20/9/21

El trabajo forzado de los ‘Rotspanier’. La Alemania nazi utilizó a republicanos españoles como mano de obra esclava para construir las fortificaciones del Muro Atlántico... 35.000 ‘españoles rojos’ fueron obligados a trabajar para la economía de guerra nazi en la Francia ocupada

 "En el verano de 1941, cuando la Alemania nazi movilizó al grueso de su ejército para invadir la Unión Soviética, Adolf Hitler se encontró con dos problemas en su plan para sojuzgar Europa. 

Las sucesivas levas de hombres alemanes iban vaciando de mano de obra las fábricas fundamentales para la economía de guerra, y también por eso el frente occidental –la mitad de Francia estaba ocupada desde mayo de 1940- registraba una reducción de soldados. La solución ideada por el Tercer Reich para afrontar la perentoria necesidad de obreros fue redoblar un método que ya había iniciado: el trabajo forzado de extranjeros.

 Y para conjurar el riesgo de que los aliados lanzaran un desembarco aprovechando el descenso de tropa, Hitler ordenó construir una obra con pretensiones de fortaleza inexpugnable: el Muro Atlántico. Esta línea defensiva de fortificaciones, búnkers y obstáculos –que al final se reveló inútil– debía cubrir 3.000 kilómetros de costa, desde Hendaya, en Francia, hasta el Cabo Norte, en Noruega. Para su construcción, los nazis utilizaron también una gran parte de trabajo esclavo.

En ese terrible vuelco de la historia se vieron atrapados miles de españoles republicanos que estaban en Francia desde el fin de la Guerra Civil, y que fueron obligados a trabajar por la Alemania nazi en la construcción del Muro Atlántico, y también por la Francia de Vichy, el régimen colaboracionista del mariscal Pétain en la mitad libre del país, en otras obras y con otros fines.

 “Cuando hoy día los españoles piensan en sus víctimas del nazismo, recuerdan a los casi diez mil republicanos deportados a campos de concentración, sobre todo a Mauthausen, pero apenas saben de los antiguos trabajadores forzados”, sostiene el historiador Antonio Muñoz Sánchez, que ha investigado tanto esta cuestión como la lucha de los supervivientes en los años sesenta para que la entonces Alemania Occidental les reconociera como perseguidos políticos de Hitler.

El historiador Antonio Muñoz Sánchez ha investigado cómo estos exiliados españoles lograron que la RFA les indemnizara

“Intentaron acogerse a una ley de indemnizaciones del Gobierno de Adenauer de 1956, pero les pusieron muchas trabas; miles de ellos perseveraron, fueron a juicio, y lograron ganar”, explica Muñoz Sánchez. Los Rotspanier (españoles rojos), como les llamaban los nazis, habían sido reclutados a la fuerza por ser percibidos como enemigos políticos del nazismo, concluyó un tribunal de Colonia en una sentencia avalada en 1972 por el Tribunal Supremo alemán. Los demandantes recibieron 150 marcos por mes de cautiverio, y pensión vitalicia si sufrían secuelas físicas o psíquicas. 

Sobre este asunto casi desconocido tanto en Alemania como en España puede verse en Berlín hasta el 30 de octubre la exposición Rotspanier. Trabajadores forzados españoles durante la Segunda Guerra Mundial. Víctimas olvidadas del nazismo, comisariada por Muñoz Sánchez y por el historiador alemán Peter Gaida. 

En mayo de 1940, cuando la Wehrmacht lanzó su ofensiva contra Francia, había en el país unos 140.000 refugiados españoles que habían tenido que huir tras la victoria de Franco, de los que unos cien mil eran antiguos combatientes, y el resto, mujeres, ancianos y niños. Fueron tratados de modo despiadado por la Francia de Édouard Daladier, y en torno a la mitad de esos hombres se enrolaron en compañías de trabajadores extranjeros en duras condiciones.

