“Al volver, he sabido
muchas cosas de las que no quisiera haberme enterado. Entre ellas el caso de
la maestra de un pueblo del Roncal, llamado Güesa, una muchachita de
Pamplona, inteligente, que se había hecho comunista.
Se llamaba María del
Carmen Oscoz. y yo supe de su existencia, porque en el comienzo del año 1936 me
empezó a escribir unas cartas en las que se mostraba anticlerical y entusiasta
del comunismo, cartas de persona inteligente.
Esta pobre muchacha leía mis
libros, creía que yo estaba equivocado al no identificarme con el entusiasmo
comunista. La maestra era audaz y valiente. En el pueblo parece ser que había
un cura que la perseguía. Ella pintaba a su perseguidor como a un monstruo. La
maestrita fue a varias reuniones, y al comenzar la revolución la detuvieron y
la llevaron a la cárcel de Pamplona.
El doctor Victoriano Juaristi, primero
médico de Irún v luego de Pamplona, quiso salvar a la muchacha, y le aconsejó
que no se mostrara orgullosa, sino que dijera que tenía verdaderos deseos de
arrepentirse, que se mostrara amable y que se confesase para salvar la vida. La
chica rechazó esas sugestiones con desdén.
Algunos días después la sacaron en
un camión, y en medio de la cartelera la mataron los carlistas, tirándola al
suelo y disparando sobre ella varios tiros. Después arrojaron su cadáver por
un barranco. ¡Qué crueldad más baja! “
(Pio Baroja: La guerra civil en la frontera. Ed. Caro Regio, 2005, pp. 50)
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