su muerte en "adhesión a la rebelión" y "haber dado conferencias de sabor marxista".

La responsabilidad de los uniformados magistrados que ordenaron fríamente el fusilamiento del Rector Peset y la de los individuos primarios y exaltados que quisieron matar a mi padre movidos por su furiosa revancha social, no tenía el mismo status ni era de igual condición. Por mucho que se empeñen los revisionistas y los que quieren equipararlos en base a los indultos genéricos y que llevan a confusión. Todos igualmente culpables e igualmente inocentes puesto que igualmente indultados.

Por lo demás, la dictadura del olvido tiene como objetivo principal el ocultamiento del trasvase del poder social de la España de Franco -antes lo llamábamos las clases dominantes- a la España democrática. Ahí estaban -aunque tal vez debiera decir, como hijo de José Vidal Cogollos y de Amparo Beneyto Belda en el contexto franquista valenciano, ahí estábamos- personas, familias, empresas, y ahí seguimos estando, donde siempre, en el poder y en el privilegio. A esos efectos la intransitividad de la Transición fue perfecta. Negarlo es negar nuestras vidas. Reconozcámoslo pues, sin evasivas, e intentemos reparar, en lo que quepa, las iniquidades de una situación, de la que hemos sido, somos, tan beneficiarios." (JOSÉ VIDAL-BENEYTO: Los codiciados frutos del olvido. El País, ed. Galicia, Opinión, 20/12/2008, p. 31 )

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