"(...) Fuad Qasim al Razam nació en la ciudad palestina
de Jerusalén. Pasó 31 años en prisión por matar a un soldado israelí y a
un colono armado, entre otros cargos.
He sufrido torturas
psicológicas y físicas en las cárceles israelíes, lo que me obligó a
confesar cosas que hice y otras que no hice.
La primera fase de
la detención suele ser la más difícil porque la tortura es más intensa y
los métodos más brutales. No me daban comida ni me permitían dormir, me
dejaban colgado del techo durante horas.
A veces me dejaban de pie bajo
la lluvia, desnudo, atado a un poste, con una bolsa en la cabeza. Me
dejaban así todo el día mientras los soldados me golpeaban de tanto en
tanto, me daban patadas y me golpeaban con palos.
Me
prohibieron ver a mi familia durante años, y cuando finalmente se me
permitió ver a mi madre, se estaba muriendo. Una ambulancia la llevó a
la prisión de Beir Al Saba y me llevaron encadenado a verla. Estaba muy
mal de salud y ya no podía hablar. Recuerdo los tubos que salían de sus
manos y su nariz. Sus brazos estaban magullados y azules por las agujas
que pinchaban su frágil piel.
Sabía que sería la última vez que
la veía, así que le leí algo del Corán antes de que me llevaran de
vuelta a mi celda. Murió 20 días después. Sé que estaba orgullosa de mí.
Cuando me excarcelaron después del intercambio de prisioneros en 2011
no se me permitió ir a visitar su tumba a leer versículos del Corán
porque me deportaron a Gaza inmediatamente. Un día visitaré su tumba. (...)"
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