Pero el régimen títere de la ‘Francia libre’ instalado en Vichy por Pétain en junio tras el armisticio con los nazis empeoró su situación. Pétain forzó entonces a más de 30.000 españoles a trabajar en condiciones extremas y sin salario en los llamados Grupos de Trabajadores Extranjeros (GTE), en Francia y en Argelia, construyendo infraestructuras, como la vía para el tren transahariano, o en labores agrícolas. 

También el régimen colaboracionista de Vichy empleó a la fuerza a ‘españoles rojos’, pero la Francia actual se desentiende

“En 1995, Chirac admitió la responsabilidad francesa en la deportación de judíos; en 2016, Hollande admitió el internamiento de gitanos; pero el grupo más numeroso de extranjeros internados fueron los españoles -dice el historiador Peter Gaida-. Emmanuel Macron estuvo hace poco con Pedro Sánchez en Montauban ante la tumba de Manuel Azaña y alabó a los exiliados españoles, pero no dijo nada del internamiento, el trabajo forzado y la deportación de españoles; ese asunto espera aún un reconocimiento oficial por parte del Estado francés, que sigue desentendiéndose”.

Con la decisión de Hitler de construir el Muro Atlántico, la necesidad de mano de obra se hizo imperiosa para los nazis. Su ejecución fue encargada a la Organización Todt (OT), un ente que reparaba y construía infraestructuras coordinando a empresas alemanas y a veces también de los países ocupados. Se llamaba así por su fundador, Fritz Todt, y a su muerte en 1942 pasó a depender del arquitecto Albert Speer. 

La Organización Todt (OT) llegó a emplear a millón y medio de personas, entre voluntarios, trabajadores forzados, prisioneros de guerra y deportados de campos de concentración. En ese magma acabaron unos 35.000 Rotspanier , suministrados a los nazis por las autoridades de Vichy para trabajar en la zona ocupada.

LOS TESTIMONIOS 

Hijos de republicanos explotados como obreros por Hitler relatan a 'La Vanguardia' las penurias que ellos les contaron

En Burdeos (Francia)

Carlos Ruiz García

“Mi padre fue de la quinta del biberón, se alistó él con 19 años porque quiso, para defender a la República; pasó a Francia en la retirada en 1939, y acabó obligado a trabajar en la construcción de la base de Burdeos-Bacalan, que los nazis hicieron para los submarinos italianos”, explica José Ruiz desde esta ciudad francesa. Su padre, el catalán Carlos Ruiz García, nació en Camarasa pero vivió en Súria. Y al quedarse para siempre en Francia, donde se casó con una española, mantuvo correspondencia con el hijo de quien había sido su maestro en Súria, el señor Sau. “Nos decía siempre: ‘Cuando me muera, haced lo que queráis con estos papeles’, así que cuando falleció, lo recogí todo en un libro”, explica José. El libro se titula Carta a un amigo. 1939-1944. Un republicano español. Barcelona a Burdeos

En 1939 el Gobierno de Daladier trató a los republicanos españoles como a enemigos; mi padre pasó un año y medio en el campo de Argelers, y luego Pétain entregó a los españoles rojos a los nazis –prosigue José Ruiz–. Mi padre contaba que en las obras de la base había dos personajes que eran verdaderos verdugos, golpeando con la porra a quien no trabajaba muy deprisa; los españoles dormían en un campo a las afueras de Burdeos, en Saint-Médard-en-Jalles, les levantaban a las tres de la mañana, y les llevaban en un tren que iba muy despacio; empezaban a trabajar a las cinco y hasta las seis de la tarde ahí estaban”. 

En Burdeos se les hizo un tardío primer homenaje civil en septiembre del 2006, pero Carlos Ruiz ya no pudo verlo; había muerto en el mes de junio. Gracias a una abogada, había pedido indemnización a la RFA y recibió así una pensión alemana.

