"La maldad retorcida que encierra el ministro del Interior italiano, Mateo Salvini, manifestando la idea repulsiva de esterilizar a una mujer gitana
para que no pueda eludir la cárcel, es el reflejo de que hay una parte
de la sociedad europea del S.XXI que se degrada a sí misma al
naturalizar las conductas de sus dirigentes.
Esta naturalización es un
ataque a la tolerancia, la inclusión, la diversidad y la esencia misma
de nuestras normas y principios de derechos humanos. En general, socava
la cohesión social, erosiona los valores compartidos y puede sentar las
bases de la violencia, haciendo retroceder, a pasos agigantados, los
valores humanos y las reglas democráticas que todos los Estados
avanzados y los países civilizados deben salvaguardar frente a la
negación perturbadora del proyecto europeísta, que lleva como epicentro
la bandera de los derechos humanos y sociales para todos los pueblos,
naciones y culturas que componen nuestro viejo continente. Incluido
claro está el pueblo gitano, integrado por más de 12 millones de
personas, a las que se les ha negado e impedido históricamente su plena
inclusión en esta gran Europa que deshumaniza la pobreza extrema
criminalizando a quien desgraciadamente la padecen.
No basta con recordar la memoria de las víctimas del
genocidio nazi para conmemorar aquella masacre histórica sin olvidar que
el origen de aquella cruel ignominia comenzó con censos, persecuciones,
esterilizaciones y deportaciones a nuestro pueblo antes que
desarrollara la maldita maquinaria del Holocausto o el Samudaripen,
denominado por el pueblo Romaní.
(...) tenemos que remover las conciencias sobre la existencia de un
discurso de odio que está abonando la semilla de la violencia en nuestro
presente y en nuestro futuro más inmediato, y que triunfará si
permanecemos como si nada ante las amenazas frecuentes de la
ultraderecha.
Una ultraderecha para la que la condición étnica de una
mujer, de un ser humano, es tan insignificante en términos de dignidad
ante el poder de las mayorías dominantes. Solo tendríamos que cambiar la
mirada racista para darnos cuenta de que a Salvini no se le ocurriría
reclamar este tipo de medidas, por ejemplo, para los líderes de su
propio partido condenados por casos de corrupción.
Por el contrario,
saca el odio a pasear cuando los autores de algún delito pertenecen a
las minorías étnicas.
Pero lo que más me sorprende no son las malas intenciones del
fascismo, sino que tengamos partidos políticos en nuestro país que
logren consumar pactos con la extrema derecha -que comulga abiertamente
con la ideología de Salvini- con el único propósito de calmar el hambre
de gobernar y el ansia irrefrenable de poder, y no se abrumen al
blanquear sus discursos contra la igualdad y los derechos humanos. (...)" (Beatriz Micaela Carrillo, Público, 27/06/19)
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