25/2/22

Dicen que Franco mantuvo una actitud de «pasividad» complaciente entre 1939 y 1942... las normas antijudías, como la cruel de paso de fronteras, del 11 de mayo de 1939, nº de orden 1849, emitida por el Ministerio de Asuntos Exteriores, dicen lo contrario... o véase el telegrama de noviembre de 1940 del ministro de Asuntos Exteriores al embajador español en París reprobando la intervención del cónsul general ante las autoridades de ocupación alemanas para evitar la detención de sefarditas... política que cambia cuando los nazis van a perder la guerra, y pasa a participar en su salvación

"Paul Preston y Enrique Moradiellos, dos puntos de vista diferentes del holocausto y el franquismo.

 Me refiero al libro del prestigioso Hispanista británico Paul Preston, con su libro "Arquitectos del terror, Franco y los artífices del odio" de la editorial Debate, y al libro de su discípulo, el profesor Enrique Moradiellos, y otros dos profesores mas: "El Holocausto y la España de Franco", publicado por la editorial Turner. 

Mientras para este último, hay mas luces que sombras en este tema, y Franco no promulgó normativa antijudía (según manifestó recientemente en una entrevista en el periódico El Español), para Preston, que nos da mucha información sobre el tradicional antisemitismo del franquismo, hay varias referencias a las normas antijudías, como la cruel de paso de fronteras, del 11 de mayo de 1939, nº de orden 1849, emitida por el Ministerio de Asuntos Exteriores, que dirigía el general Gómez Jordana (paginas 356-57). Se aplicó hasta, por lo menos, 1942, en plena Solución Final (según el historiador alemán Berth Rother, en su libro Franco y el Holocausto, 2005) siendo luego derogada.

También, añade Preston, en la página 375, el Pregón, del exministro Manuel Fraga, maldiciendo a los judíos, el viernes santo de la Semana Santa de Zamora, en 1971.

Yo me decanto por la versión del prestigioso hispanista, al que he dado parte de esta información, a través del equipo nizkor, y que se puede ver en sus notas al final del libro (página 459)

En cuanto al profesor Moradiellos, decir que hace poco ingresó en la Real Academia de la Historia, y que en marzo presentará su libro, en Casa Sefarad-Israel. Esta institución (Consorcio del Ministerio de Exteriores, Comunidad de Madrid y Ayuntamiento de Madrid), desde que se creó en el 2008, afirmaba que muchos judíos fueron salvados del Holocausto, a través de la acción humanitaria de los diplomáticos franquistas. 

Luego, tras varias exposiciones, como "Visados para la libertad", colaboró con el Ministerio de Asuntos Exteriores, en la exposición "Más allá del deber" junto a su catálogo, lleno de graves errores históricos, que en su momento denuncié. 

Hace años, cuando era ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, le solicité que "anulara" dichas normativas antisemitas, por ir contra la legislación europea e internacional, pero me contestó por carta, que ya habían sido derogadas por la Constitución de 1978. Yo sé muy bien, la diferencia entre anulación y derogación de una norma.

Me dirigí a él, pues su bisabuelo, José Rojas Moreno, Conde de Casa Rojas, cuando estuvo en Rumania, fue uno de los diplomáticos que ayudó a salvar a los judíos, según dicen, pero no dicen que fue el artífice de la orden antijudía que anteriormente hemos señalado, la de paso de fronteras, cuando estaba en el Ministerio de Exteriores.

Mis abuelos, judíos polacos, pudieron cumplirla, y pasaron la frontera en agosto de 1939, pero ¿cuántos otros no pudieron hacerlo, finalizando en las cámaras de gas? 

Nadie está interesado en investigar todo esto, por ello salen libros como el del profesor Moradiellos, y no pasa nada. Será para agradar a los académicos de la Real Academia de la Historia, que como el resto de academias fueron disueltas por un Decreto publicado el 17 de septiembre de 1936 en la Gaceta de Madrid, firmado por el presidente de la II República, Manuel Azaña.

No sé si me animaré a ir a la presentación de su libro en Casa Sefarad-Israel, pero estoy cansada de las vueltas y vueltas que da este tema del Holocausto y Franco, sin verdadera investigación (exceptuando la investigación sobre los diplomáticos franquistas)."                   (Cristina Calandre Hoenigsfeld, Nueva Tribuna , 25 de febrero de 2022)

 

"El pasado 13 de febrero D. Arcadi Espada publicaba en este diario unas consideraciones negativas sobre nuestro libro El Holocausto y la España de Franco (Turner), que estudia esa temática desde una triple perspectiva histórica: el proceso genocida en su globalidad y la actitud de Franco hacia «la cuestión judía» (E. Moradiellos), la respuesta de la diplomacia franquista ante el genocidio (S. López Rodríguez) y las manifestaciones judeófobas en la Extremadura de la época (C. Rina Simón). 

En atención a la relevante personalidad de nuestro crítico y por respeto intelectual hacia los lectores de su texto, queremos hacer las siguientes precisiones de orden estrictamente historiográfico.

