“P. ¿Hay algo específico en los criminales de esa guerra, algo que los distinga de los nazis, de Eichmann, Stangl, Hoess?
R. La única diferencia son las circunstancias. Por lo demás no son nuevos tipos de criminal de guerra. Lo que se ha clarificado desde entonces, desde Núremberg, es que no se trata de monstruos, sino de gente corriente. Proceden de variados medios sociales, tienen distintas capacidades intelectuales, pero no son diferentes de usted o de mí. Eso es difícil de aceptar pero hay que hacerlo. Creer que son monstruos es lo fácil, eso les pone en una categoría aparte, tranquilizadora; es falso. Yo estaba segura de que jamás sería capaz de hacer lo que ellos hicieron. Pero ahora, no pondría la mano en el fuego ni por mí. Has de aceptar esa posibilidad. No hay santos entre nosotros.
P. ¿Cómo sucede, cómo se llega a la maldad?
R. La deshumanización de las víctimas es un factor importante. Es un proceso lento, Klemperer lo muestra en sus diarios. Siempre sucede despacio, con los judíos o con los musulmanes de Bosnia. La guerra, la masacre, no empieza con los disparos, hay una larga preparación psicológica de la población. La gente ha de aprender a ver cómo empieza todo para prevenirse y no dejarse arrastrar.
P. Gitta Sereny, que entrevistó a Speer y, sobre todo, a Stangl, el comandante de Treblinka, me dijo en una ocasión que la exposición al mal, como la de ella, o la de usted ante esos criminales, puede ser peligrosa para la integridad moral, la cordura.
R. Para mí Sereny es una referencia, pero no siento ese riesgo de que habla. Una vez me explicó que le habían ofrecido mucho dinero para escribir sobre un asesino en serie de niñas que había matado a su propia hija y se había suicidado. Declinó porque creía que el mal podía propagarse escribiendo de aquello. Me pareció una especie de autocensura. Yo creo que hay que escribir, para que la gente se haga consciente de los peligros. Ése es el motivo de este libro. He comprendido a través de los juicios lo corriente de los criminales, que todos tenemos un doble potencial, para el bien y para el mal. Y la única forma de luchar contra el mal es ser consciente de que lo llevas dentro.” (SLAVENKA DRAKULIC: "Ninguno estamos libres de caer en la maldad". El País, ed. Galicia, Cultura, 22/02/2008, p. 46)
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