"Los historiadores y sobre todo los responsables de los estragos causados
por los conflictos bélicos, que en principio no son deseados pero
tampoco evitados, han acuñado y abusado de una expresión eufemística: daños colaterales. (...)
Los daños “indirectos” de la represión en
Robleda, donde ha sido posible una verificación cercana, sirven de
referencia. Los asesinatos de vecinos de Robleda dejaron 40 huérfanos,
entre ellos 5 hijos póstumos, 14 viudas (dos eliminados eran viudos) y
varias personas enfermas.
En un contexto de desamparo algunas de ellas
fallecieron entre 1936 y 1948, como sucedió con otras igualmente
afectadas por la represión en este territorio (Iglesias 2008a).
16 de diciembre de 1936. Amable Cecilio González Villoria, de ocho días, hijo póstumo de Amable González, de enfermedad (RCR).
22 de julio de 1937. Ángela Mateos Ovejero, de 4 meses, hija póstuma de José Mateos García.
Murió de enfermedad y malnutrición, después de ser devuelta por la
familia encargada de su lactancia (la esposa de un hermano de
Aristóteles González, que tenía tres hijos), en la Casa Cuna de Ciudad
Rodrigo.
Fecha sin comprobar de 1937. Un Hijo de José Mateos Carballo, “de enfermedad de los bronquios”, en Valladolid, durante la guerra, sin otros datos (R 2011).
Fecha sin comprobar de 1937. Juan Arturo García Sánchez,
labrador, de trastornos psicológicos, en el manicomio de Salamanca. Al
parecer, esta persona se vio afectada por las ejecuciones
extrajudiciales de que eran responsables sus propios familiares, hasta
el punto de pensar que él mismo podía ser una víctima elegida (R 2014).
2 de febrero de 1938. Rafaela Mateos Hernández, de 18 años, hija de Fermín Mateos, soltera. La
tradición familiar (R 2016) recuerda que era una de las personas
encargadas de dejar escondida la comida y la ropa a su padre fugitivo.
Después se sintió responsable de su hallazgo por los asesinos, un trauma
psíquico que le impediría luchar contra la septicemia de la que
oficialmente murió.
21 de junio de 1938. Rafael Samaniego Toribio, de 50 años, casado, tejedor, cuñado de Ángel, Juan y Julián Ovejero y José Mateos García.
Murió de edema pulmonar (RCR), pero de hecho, habiendo sufrido
detención carcelaria en 1936 durante la persecución de sus cuñados, fue
incapaz de superar el mismo trauma psíquico que su esposa, a cuyo
fallecimiento se adelantó en una docena de días.
3 de julio de 1938. Juliana Ovejero García, de 43 años, casada, hermana de Ángel, Juan y Julián Ovejero y cuñada de José Mateos García. Murió
de bronconeumonía (RCR). Según su hermana Mª Antonia, fue incapaz de
superar el miedo y el trauma psíquico provocado por la tragedia
familiar.
25 de marzo de 1939. Pablo Samaniego Ovejero, de 13 años, sobrino de los cuatro mencionados ejecutados extrajudiciales. Falleció a consecuencia del mismo trauma psíquico que sus padres, aunque la causa oficial fuera una nefritis (RCR).
27 de abril de 1939. Pablo Marcos Mateos,
de 24 años, hijo de Felipe y María, labrador, soltero. Anduvo huido en
el verano de 1936, cerca del Plantío, quizá a causa de una escopeta que
le hallaron escondida entre la paja. Después tuvo que incorporarse al
ejército franquista y, al volver de permiso cuando ya se habían
producido los asesinatos, tuvo discusiones con los falangistas,
tachándolos de cobardes porque mataban a mansalva en la retaguardia. Al
término de la guerra no volvió al pueblo, probablemente por temor,
enfermedad y desamparo. Oficialmente murió de “miocarditis postgripal”
en Palencia (Registro Civil).
27 de marzo de 1940. Cirilo Gutiérrez Mateos,
de 31 años, hijo de Eulo[gio] y Joaquina, jornalero, casado con María
González García, padre de tres hijos. Falleció por disparos de
Carabineros cuando practicaba un contrabando de subsistencia, en
Casillas de Flores (RCCdF, 01/06/40).
24 de marzo de 1943. Juliana Mateos Prieto,
de 35 años, casada. Murió de tuberculosis (RCR), pero en la enfermedad
incidieron las secuelas de la bárbara agresión de que fue objeto en su
propia casa y estando su marido presente (siendo buscado) en 1936, por
parte del jefe local, que, además, era primo suyo. Así lo señalan
testimonios concordantes registrados desde 1973 (por personas adultas en
1936) hasta hoy (por personas menores entonces), aunque, obviamente,
solamente los presuntos victimarios y las víctimas asistieron a los
hechos.
14 de agosto de 1945. Agapito Cabezas Calvo, jornalero, represor, por disparos de la Guardia Civil en el carbonar de “La Huerta de Morán”, Descargamaría (Dil.DM/45;
Iglesias 2008a). Fue víctima de un mal entendido cuando dos guardias
civiles del puesto y dos guardas municipales practicaban el “servicio de
correrías” en el paraje de “Pasadera de las Cascajeras”, en el límite
de la provincia de Salamanca, tenido por muy sospechoso, cuando
observaron la presencia de ocho hombres (carboneros) que tomarían por
maquis. En la tradición local se interpretó el hecho en clave de castigo
divino, por la delación en 1936 contra el alcalde Fermín Mateos en un paraje cercano. (...)" (David rodríguez, Salamanca al día, 07/09/16)
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