"Hace cincuenta y cinco años, el 17 de octubre de 1961, entre 300 y
400 argelinos, de unos treinta mil, que se manifestaban pacíficamente,
contra las leyes racistas que el gobierno del presidente, Charles De
Gaulle, había impuesto, específicamente contra los ciudadanos de ese
origen, y por extensión, contra todo ciudadano proveniente del Magreb,
fueron cazados y asesinados en pleno París por la policía del régimen.
Si bien los herederos de la Revolución Francesa la habían herido de
muerte en los arrozales de Indochina, en las cuevas de norte de Argelia y
en los bosques y desiertos africanos, aquella noche, en pleno Paris, le
pegaron el tiro de gracia.
El hecho más oscuro que se registra en
la ciudad luz, hasta hoy, no ha sido debidamente aclarado, y ni
siquiera hay una nómina comprobable y segura de muertos y mucho menos de
la totalidad de sus responsables.
El Frente de Liberación
Nacional (FLN) argelino, dirigido por Mohamed Budiaf y Ahmed Ben Bella,
desde 1954, que libraba una guerra contra la dominación francesa, que
había invadió su territorio en 1830, llamó a los miles de argelinos que
entonces vivían en París, a manifestarse pacíficamente contra el toque
de queda impuesto a la población magrebí por el prefecto Maurice Papon,
quién durante la Ocupación nazi había sido el responsable del traslado
de ciudadanos judíos de Burdeos a París, con posterior destino a los
campos de exterminio.
El toque de queda prohibía a los
trabajadores argelinos permanecer en la calle entre 20:30 y 05:30 y las
cafeterías de musulmanes deberían cerrar a las 19 horas. Cientos de
miles de ciudadanos se vieron entonces obligados a permanecer encerrados
en sus precarias viviendas de los bidonville de Nanterre, Bezons, Courbevoie, Puteaux y Colombes, aunque ya estaban acostumbrados al acoso permanente de las rattonades (razias policiales).
La
orden del FLN fue clara y rotunda, los manifestantes no debían portar
ningún tipo de armas, y se invitaba a que participaran mujeres y niños,
como garantes de que no habría de parte de los organizadores intensiones
de violentar las normas. Además las columnas deberían transitar por las
veredas, para no perturbar en tránsito de avenidas y bulevares.
Apenas
iniciada la protestas, la policía de Papon comenzó la cacería por
portación de piel, todo “pardo” o moro, que se lo encuentre en la calle
sería detenido.
Los siete mil efectivos de Papon, junto a la Policía Auxiliar (APF) mejor conocidos como los Harkis
de París, argelinos reconvertidos en anti revolucionarios que operaban
contra sus connacionales, se habían preparados desde días antes, con el
beneplácito de sus superiores lo que incluía la explicita aprobación de
De Gaulle.
Apenas aparecieron los primeros manifestantes comenzó
la represión, que dejaría según cifras oficiales 11730 detenidos y 3
muertos.
Los cancerberos de Papon se dispersarían acechantes por
calles del Barrio Latino, los Grandes Bulevares, y los alrededores de
Champs Elisées. Esperaban a los argelinos en las bocas del metro, en las
terminales de buses. Sus mítines fueron atacados con extremas
violencia, sin perdonar ancianos, embarazadas, ni niños.
En pocas
horas los detenidos alcanzaría a casi a los 12 mil, todo estaba
milimétricamente calculado, buses de la policía y autobús de la compañía
RATP, habían sido requisados. En ellos trasportaron los detenidos al
Hospital Beaujon en Vincennes, a la sede de la policía, al estadio
Pierre de Coubertin y al centro de exposiciones.
Los detenidos debieron
sufrir hacinados durante días las golpizas y todo tipo de abuso
policial, en deprimentes condiciones higiénicas, sin agua ni alimento.
Los detenidos ni siquiera se atrevían a ir a los baños, ya que la
mayoría que había osado intentarlo, jamás volvieron. Allí mismo fueron
torturados, violados y muchos asesinados.
Como para cubrir las
evidencias, unos días después el ministro del Interior, Roger Frey,
antes del reinicio de la Asamblea Nacional, anunció el retorno forzado a
Argelia de muchos de los “indeseable”, sin listas, sin poderse despedir
de sus familiares ni tan siquiera recoger algunas de sus pertenencias;
fueron deportados, aunque muchos de ellos, nunca llegaron a Argelia.
Sin
recato frente las cámaras, ni a los periodistas y transeúntes, las
policía masacró la protesta, los manifestantes fueron golpeados
salvajemente, mientras otros fueron asesinados con armas de fuego a
bocajarro.
Las calles de París se llenaron de muertos, charcos de
sangre y heridos: hombres mujeres y niños fueron asesinados a golpes
por la policía, otros lanzados mal heridos al Sena, tampoco fueron pocos
los cuerpos que aparecieron ahorcados en Champs Elisées.
Aquí se ahoga argelinos.
Algunos días después de la represión, en los muros que bordean el Sena comienzan a aparecer unas extrañas pintadas que dice “ici on noie les Algériens”
y a los días comenzaron a flotar en el Sena decenas de cuerpos, algunos
con disparos y otros con evidentes signos de tortura, era claro que la
matanza pergeñada por el perfecto Papon y bendecida por De Gaulle, se
había ejecutado con “estilo”, se estima que por los menos fueron 150
cadáveres de argelinos recogidos en las aguas entre París y Rouen.
El
presidente declaró que la masacre era “un asunto secundario” y dio por
terminado el asunto conforme con los tres muertos iniciales.
Envalentonados por la complacencia oficial el 8 de febrero del 1962,
otra manifestación en contra de la guerra de Argelia y de la
organización paramilitar OAS, (Organisation de l'Armée Secrète) terminó
con una nueva masacre, conocida como “masacre de Charonne" (nombre de
la estación de metros parisina) donde otra vez los hombres de Maurice
Papon asesinaron esta vez a nueve militantes del sindicato CGT, la
mayoría pertenecientes al partido comunista.
Como para terminar
su obra macabra el 17 de junio de 1966, De Gaulle aprueba una la ley de
amnistía que incluía: “Los actos cometidos en el marco de operaciones
policiales administrativas o judiciales”, por lo que se impide cualquier
tipo de investigación sobre las matanzas del 17 de octubre y de la
estación Charonne, entre otras muchas violaciones a los Derechos
Humanos.
Los sucesos del 17 de octubre 1961 impactaron de tal
manera en la política francesa, que aceleraron las negociaciones que
terminaron con los acuerdos Evian el 18 de marzo 1962, con que se da por
finalizada la guerra de Argelia.
La matanza de octubre fue
silenciada durante las dos siguientes décadas, hasta como los ahogados
del Sena, comenzaron a emerger las evidencias incontrastables contra el
prefecto Maurice Papon.
En 1981, el periódico Le canard enchaîné
consiguió una serie de documentos donde se revelaba la participación de
Papon en el exterminio judío. En 1998 después de diecisiete años de
investigaciones y juicios fue condenado a diez años de prisión, aunque
nunca recibió condena por los crímenes de octubre de 1961. Fue liberado
en 2002 a los 92 años, por su estado de salud, aunque moriría recién en
2007. (...)" (Guadi Calvo , Rebelión, 18/10/16)
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