Ante todo, el núcleo básico de la crítica de D. Arcadi parece derivar del hecho de que nuestra obra no menciona su trabajo sobre «los héroes de la embajada de España en el Budapest nazi», considerado inexcusable por su autor: «No se puede escribir un libro titulado El Holocausto y la España de Franco sin haber leído mi libro y lo que cuelga». Al respecto, se imponen estas aclaraciones:

  1. Los autores conocen el trabajo de D. Arcadi y, de hecho, el responsable del capítulo correspondiente lo menciona en su tesis doctoral (El Servicio Exterior de España durante el Holocausto en la Francia ocupada, 2021, acceso libre en el repositorio español de tesis).
  2. En la práctica historiográfica, un trabajo como el nuestro de revisión sintética de la temática, a diferencia de un estudio bibliográfico específico, no exige la consignación de todas las obras existentes, por ser la literatura muy abundante y de diversa entidad, sino que prescribe la mención expresa de aquellas más utilizadas o pertinentes en cada caso.
  3. La obra de D. Arcadi, en contenido y soporte documental, sigue la estela de otros autores precedentes y en algunos casos prioritarios: el rabino Chaim Lipschitz, el periodista Federico Ysart y el profesor David Salinas, a título ilustrativo.
  4. La obra de D. Arcadi, muy respetable por sus valores periodísticos y literarios, no es sin embargo igualmente meritoria en términos historiográficos, por su excesiva focalización geográfica (el caso de Hungría) y temporal (básicamente el año 1944, entre la ocupación alemana del país y la invasión soviética del mismo), así como por su insuficiente atención contextualizadora al conjunto del sexenio bélico mundial y a la cambiante actitud franquista durante ese lapso temporal.

En resolución, a despecho de la creencia de su autor, no constituye pues una pieza canónica, insuperada y definitiva sobre la materia, razón por la cual no está registrada como tal, a diferencia de los trabajos que mencionamos de Bernd Rother o José Antonio Lisbona, que la literatura especializada hispánica y universal sí estima en esa medida y proporción.

Al margen de esa crítica global por la falta de mención de su obra (que erróneamente confunde con falta de respeto personal, acaso por desconocimiento de los usos y prácticas historiográficas), D. Arcadi sostiene en su texto afirmaciones erróneas que contribuyen a justificar, si preciso fuera, la recurrente actitud de cautela de la historiografía especializada hacia su trabajo. Nos permitimos señalar sólo algunos ejemplos siguiendo el modo de argumentación y demostración característico de la historiografía y sin ningún propósito doloso ni ánimo injurioso hacia la dignidad de nuestro respetado crítico y censor.

En primer lugar, afirmar que la política franquista en relación al rescate y protección de los judíos perseguidos en la Europa ocupada fue obra de Estado realizada por los diplomáticos españoles «en nombre de Franco» y por orden éste, mayormente por motivos humanitarios, es sólo parcialmente cierto (y por eso errado globalmente).

 Sin duda el Gobierno español autorizó al encargado de negocios en Budapest a prestar ayuda a la comunidad judía húngara en octubre de 1944 (dos meses antes de la rendición de Hungría ante los soviéticos). Pero para entonces, en vísperas de la total victoria aliada, Sanz Briz llevaba meses realizando esas labores motu proprio, sin órdenes oficiales y pese a requerir autorización expresa para ello (como otros compañeros de carrera en Sofía, Atenas o Bucarest, dicho sea de paso, y con igual falta de éxito, pese a su insistencia documentalmente probada). 

Todavía más. Esa política significaba una inversión completa de la previa actitud de «pasividad» complaciente desplegada entre 1939 y 1942, en el momento de las victorias alemanas, siguiendo órdenes expresas del gobierno español, también «en nombre de Franco» y con su aprobación. Véase el telegrama de noviembre de 1940 del ministro de Asuntos Exteriores al embajador español en París reprobando la intervención del cónsul general ante las autoridades de ocupación alemanas para evitar la detención de sefarditas y la incautación de sus bienes: «no es criterio de Gobierno» actuar y «poner inconvenientes a su ejecución (de medidas antisemitas)», sino que debe «conservar actitud pasiva» y «únicamente darse por enterado de estas medidas» incluso si afectaran a españoles que sean «súbditos de origen judío». 

Esta es la verdad cruda y compleja de la cambiante política franquista ante el Holocausto, que está tan lejos del mito de «Franco, salvador de judíos» como del contra-mito de «Franco, enemigo de judíos».

En segundo orden, debemos impugnar las rectificaciones de D. Arcadi negando que Sanz Briz actuara nunca motu proprio y afirmando que las «casas de protección» sólo comenzaron a operar en noviembre de 1944 y que la lista de judíos protegidos ascendía a 2.295 y no a cerca de 5.000 personas. Lo primero es verdad conocida y demostrada. Lo segundo es errado: Sanz Briz puso en marcha antes del 24 de octubre las «casas estrelladas» como paso previo a las «casas protegidas» del «gueto internacional». Al igual que lo tercero: el diplomático informó a fines de 1944 a Madrid que había firmado no menos de 300 pasaportes y cerca de 2.000 cartas de protección; pero los estudios monográficos de Haim Avni cifraron ya en 3.000 los judíos salvados, descontando su protección a un grupo de 500 niños asilados en hospicios de la Cruz Roja; y los más recientes trabajos de José Antonio Lisbona suman a esas cifras otro grupo de 700 judíos con destino al Marruecos español y varios centenares con destino a Paraguay. En definitiva, siguiendo a este último autor, «Sanz Briz logra salvar unas 5.000 personas».

Para terminar, los autores del libro desean agradecer la atención prestada por D. Arcadi a su obra así como su interés por el Holocausto, sin duda uno de los fenómenos históricos más cruciales y definitorios de la reciente historia europea y universal."

(Enrique Moradiellos, Santiago López Rodríguez y César Rina Simón son historiadores. Revista de Prensa, 23/02/22; fuente: El Mundo)

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