"(...) En la mañana del 22 de septiembre de 1936, el pueblo amaneció cercado y ocupado por tropas de Falange y Acción Ciudadana. Le llamaron, junto a otros vecinos, para prestar declaración en el Ayuntamiento. Cuando se presentó, le dijeron que volviera a casa a por una manta y que se presentara de nuevo para pasar la noche antes de ser trasladado a Calatayud para prestar allí declaración. José lo hizo así y, a la mañana siguiente, le metieron en un camión junto a otros vecinos. Alguno de ellos también de la UGT, otros no. Mientras subían, el hermano de José, Antonio, que observaba la escena, fue increpado y obligado también a subir al camión. Antonio no tenía filiación sindical o política. Eran 11 personas agolpadas en el vehículo.
Pasaron un mes detenidos en Calatayud. En ese tiempo, las familias recorrían los 14 kilómetros que separan el pueblo pequeño del grande para llevar ropa o comida. Hasta que uno de esos días, un guardia le dijo a Pascual Cansado, uno de los seis hijos de José, que se llevara lo que había traído porque su padre ya no iba a necesitarlo. Tenía 43 años cuando fue asesinado. A la viuda de José, que en el momento de su muerte estaba embarazada, se le exigió la responsabilidad civil de 1.500 pesetas por los hechos que se le imputaron: haber hecho propaganda de las ideas izquierdistas. Seguir pagando una pena después de la muerte, en forma de multa e incautaciones, sería una tónica en muchos de los represaliados.
El grupo que embarcó en este camión, junto a uno más, es conocido como “los doce de Ateca”. Fueron ajusticiados en una cuneta a 30 kilómetros de distancia de su pueblo, cerca del barranco de Mularroya, después de ser obligados a cavar su propia tumba.
En abril de 1959, algunos familiares de este grupo recibieron una carta en la que se les convocaba en un punto en concreto de la Nacional II para una exhumación. Algunos fueron. Los restos fueron cargados en un camión y partieron hacia el Valle de los Caídos. Que las familias estuvieran presentes no significó que se les pidiera la autorización, simplemente asistieron como testigos de lo que estaba ocurriendo.
Los 12 esqueletos, anotados en el registro como “desconocidos”, fueron depositados en una única caja que costó 550 pesetas y medía 1,20 metros de largo, 0,50 de alto y 0,60 de ancho. En el momento en el que los 12 llegaron, 9.453 personas ya habían alimentado las tripas de la siniestra y megalómana necrópolis franquista.(...)" (Elena Cabrera, eldiario.es, 12/06/23)
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