"(...) . No se conformaban con matar a los cabezas de familia; las
represalias seguían adelante sembrando dolor en sus familias, cebándose
en sus mujeres y sus hijos.
El tío Manuel, hermano del padre de
Encarnación, en su última visita les contó que en su pueblo habían
rapado a la mujer del maestro y a sus dos hijas al cero, luego les
habían dado aceite de ricino y las habían paseado por todo el pueblo
mientras la gente las insultaba y les tiraba cosas encima.
—Y mira que don Julián era buena persona, y
que ellas no le habían hecho daño a nadie… Los alumnos que tanto le
debían… Incluso algunos de sus amigos se cebaron con ellas. Hasta les
escupieron.
—El miedo nos hace ruines. A algunos más de lo que ya son. Menuda gentuza. Vivíamos rodeados de víboras y solo ahora lo vemos.
—Todos queremos sobrevivir, Cosme, y proteger a los nuestros. Yo no sé qué sería capaz de hacer por Aurorita—dijo Encarnación.
—Sí mujer, si eso lo entiendo, pero una cosa es sobrevivir y otra es hacerlo sobre los cadáveres y la desdicha de los demás." (Búscame en el ciclo de la vida, 19/09/18)
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