"(...) En 1931 Matilde superó notablemente las primeras oposiciones a este
Cuerpo. Fue “Jefe de la Sección femenina auxiliar del Cuerpo de
Prisiones de la Prisión de Mujeres de Barcelona”, y en 1933 “Jefe de
servicios de la Prisión de Mujeres de Valencia”, de la que fue directora
durante la guerra.
Era muy competente, hizo cumplir el reglamento sin permitir
diferencias a favor de los peces gordos bien relacionados. Fue justa con
todo el mundo, esforzándose por hacer de las cárceles algo más que un
depósito de mujeres. Siempre trató a las presas sometidas a su custodia
con corrección y con respeto.
Era castellana, socialista, de estatura
media, con una cara morena, pelo largo y negro peinado muy pegado a la
cara, con una personalidad muy acusada, muy digna, con un claro concepto
de su deber de funcionaria de la comprensión de los problemas que una
cárcel de mujeres plantea.
El final de la guerra civil sorprendió a Matilde en Madrid, destinada en la prisión de Ventas de Madrid,
donde fue detenida el 28 de marzo. Matilde Revaque jugó un papel
fundamental en los primeros meses de posguerra, organizando la higiene,
alimentación y limpieza, tras el caos originado por la llegada de varios
miles de detenidas, en particular para que la escasa y deficiente
comida pudiera llegar a todas, paliando en lo posible el hacinamiento,
así como para que las enfermas y embarazadas pudieran recibir alguna
atención médica.
Contribuyó cuanto pudo, con otras funcionarias también detenidas, a
que las mujeres pudieran sobrevivir. El testimonio de Julio Rodríguez
Vega, secretario general de UGT recoge noticias que circulaban por las
cárceles de Madrid: “Por su simpatía personal, su afecto hacía sus
compañeras a las que hacía múltiples favores Matilde era popular en toda
la prisión. Jamás pidió un favor a las nuevas funcionarias”. Muchas ex
presas que habían compartido infortunio con Matilde en la prisión de
Ventas, testimoniaron referencias elogiosas hacia ella.
Matilde fue en todo momento consciente de que no se libraría del
pelotón de ejecución. Fue sometida a un simulacro de juicio en el que no
fue admitida prueba alguna de la procesada, todo se basó en acusaciones
de maltrato, presuntamente infligidas a falangistas “damas de España”.
No se aportaron nombres de víctimas, ni pruebas de haber ordenado
represión o actividad criminal. No quedó acreditada participación alguna
en los crímenes de los que se acusaba a Matilde, ni la identidad de las
presuntas asesinadas, ni siquiera se probó que siquiera hubo tales
crímenes.
Las denuncias no partían de familiares de víctimas, sino de las
“damas de España”, todas vivitas y coleando, bien tratadas y protegidas
por la República, como María y de Pilar Millán Astray, hermanas del
fundador de la Legión, o de Caridad Valero Julve, alto cargo de la
Sección Femenina de la Falange durante muchos años, que descargó todo su
odio y no aportó prueba alguna. La falangista Pilar Primo de Rivera
quiso vengarse de Matilde, visitándola en Ventas y regocijándose del
cambio de tornas. Le dedicó un injurioso poema con el título «La
Jefaza», recogido en su obra Cautivar, que ilustra cabalmente el rencor
que le guardaba.
Matilde Revaque fue condenada a muerte por el delito de “adhesión a
la rebelión” por su comportamiento como funcionaria de la República. Se
mantuvo con valor y serenidad. A la funcionaria que la sacó, Victoria
Úbeda, le dijo tomando entre sus dedos el emblema del cuerpo de
prisiones que llevaba: “No olvides Victoria, que muero por haber llevado
esto con dignidad”. Matilde fue fusilada el 13 de agosto de 1940 junto a
8 hombres, algunos policías de la República, algo gravísimo entonces,
como también lo era el haber sido oficial de prisiones. (...)" (Tulio Riomesta, 02/04/19)
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