En las islas del Canal (Reino Unido)

Francisco Font Saboya

También en las islas del Canal, único territorio británico ocupado por Hitler pues el Reino Unido las desmilitarizó en junio de 1940 al no poder defenderlas, hubo unos 4.000 españoles deportados desde Francia para trabajo forzado. Uno de ellos era el barcelonés Francisco Font Saboya, que tras la liberación se quedó a vivir en las islas, casado con una británica. Falleció en 1981. “Él era anarquista, y tras pasar a Francia, fue capturado por Vichy y forzado a trabajar en La Rochelle, donde se construía una base para submarinos”, explica su hijo Gary Font desde Jersey. “Mi padre nos contó, y este testimonio suyo está en el Imperial War Museum, que se presentaron hombres de las SS y gendarmes de Vichy a pedir voluntarios, y como nadie dio un paso al frente, se llevaron a la mitad; uno de ellos era mi padre, y así fue enviado en 1942 a Jersey”, prosigue Font. 

Un contingente de españoles tuvo que construir túneles fortificados en Jersey para los nazis. “Una vez mi padre fue golpeado hasta quedar inconsciente y enviado a un campo de castigo en otra isla por escamotear un trozo de pan –explica Gary Font–. Pero los españoles eran tratados relativamente bien en comparación con los prisioneros de guerra soviéticos que llegaron después; mi padre vio cómo un soldado de las SS mataba de un tiro en la cabeza a un joven ruso porque este, que no tenía zapatos, se había envuelto los pies con papel de los paquetes de cemento”. 

En Westmount (isla de Jersey) se construyó en 1972 por iniciativa civil un memorial a los 16.000 obreros forzados de varias nacionalidades, cuyo primer maestro de ceremonias fue Francisco Font, y ahora lo es su hijo Gary. “En Jersey quedamos entre 50 y 60 descendientes de trabajadores forzados españoles”, explica Gary Font, quien recuerda que su padre recibió una indemnización alemana de 5.000 libras.

En el land de Sarre (Alemania)

Narciso Jiménez Donaire

La experiencia del extremeño Narciso Jiménez Donaire, que tras la guerra se quedó a vivir en Alemania, casado con una alemana, ilustra un destino inusual en los españoles exiliados. Soldado republicano como sus dos hermanos, Narciso escapó a Francia, y allí fue internado en los campos de Argelers y Saint-Cyprien, tras lo cual trabajó para los franceses. “Al principio la organización Todt buscaba voluntarios; en 1941 a mi abuelo le prometieron un día libre y más comida, hay que ponerse en aquella situación”, explica su nieto Rafael Kulms desde Wadgassen (land alemán de Sarre).

“Le enviaron trabajar a La Rochelle, Boulogne-sur-Mer y Paso de Calais, y al final a Alemania –relata Kulms–. Mi abuelo tuvo suerte; la OT le destinó a una firma metalúrgica pequeña, donde fue relativamente bien tratado; por supuesto oficialmente eran trabajadores forzados y el trabajo era muy duro, pero él nos contó que no era vigilado, y que entraba y salía libremente. Era soldador, y ser un obrero cualificado probablemente también contribuyó a que le trataran mejor”. 

En el juicio en Colonia, Narciso Jiménez declaró ante el juez que durante esos años él no fue un trabajador forzado; “subjetivamente, él lo veía así”, concluye su nieto. Narciso, que conservaba sus ideas republicanas, no pisó España hasta 1975; falleció en el 2002. En el otro extremo de la historia familiar figura uno de sus hermanos, Feliciano Jiménez Donaire, enviado desde Francia al campo de concentración de Dachau, donde murió en febrero de 1945.

La dictadura franquista nunca intercedió ni por los trabajadores forzados españoles ni por los compatriotas deportados a Mauthausen y a otros campos nazis

En el conjunto de los 20 millones de europeos sometidos a trabajo forzado por la Alemania nazi en su territorio y en los países ocupados, los Rotspanier son un caso menos numeroso y particular. “Sus peculiares características de exiliados políticos de un país no beligerante pero simpatizante del Eje, y considerados por las autoridades de Vichy y Berlín como enemigos ideológicos a los que había que controlar y reprimir, les otorgaron unos rasgos únicos”, señala el historiador Muñoz Sánchez. La dictadura franquista nunca intercedió por ellos ni por los españoles deportados a Mauthausen y a otros campos nazis; todos eran también para Franco enemigos ideológicos derrotados.

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