"Juan Antonio Gaya Tovar nació en Tardelcuende (Soria) en 1876,
pertenecía a la burguesía ilustrada. Ejerció como médico rural en la
provincia de Soria, y a partir de 1920 en la capital donde se trasladó
con sus hijos Benito, Juan Antonio y Amparo. Allí fue también fue
profesor de gimnasia del Instituto de enseñanza secundaria, presidente
del Colegio de Médicos y cofundador del diario La Voz de Soria. (...)
Su formación humanística y su inquietud intelectual, le llevaron a
interesarse por los problemas de la sociedad española
desinteresadamente. Su sentido de la ética y de la justicia no estaban
conformes con una situación social de carácter regresivo, sentía las
exigencias de actualizar las estructuras socio-económicas y culturales
estancadas desde hacía decenas de años.
Gaya no era un revolucionario,
sino un Republicano reformista que creía en avanzar por cauces legales,
respetando los intereses legítimos, para conseguir una España más justa,
más progresiva, más solidaria.
Con el golpe fascista de julio de 1936, los requetés tomaron Soria el
21 por la tarde. El gobernador Alvajar y el diputado Artigas huyeron a
Madrid. Gaya permaneció hasta el último momento al lado de las
instituciones Republicanas. Asistió a la última reunión en el Gobierno
Civil, ya prácticamente perdida la última oportunidad de resistir, con
el corazón atenazado por el dolor de ver cómo una obra positiva y una
esperanza cierta de regeneración iban a desaparecer por la sinrazón de
la fuerza.
El teniente coronel de la guardia civil Ignacio Muga
controlaba la plaza. El 22 de julio de 1936 el doctor Gaya fue reclamado
para atender a un herido, fue delatado, detenido y trasladado al
Cuartel de Santa Clara, y el 1 de agosto a la prisión provincial.
Al tiempo irrumpieron un grupo de requetés gritando ¡Viva Cristo Rey!
en el domicilio del doctor Gaya, donde se encontraba su esposa, un hijo
paralítico y su hija Amparo, joven estudiante de bachillerato.
Registraron violentamente el domicilio, arrojaron muebles a la calle,
destrozaron otros, insultaron groseramente al joven incapacitado y a las
2 mujeres.
Sus vecinos, el profesor de francés Alfredo Gómez y su
esposa, profesora de Magisterio, doña Manolita Asenjo, religiosos y
derechistas, pidieron inútilmente de rodillas a los fascistas que
cesaran los destrozos, jurando que la familia avasallada era digna del
mayor respeto.
Aunque fue liberado provisionalmente, un día después, la noche del 16
de agosto de 1936 fue de nuevo arrestado. En el violento zarandeo al
doctor se le cayeron las gafas. Al reclamarlas, quien fuera alumno suyo
en el instituto le espetó: «Sepa, profesor, que a donde va no las
necesita».
Gaya rebuscó en su bolsillo un documento que le exoneraba de
responsabilidades. De nada le sirvió mostrarlo. De madrugada los camisas
azules lo subieron junto a otros detenidos a una camioneta que
rápidamente los dejó en las tapias del cementerio del Espino. Allí Juan Antonio Gaya fue fusilado sin juicio previo. (...)
Después de asesinado, en 1937 los
franquistas declararon a Gaya incurso de responsabilidades políticas.
Los bienes de su familia fueron embargados y se le impuso una multa de
7000 pesetas, cuyo abono se realizó malvendiendo instrumental médico y
alhajas familiares. Juan Antonio Gaya Tovar, un hombre machadianamente
bueno, Después de asesinado, en 1937 los
franquistas declararon a Gaya incurso de responsabilidades políticas.
Los bienes de su familia fueron embargados y se le impuso una multa de
7000 pesetas, cuyo abono se realizó malvendiendo instrumental médico y
alhajas familiares. Juan Antonio Gaya Tovar, un hombre machadianamente
bueno, era padre del historiador y escritor, el ilustre Juan Antonio
Gaya Nuño, autor del mejor libro escrito sobre Soria y todavía no
superado, y del lingüista Benito Gaya Nuño., autor del mejor libro escrito sobre Soria y todavía no
superado, y del lingüista Benito Gaya Nuño." (Tulio Riomesta, 24/02/19)
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