"(...) Carmen y Ángeles tienen una herida abierta. Es una herida que no se ve a
simple vista pero que sangra y sangra apenas escarban juntas en sus
recuerdos. En los recuerdos íntimos y más conocidos de Sebastián Oliva
Jiménez, su abuelo. Han convivido toda su vida con el fantasma de un
abuelo al que no han podido saludar, abrazar.
Han aprendido a sobrevivir
con el relato quebrado de dos hijos, la madre de Carmen, María Josefa, y
el padre de Ángeles, Francisco, a cuyo padre asesinaron junto a una
tapia y cuyo cadáver arrojaron a una cuneta de la vieja carretera de El
Puerto, una de las cinco fosas localizadas en la campiña jerezana. (...)
—¿Qué recuerdos le transmitieron sus padres de su abuelo?
Carmen García Oliva: —Mi madre tenía mucha
admiración por su padre, era pasión, era algo extraordinario,
sobrepasaba a sus hijos y a todo, su padre era lo máximo. Tuvo que ser
un hombre muy bueno, muy excepcional. Era protestante pero en Navidad,
en su mesa, tenía que haber sentada gente que no tuviera para comer, se
la llevaba esa noche a comer a su casa.
Mi madre —habla de ella en
presente— dice que en mi casa siempre había gente de los pueblos
durmiendo. Mi madre no me contó ni un cuento, solo hablaba de su padre, y
todo lo comparaba con lo que él hacía. Ayudaba a toda la gente que
podía".
Ángeles Oliva: —Mi padre contó muy poco. Yo perdí a
mis dos abuelos, y a mi madre le daba pánico hablar de esos temas. Mi
padre hablaba cuando podía, te cogía y te contaba cosas. En mi casa
estaba prohibido contar cualquier cosa de esas. En la noche del 23F
recuerdo oír a mi madre decir: se llevaron a mi padre, no podría
soportar que se llevaran a uno de mis hijos.
C. G. O.: —Sí, mi madre sí. Nunca ha escondido la
historia, mi madre era cruda para eso, lo contaba todo como fue. Cuando
ya empezó el Movimiento, iban a su casa y a mi tío Eugenio, que tenía
dos años, le ponían una pistola en la cabeza. Cuando se iban, el niño
saltaba y decía pum pum. E iban una y otra vez. A
partir de la muerte de mi abuelo, yo no puedo explicar ni cómo era mi
madre.
Como no tuvo ni padre ni madre, el hecho de que nosotros los
tuviéramos ya era suficiente. Un trastorno horroroso. Fue todo muy
complicado para ella. Tuvo que vivir sin su madre, su padre no estaba en
la casa apenas, no estaba. Entre la política y dar clases, imagínate.
Le marcó demasiado. (...)
—Si su abuelo no era radical ni violento, ¿por qué era tan incómodo para el poder e incluso para los miembros de su central?
C. G. O.: —Le temían por su poder de convicción,
calaba mucho en la gente; al poder le asustaba, ya fuera de un lado o de
otro, porque tenía oratoria y capacidad para movilizar. Pero a él, por
ejemplo, no le gustó nada que se quemaran conventos —en la provincia se
quemaron o asaltaron una decena— ni nada de eso.
Él llegó a decir que ya
no pertenecía a nada porque eso no le gustaba. Era contrario a todo
eso. Venían todos a pedirle consejo para determinadas movilizaciones
pero él no era violento para nada. (...)
Eso es porque era alguien muy excepcional. Iba a las viñas a enseñar a
leer porque decía que eso era parte del camino hacia la libertad. Con
solo haber rumores de una revuelta o algo, a él preventivamente lo
encarcelaban. Fue tanto con la Dictadura de Primo de Rivera como con la
Segunda República. Ambos bandos veían su figura como peligrosa. (...)
Eugenio era muy pequeño cuando pasó todo. Y pasó que aquella noche
vinieron a por Sebastián, a obligarlo a ser un delator. Y pasó que
Sebastián huyó a esconderse en una de las viñas donde impartía lecciones
a los jornaleros.
Allí dieron con él en poco más de un mes desde el
Golpe y pronto pasó que unos kilómetros más al sur le dieron a su hijo
Francisco su bastón: "Tu padre ya no lo va a necesitar más". Cuando
rememoran todo este negro episodio, la herida de Carmen y Ángeles
sangra. El asesinato de su abuelo, que apenas contaba con 55 años, dejó
un cráter en la familia. Los cuatro hijos de Sebastián no fueron los
mismos desde aquel 19 de agosto de 1936. (...)
Ángeles cuenta que a su padre, en el colmo de la crueldad, le
movilizaron en el Frente Nacional dentro de un pelotón de fusilamiento.
"Eso es uno de los traumas más grandes que tenía: cuando empezaba a
contar cosas le decíamos papá, ¿pero tú disparabas? y él nos decía yo tuve que matar de pájaros lo que no te puedes ni imaginar.
Apuntaba para arriba y mataba a los pájaros. Cuando empiezas a conocer
la historia ves que hubo mucha gente que cruzó el frente, pero él estaba
vigilado, amenazado, siempre le decían nunca te olvides que tienes tres hermanos... (...)" (Paco Sánchez Múgica, La Voz del Sur, en CTXT, 14/09/16)
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