8/1/14

Von Galen, desde el pulpito de la catedral, ha denunciado el asesinato de miles de disminuidos psíquicos y físicos. Es imposible que la jerarquía católica en España no lo sepa. Ningún obispo español protesta en el pulpito contra la eugenesia alemana

"Münster está situada en la Baja Sajorna, una zona de Alemania en la que la religión católica es mayoritaria entre la población. Clemens von Galen, un cura nacionalista de familia noble, es el obispo de la ciudad. 

Su biografía es inequívoca: no es partidario de los nazis, pero está de acuerdo con el ataque a la Unión Soviética, donde la Iglesia ha sido borrada del mapa por las autoridades comunistas. Curas y obispos han tenido que escapar o han sido asesinados por el régimen de Stalin. Von Galen comparte con Pío XII el discurso sobre Rusia.


Von Galen ha tenido controversias públicas con Alfred Rosenberg, uno de los teóricos del nacionalismo racial que sirve a Hitler para elaborar sus salvajes discursos de exterminio. Y se ha atrevido a poner en cuestión el sistema educativo nazi, que tiende, a pesar del Concordato con el Vaticano, a eliminar la presencia del catolicismo en la escuela.

Pero hoy, 3 de agosto, ha ido mucho más lejos. Demasiado lejos. Desde el pulpito de la catedral ha denunciado la deportación y el asesinato de miles de personas, disminuidos psíquicos y físicos, en una gigantesca operación llamada Aktion T4, que tiene por objeto evitar la corrupción de la raza alemana. 

Los nazis no se conforman con esterilizar a las personas que consideran no aptas para formar parte de la raza elegida, sino que las eliminan con variados procedimientos que les sirven, además, para experimentar técnicas modernas de asesinato.

El sermón se reproduce y se disemina por toda Alemania, incluso en el frente, adonde llega impreso en hojas clandestinas que los soldados pueden leer. El revuelo es tal que las autoridades nazis tienen que suspender su programa de exterminio. Las autoridades discuten, y se llega a programar el asesinato del obispo.

 Pero Hitler decide que no, que ya llegará el momento de ajustar las cuentas con la Iglesia católica cuando la guerra acabe. Piensa que no es conveniente abrir un frente interior en estos momentos.

Es la primera respuesta seria de la Iglesia a las atrocidades nazis. Ni siquiera el papa Pío XII, amigo íntimo de Von Galen, que ejerce su mandato divino desde hace poco más de dos años, se atreverá en todo el tiempo que dure la guerra, a plantar cara de esa manera a los secuaces de Hitler, pese a los asesinatos de fieles católicos y el cierre y las incautaciones de dependencias eclesiásticas. A Von Galen la denuncia le hará merecer el apelativo de «el león de Münster».

Realmente, el obispo se ha jugado la vida. En una acción que tiene eco en todas partes, cuyos detalles llegan hasta los ingleses, que imprimen propaganda y la arrojan, alternando con bombas, sobre las ciudades alemanas al alcance de su aviación, como lo está la propia Münster.

En el Vaticano, por supuesto, se conoce el texto. Y lo conocen, por tanto, los representantes españoles en la ciudad Estado que gobierna Pacelli. No hay constancia documental de que se haya hecho pública, pero esos representantes están obligados a comunicarlo a la jerarquía española.

 Como también es seguro que los corresponsales españoles en Berlín, a sueldo de Goebbels, conocen la historia, porque la conoce toda Alemania. 

El programa Aktion T4 es oficial y sus prácticas tienen centro en Berlín, en la Tiergartenstrasse, donde cuarenta médicos ejercen de peritos para decidir a qué niños, mujeres, hombres o ancianos se les aplica el trata-miento con gases asfixiantes para quitarles de en medio.

El papa no hace ninguna declaración de apoyo a su amigo y representante en Münster. La prensa española no publica nada sobre el incidente. La Iglesia española no toma ninguna postura sobre ello.

Hasta que Von Galen ha hablado en voz alta, setenta mil alemanes han sido asesinados por el Estado nazi en un programa iniciado en 1933 que llaman sus autores «de eutanasia», confundiendo a propósito una acción semejante con la verdadera naturaleza del acto, que es la de la eugenesia, la eliminación de personas para mejorar la raza, una terrible perversión del darwinismo social que, en algunos casos, han llegado a admitir incluso fracciones del movimiento anarquista, pero de la que tampoco se han sustraído en su más caritativa versión esterilizadora Estados democráticos como Gran Bretaña, Australia o Estados Unidos, lugares donde se ha esterilizado hasta hace pocos años a delincuentes.

La suspensión oficial del programa en Alemania no acaba con el procedimiento. Hasta el final de la guerra un cuarto de millón de personas serán asesinadas con el objetivo de mejorar la raza y ahorrar al Estado los gastos de su manutención. 

Otros muchos miles serán liquidados en una derivación del programa en el campo de concentración de Sachsenhausen, reos de crímenes como ser polacos o judíos, «criminales contra la raza» o «asocíales».

La prensa y la Iglesia católica españolas ocultan la primera acción científica de matanza masiva puesta en práctica por los nazis. Es casi imposible que los voluntarios españoles, que luchan para ayudar a Alemania en su cruzada antibolchevique, conozcan los hechos. 

Salvo, quizá, el general jefe de las tropas, Agustín Muñoz Grandes, que tiene una fluida relación con sus camaradas de armas y con el embajador, el general Espinosa de los Monteros, porque los diplomáticos lo saben.

 Pero es imposible que la jerarquía católica en España no lo sepa. Ningún obispo español protesta en el pulpito contra la eugenesia alemana.

Ramón Garriga, el agregado de prensa de la embajada, conoce de sobra lo que está sucediendo en Alemania con los dementes y los disminuidos. Y lo comunica a sus superiores.”      

  (Jorge M. Reverte: La División Azul. Rusia, 1941-1944. RBA, 2011. Págs. 107/109)

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